A cuatro años de prisión fue condenado el abogado Carlos Avogadro (59)
por haber cometido dos veces el delito de administración fraudulenta
(estafa), al quedarse con el dinero que les correspondía a dos de sus clientes.
Tras ser condenado ayer al mediodía, el letrado salió caminando de la sala de debates de la Séptima Cámara del Crimen, con tranquilidad: seguirá libre hasta que la condena quede firme, siempre y cuando no se apele la sentencia y deba la Corte decidir la suerte del por ahora condenado.
La sentencia dictada por los jueces Pedro Chacón, Gabriela Urciuolo y Belén Salido no sólo contempló los cuatro años de prisión, sino que también estableció una inhabilitación de 10 años y una multa de 80.000 pesos, que también deberá pagar al quedar firme la sentencia.
Los magistrados no se pronunciaron sobre la unificación de las penas, algo que harán en el futuro. Cuando quede firme, los jueces deberán unificar la pena de 4 años con una condena de tres años en suspenso que Avogadro tiene firme desde 2010. Por lo tanto, en el futuro, el condenado podría recibir una unificación que supere la pena impuesta ayer.
Hace más de un mes, Carlos Avogadro fue suspendido de por vida para ejercer la profesión por orden de la Corte provincial.
Durante el juicio la fiscal Susana García había pedido que se condenara a Avogadro a cinco años de cárcel, en tanto que el abogado de las víctimas, Juan Day, había exigido una condena de siete años de prisión.
En tanto que el abogado del condenado, Carlos Ruiz, solicitó la absolución de su cliente.
Las estafas
"El motivo que lo llevó a delinquir fue un ánimo desmedido de lucro", indicó Day durante los alegatos, remarcando que el imputado "se aprovechó de gente sin recursos, sin formación. Eso eleva el grado de culpabilidad".
Avogadro fue condenado por dos estafas realizadas en 2004 y 2005. En un caso, Jésica Benítez debía cobrar por una indemnización 120 mil pesos y sólo recibió 60 mil (en épocas en que un peso valía un dólar). El dinero le correspondía por un seguro de vida de su madre.
En el segundo caso, Ariel Enrique Lara y su mujer
Tanto en la condena de 2009, como en la de ayer, Avogadro estafó a sus clientes de la misma forma. Les hacia firmar un poder para poder retirar la plata de la sede judicial y luego los invitaba a su estudio.
Ponía el dinero sobre el escritorio y les leía un recibo en voz alta, sin mostrárselos. Luego les hacía firmar el original y una copia. El primero estaba confeccionado por la suma que les correspondía; el segundo por mucho menos. En ninguno de los dos documentos estaba la suma en números, sólo en letras.