Carlos La Rosa, en su columna del domingo bajo el título “Con que no nos jodan alcanza” plantea que hay quienes creen que los medios de comunicación “sólo sirven para embrutecer a la gente si los manejan otros, pero si los manejan ellos sirven para adoctrinar en las ideas justas, precisamente porque en su anticuadísima concepción piensan que los medios lavan la cabeza para el lado de las ideas malas o para el de las buenas. O sea, para ellos el pueblo siempre es manipulado”.
Llámase periodismo militante a este invento de “tener el deber de trabajar en los medios públicos sólo para una causa política que se adecue a mis ideales”, aunque la contrapartida no sea no trabajar sino joder a los que trabajan.
La idea pareciera ser algo así como: me quedo en el medio público, que me pague este gobierno al que detesto, y me martirizo y me victimizo para que los militantes que me siguen vean el servicio a la patria que estoy haciendo.
Nunca visto. Nunca leído. Hemos retrocedido en el concepto de medio público de una manera impensada.
Los medios públicos que son del Estado argentino y los pagamos todos deben estar al servicio de la comunidad y no al servicio de un partido político. Si no, blanqueemos y digamos “medios del Gobierno” y, por qué no... el partido oficialista también podría tener medios que digan cuál es la propuesta del que gobierna.
Pero el periodismo -que debe tener como horizonte la objetividad, la verdad, la pluralidad de voces y la honestidad intelectual- que trabaja en los medios públicos tiene que dejar de ser una máquina de propaganda política porque la gente que con sus impuestos paga esos sueldos, no los paga para eso ni quiere escuchar relatos K, M o Z.
La esencia del periodismo es la crítica y se debe ejercer con responsabilidad y respeto.
Quedé sorprendida cuando el periodista y matemático Adrián Paenza volvió a la televisión abierta con su programa en la TV Pública, diciendo: “Yo no quería hacer más este programa. Yo no quería trabajar para este gobierno. No quiero trabajar para la administración de Macri”.
Profesor Paenza. Nadie lo obliga. No trabaje si su concepción es que no quiere ser empleado de Macri. Hay otros canales, radios, diarios, que van a recibir su talento con los brazos abiertos y hay una gran cantidad de jóvenes profesionales que esperan su turno con gusto para ocupar ese espacio en la TV pública. O véngase a Mendoza para “ser empleado” de Vila-Manzano, Alonso o Álvarez.
Además ese “no querer trabajar” contagia a productores, camarógrafos, locutores y toda la gente que lo rodea y vuelve el ambiente tóxico. No hay nada más dañino que trabajar a desgano en un lugar donde uno no quiere. No haga ese servicio a la Patria. Nadie le pide que se inmole por las convicciones de sus fieles seguidores políticos y de sus jefes partidarios.
Algo similar pasa con el intelectual y querido Julio Rudman, quien el viernes pasado, en su programa El Candil y en diálogo conmigo, al aire manifestó que no quiere ser parte del equipo de trabajo de RTA en donde “hay una directora nacional que tiene una cuenta fuera del país (declarada) y que eso muestra una dosis de patriotismo deficiente; un subdirector que lamenta que Juan Cabandié haya quedado vivo después de la dictadura militar, y piensa que “el ministro Lombardi suena muy parecido a Lonardi”.
A Rudman y desde el primer día de gestión -hace un mes- le pedí que formara parte de la programación definitiva de Radio Nacional Mendoza, a lo que respondió que no. Sé que no tiene que ver conmigo en particular. No entiende que no estamos trabajando para un gobierno sino para un Estado en el que la idea es que haya más federalismo, que se escuchen las voces de los departamentos, de las ONG, que haya más servicios a la población y que se dejen de lado las divisiones y las faltas de respeto. Basta ya de dictadores Lonardis o de yeguas Cretinas. Hay instituciones y hay democracia.
La programación de transición que empieza en Radio Nacional Mendoza ha sido elaborada por los mismos empleados, bajo la coordinación de Valeria Roig, y en un 95% se pondrá en funcionamiento esta semana. Habrá algunos cambios de voces y de estilos. Más periodismo de investigación y pre-producción.
Nadie obliga a nadie a que se quede si no quiere. Hay libertad absoluta de palabra y de acciones. Los que no entienden este concepto de medio público y habla de resistencia como si estuviéramos en guerra, bajo el lema de “volveremos” como una patota periodística del anterior gobierno, con que hagan lo suyo en su ámbito privado y no nos jodan, alcanza.