"¿Me ayudás a cantar esta canción de libertad? Es todo lo que siempre he tenido; una canción de redención". En inglés y con espíritu reggae, lo cantó Bob Marley y esa frase, que luego reversionaron incontables artistas en todo el mundo, también podría resumir lo que significa la música para Diego y Emmanuel, para Alberto, Eduardo y Samuel, y para Manuel, Pedro, Celso y "Yeso" (así, a secas). Ellos son los nueve integrantes de "Conducta Calle", una banda de música que el miércoles cumple su primer año y que nació en la cárcel de San Felipe, con internos de ese complejo.
"Todo arrancó el 20 de junio del año pasado, cuando se me ocurrió pedir autorización y que me dejaran ingresar mi teclado, con la idea de enseñarle a otras personas de adentro. Me mandaron a hablar con las autoridades y salió la idea del taller. Y acá estamos, por cumplir el primer año con la banda", resume Diego, acomodado frente a los timbales y aclara: "Soy tecladista, pero también le hago a la percusión".
En lo que hoy es el sector de Cultura de San Felipe, y que en no mucho tiempo será un renovado centro cultural intramuros, ensayan 4 veces a la semana; detrás, sobresalen cuadros hechos por compañeros de estos internos, con frases de los curas Carlos Mugica, Enrique Angelelli y del Padre Pepe. Y ya está listo el rincón donde quedará colgado el mensaje del cura mendocino Jorge Contreras, obra que está en proceso.
"Todos los instrumentos son nuestros y hemos pedido autorización para ingresarlos. Cuando alguno sale o es trasladado, está el compromiso de enseñarle a otro para que ocupe el lugar. Porque los hemos donado, no nos llevamos los instrumentos con nosotros sino que quedan", explican los músicos, que aprovechan algunos días también para llevarse los instrumentos a sus módulos y seguir ensayando o dándole rienda suelta a la pasión.
"A veces nos ponemos a tocar y nuestros compañeros se quedan en silencio, observando y disfrutando. Total, tiempo siempre tenemos", resumen con humildad y una sonrisa.
"Todos los integrantes de 'Conducta Calle' se encuentran alojados en el mismo módulo, y junto con la música se destaca que allí ha bajado notablemente tanto el nivel de consumo, como el de violencia y auto lesión", agrega a su turno el jefe de Educación de ese complejo penitenciario, Mauricio Martínez.
"Con la música te olvidás por un rato que estás acá adentro. A mí me cambió la cabeza, es como una terapia", resume Eduardo, quien ingresó a la cárcel ya siendo un músico consagrado, con participaciones incluso en el Festival de Cosquín. "Toco el bajo, pero todos los instrumentos van de la mano y por eso, ahora estoy aprendiendo a tocar la trompeta", cuenta mientras afina su instrumento y se prepara para interpretar algunos temas.
"Uno de los cuadros que hay en esta nave es una frase del Papa Francisco que dice '¿Quién soy yo para juzgar?' y la hemos adoptado como nuestra bandera. Si ellos hicieron algo mal, para eso está la Justicia que será la que tendrá que determinarlo. Pero estos pibes son el último eslabón roto de toda una sociedad", acota por su parte el encargado del área de Cultural, Gaspar Contreras.
De gira por la cárcel
Que ya no llame, de Rodrigo Tapari y Ráfaga; una versión más movida del clásico Algo contigo y Muero de frío, también de Ráfaga son las canciones que "Conducta Calle" eligió el jueves por la mañana para hacer gala de su talento. A esa lista le agregaron algunos fragmentos de una canción de autoría propia pero que no está terminada e incluso "Yeso" se animó a recitar su agregado 'hip-hopeado' para el tema Sobreviviendo, de Víctor Heredia, y que sueñan interpretar en conjunto con el cantautor icónico. Cuentan además que a algunos artistas de renombre ya les han hecho llegar videos con sus canciones y dicen que con muy buena repercusión.
"Al principio todas las letras de hip hop eran sobre la cárcel, las cosas que veía y vivía acá adentro. Pero después cambié el foco, ahora canto sobre otras cosas. Me abrí bastante", se explaya el joven.
De los fundadores de la banda sólo quedan en la formación actual Diego y Manuel. Los otros se fueron sumando más adelante, hasta llegar al integrante más nuevo: Alberto, el cantante. "Fue el último que entró, el 23 de marzo. El mismo día en que el primer cantante fue trasladado. No estuvimos ni medio día sin vocalista", reconstruyen. Y aclaran que más allá de la debilidad por el cuarteto y la cumbia ("es lo que más garpa acá adentro", coinciden), dicen que les gusta tocar de todo un poco. Diego, Alberto y Daniel son los únicos que traían conocimientos musicales de afuera, los otros seis aprendieron en la cárcel.
Emmanuel, por ejemplo, comenzó como 'plomo', ayudando en el traslado y el armado de los instrumentos y hoy es el panderetista. "Sabía muy poco, las notas más básicas de la guitarra. Pero le puse toda la onda y voy aprendiendo. La música te despeja", sintetiza el muchacho.
En su primer año juntos y además de compartir los ensayos, los músicos lograron algo que dentro del código carcelario no es fácil: ser bien recibidos en todos los módulos. "Para el Día del Niño y el Día de la Madre fuimos entrando a tocar a otros módulos, y tocábamos para todos. Sin ningún problema", destacan.
De hecho, hasta pudieron tocar en el módulo 6B -donde están detenidos efectivos policiales- y donde no surgieron asperezas, más allá de que siempre suelen estallar algunos conflictos.
Rutinariamente, antes de ingresar a cualquier sector se hacen las averiguaciones para aclarar si existe algún tipo problema con que ingrese un grupo de internos ajenos. Así fue como ocurrió que en uno de los módulos había una vieja bronca entre uno de los músicos y uno de los allí alojados. Sin embargo, fue el mismo involucrado quien prefirió dejar atrás esa diferencia, con tal de disfrutar de un poco de música. "Con la música ellos lograron lo que no se consigue con otras cosas dentro del penal: entrar a todos los módulos", resume Aníbal, otro de los internos.
El futuro centro cultural
Parte de la batería es un tambor zurdo, de esos que se utilizan en la cancha. Y la pedalera es un trozo de hierro adaptado e improvisado. "Hemos pedido a la gente de Cultura que nos ayude con alguna donación, pero todavía no hemos tenido éxito", lanzan pero agregan que no pierden la esperanza.
Uno de los sueños de los coordinadores y de los músicos es que lo que hoy es un módulo de Cultura dentro del área de Educación, se convierta en un centro cultural con todas las letras, Ya tienen pensados hasta los nombres de las salas -serán artistas locales- y mantienen en secreto el nombre principal del centro.
"Esto no sólo es la música, sino la posibilidad de poder expresar la cultura. Cuando estuvieron afuera, quizás no tuvieron la oportunidad de hacerlo. Pero es algo que llevan adentro, y que hoy les permite volar un poco. No sabemos si les va a cambiar la vida, pero ya es un paso", destaca Martínez.
"Para muchos, es la primera vez en que pueden salir en los diarios sin que sean protagonistas de una mala noticia. Y ellos saben que no es poco", cierra Contreras.