Con un puesto en las góndolas y otro en las alianzas - Por Edgardo R. Moreno

El titular de la UCR, Alfredo Cornejo, quedó enfrentado a Macri con el amague de ruptura de la UCR.

Con un puesto en las góndolas y otro en las alianzas - Por Edgardo R. Moreno
Con un puesto en las góndolas y otro en las alianzas - Por Edgardo R. Moreno

Ocurrirá en el Congreso y podrá apreciarse como un evento singular, pero de indudable justicia poética: los diputados prevén sesionar el miércoles próximo con un ojo puesto en la ley de góndolas y el otro pispeando la inscripción de alianzas para la elección presidencial.

Habrán, por partida doble: precios cuidados y esenciales, productos escondidos con fecha de vencimiento alterada. Planes de pago al contado, para los sagaces, y en cuotas para los crédulos.

Para el oficialismo concluirá sin metáforas el plazo para optar entre los dos formatos de polarización que tensan su espacio interno.

Un sector de la coalición Cambiemos cree conveniente armar un bloque único y ampliado para darle batalla al regreso de Cristina Fernández desde las primarias. Otro sector propone una ingeniería distinta, al filo del cálculo posible: propiciar la dispersión de opciones en las primarias y la primera vuelta, para que luego el voto confluya, polarizado, en el escenario final del balotaje.

Ambos argumentos rondaron la última reunión entre la comitiva radical encabezada por Alfredo Cornejo y Marcos Peña, el armador en jefe de la candidatura de Mauricio Macri.

Las cosas cambiaron para el radicalismo desde su convención nacional, la crisis del peronismo alternativo y el incipiente repunte de Macri en las encuestas.

Sus dirigentes siguen pidiendo la ampliación de Cambiemos. Ahora, para que el radicalismo no quede afuera.

Peña le bajó el pulgar al reclamo de primarias entre un candidato de la UCR y Macri. Pero le abrió la puerta de la fórmula presidencial. La vicepresidencia es el único espacio de novedad que se guardó Macri tras el repliegue táctico de Cristina. Con algunas condiciones que estrechan las aspiraciones de sus aliados.

El titular de la UCR, Alfredo Cornejo quedó enfrentado a Macri con el amague de ruptura de la UCR y las desavenencias por la competencia interna que Peña no quiso declinar en territorio mendocino. En las primarias de hoy, confrontarán en Mendoza el intendente radical de la capital, Rodolfo Suárez, y el macrista de Luján de Cuyo, Omar De Marchi.

Cornejo jamás consiguió que Peña le baje la candidatura desafiante de De Marchi. Ahora que es un hecho consumado, la suma de ambas vertientes de Cambiemos acaso lo ayude a ganar en la sumatoria contra el peronismo del intendente de Maipú, Alejandro Bermejo y el kirchnerismo de Anabel Fernández Sagasti.

Los adversarios internos de Cornejo en el radicalismo nacional sugieren susurrando que al gobernador mendocino le convendría alimentar por lo bajo el voto de Fernández Sagasti. Una candidata demasiado camporista para la moderación tradicional del voto mendocino. Y un rumor sólo admisible para la experiencia de esa provincia con las sutilezas del blend.

Oriundo de la misma vendimia, Ernesto Sanz es otro mencionado para acompañar a Macri en la fórmula. Sanz nunca se integró al gobierno y tampoco se retiró de él.

Si fuese por algunas preferencias de la Casa Rosada, el radical más cercano es el cordobés Mario Negri. Pero el titular del bloque de diputados radicales es el primero que advierte de las resistencias internas que su propio partido opondría.

De estas inconveniencias prácticas, y de las sugerencias del laboratorio Durán Barba, surgió la posibilidad de completar la fórmula con una mujer radical.

La mendocina Laura Montero reúne para el oficialismo varios de los requisitos elegibles. Cierta distancia con Cornejo podría jugarle en contra. Karina Banfi es impulsada desde el radicalismo bonaerense, aliado de María Eugenia Vidal. Y la tucumana Silvia Elías de Pérez ansía anotarse hoy en un segundo lugar decoroso detrás del gobernador Juan Manzur para subirse a la grilla de aspirantes.

El efecto novedoso del repliegue de Cristina comenzó a alejarse. La designación de Axel Kicillof demostró que para Cristina la moderación es una impostura y la salud le jugó una mala pasada a Alberto Fernández. Reveló una debilidad inesperada en un candidato ya endeble. Y dejó otra vez a Cristina en el primer plano de sus inconvenientes más pronunciados.

La expresidenta fraguó una reunión falsa en el Senado para eludir otra audiencia en tribunales, quedó otra vez obligada a atrincherarse en los fueros ante un nuevo procesamiento con pedido de prisión preventiva y recurrió a un nuevo pedido de autorización para viajar a Cuba, adonde refugió a su hija Florencia.

Cristina se amparó en un discurso pronunciado por el Papa, hecho a la medida de las dificultades penales que atraviesa la expresidenta.

La diplomacia del Vaticano quedó expuesta bendiciendo lo más indefendible de Cristina: su compromiso a esta altura innegable -por acción o por omisión- con la corrupción estructural que se extendió durante su gobierno.

A Juan Grabois, el papado le reservó un rol más decoroso: reclamar la ley de góndolas, mientras Christine Lagarde reconoce los errores del FMI.

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