Dos sujetos que liderarían una banda dedicada al narcomenudeo fueron condenados por la muerte de un hombre que, accidentalmente, se encontraba en la línea de fuego de los asesinos.
Se trata de Guillermo Mauricio González (39) y Eric Villalobos (20), quienes fueron condenados a 14 y 12 años de prisión por la muerte de Darío Ocaña Pozo (32), asesinado en la villa Güemes de Las Heras, en octubre de 2014.
La contundente condena fue dictada el viernes por la Segunda Cámara del Crimen, conformada por Roberto Uliarte, Ariel Spektor y Rafael Escot por el delito de homicidio agravado por uso de arma de fuego.
Durante el debate quedó acreditado que González y Villalobos descargaron sus armas de puño, sin que les importara que en la calle había dos niños, un policía y algunas mujeres, además de Ocaña, quien estaba en el patio de su casa cuando recibió un disparo fatal.
Durante los alegatos el fiscal Darío Tagua había pedido una pena aún mayor: 19 años para González y 17 para Villalobos.
En oposición, los abogados defensores (Mario Rotondi, de González, y Carlos Figueroa, de Villalobos) solicitaron al tribunal que absolvieran a sus clientes por el beneficio de la duda.
No tenía nada que ver
La muerte de Ocaña se produjo el 18 de octubre de 2014, por la noche, cuando en la villa Güemes, de Las Heras, estaba trabajando la policía.
Personal de Científica había llegado al lugar luego de que se produjera una pelea entre dos bandas dedicadas a la venta de marihuana.
Después del tiroteo, mientras se estaban recogiendo casquillos, los policías y los vecinos que veían el operativo escucharon que nuevamente arrancaba una nueva tanda de balazos.
Cuando todos se fueron a refugiar en una vivienda, escucharon que alguien pedía auxilio. Era Darío Ocaña, quien se encontraba en el patio de su casa, gravemente herido. Una bala le había ingresado por un brazo y lo había atravesado, dañándole la aorta. Minutos después murió.
Algunos testigos que declararon en el debate confirmaron que González y Villalobos fueron los que participaron del primer tiroteo y también del segundo, cuando murió Ocaña.
Para el fiscal, los condenados son responsables del muerte porque dispararon cuando había niños y un policía en la calle y, por lo tanto, sabían que podían matar a alguien.
Y aunque no se sepa del arma de quién salió la bala que terminó con la vida de Ocaña, la acción realizada los transforma en coautores del crimen.
En cambio los defensores, sostuvieron que nadie pudo identificarlos en el segundo tiroteo, pero sí en el primero.