Con populismo no hay democracia ni república

Con populismo no hay democracia ni república
Con populismo no hay democracia ni república

El populismo

En “La República Pendiente”, de Pablo Balan y Federico Tiberti, los autores señalan que han existido cuatro populismos en la historia del país: el de Juan Manuel de Rosas (1835/1852), el de Hipólito Yrigoyen (1916/1922), el de Juan Domingo Perón (1946/1955) y el del matrimonio Kirchner (2003/2015).

En estos casos, con distintos matices y características, ha habido caudillos líderes hegemónicos, autoritarismos, instituciones muy débiles, Poder Judicial sometido, Legislativo al servicio del Ejecutivo, prensa cooptada y oficialista, corrupción en el poder, desunión entre argentinos y aislamiento internacional.

En la “década ganada” de los doce años K, entre los escritores más admirados por el matrimonio se encuentran Ernesto Laclau y su mujer Chantal Mouffe, belga, coautora de su obra “Hegemonía y Estrategia Socialista”. Se los califica como posmodernistas y posmarxistas, y desarrollan la estructura del populismo.

Éste es la etapa superadora de la democracia, en la que la mayoría popular tiene poderes ilimitados. Ningún poder del Estado es superior al de la mayoría “nacional y popular” como tampoco el orden jurídico ni la Constitución.

Desconoce y rechaza que las minorías son también parte de la Nación, sus copropietarias y tienen los mismos derechos y reconocimientos que las mayorías. El populismo es posmarxista y antidemocrático.

Cuando CFK gana las elecciones de 2011 con el 54% pronuncia su famoso grito de guerra “vamos por todo” y así arremete contra la oposición, a cuyos integrantes llama “enemigos”; contra la prensa, haciendo sancionar la ley de “medios audiovisuales”; contra el Poder Judicial logrando la ley de “democratización de la Justicia”, por considerar que este poder es un partido más de oposición y el presidente de la Corte Suprema, el “jefe del partido”.

La democratización de la Justicia tiende a proteger a sus funcionarios corruptos y procesados. Así varias medidas más tendientes a subordinar a su poder a todas las instituciones de la República. En mi opinión los K, y en especial Cristina, han ejecutado con mayor fidelidad la ideología dogmática de Laclau/Mouffe, extremando la praxis del populismo.

Han liderado las masas con regalos provenientes del dinero de todos los argentinos, con el exclusivo propósito de perpetuarse en el poder, la “Cristina eterna” de Diana Conti.

El Presidente como líder
En el populismo, el presidente de la Nación es un líder aclamado por las masas que, al decir de Ortega y Gasset ("La rebelión de las masas"), dejan de "pensar" y sólo "sienten".

Este líder, con su mayoría, no necesita de las instituciones, de las leyes ni de la Constitución y las mantiene formalmente al solo objeto de aparentar una república democrática que no es tal.

Como un ejemplo dentro de tantos, recuerdo a CFK cuando en un acto de sus militantes aplaudidores sorprendió diciendo que no entendía cómo la ley de democratización de la Justicia podía haber sido declarada inconstitucional, votada por amplia mayoría popular (kirchnerista, obvio) ignorando como ¿abogada? que ésta es una de las facultades más trascendentes del Poder Judicial para impedir los excesos del poder.

Los triunfantes en elecciones no son líderes y no deben serlo
Está claro que los argentinos, no todos por cierto, lamentablemente no eligen presidentes sino líderes o, más precisamente, líderes como presidentes.

Ellos fueron Rosas, (aunque no fue presidente sino gobernador de Buenos Aires con el manejo de las relaciones exteriores y la suma del poder público, que debía ser ratificado cada cinco años, y culminó con el pronunciamiento en contrario de Justo José de Urquiza 
-el 1 de mayo de 1851-), Yrigoyen, Perón y ambos Kirchner.

Como consecuencia, durante sus respectivos períodos dentro de un lapso de 180 años, 44 han gobernado populismos; 23, militares; 35, peronistas y 10 y medio, radicales. Los populismos y peronismos se inclinaron hacia el autoritarismo y los radicales hacia la república, con excepción de Yrigoyen.

En suma, no tenemos experiencia republicana y sólo la de una democracia formal, muy débil. No conocemos las bondades de la República ni los beneficios del gobierno de las instituciones, del apego irrestricto al orden jurídico y a la Constitución. Muchos jueces no han experimentado las maravillas de su total independencia y la majestad y honorabilidad de la Justicia.

La idolatría al líder populista nos ha privado de la experiencia magnífica de la república y la democracia en serio. Quizá lo peor es que hoy pareciera que a una gran minoría le interesa seguir viviendo bajo la protección de un líder populista. Sustituye su iniciativa privada, que es la que engrandece a los pueblos, por el cargo público, la dádiva y la dependencia al Estado.

No se valoran como personas que pueden concretar sus legítimas aspiraciones. Por el contrario, demandan todo al gobierno que, cuando es populista, los usa como cautivos del Presupuesto nacional, utilizando los impuestos que pagamos todos los contribuyentes para entregárselos como si fueran regalos con fondos propios del líder, aprovechando la ingenuidad de los beneficiarios, obligándolos al voto cautivo para perpetuarse en el poder.

Al terminar sus mandatos les recuerda que los vuelvan a votar porque, si ganan los “enemigos” opositores, dejarán sin efecto los planes sociales. No discrepo con los planes cuando son necesarios, pero sí cuando se implementan con el solo objeto de recolectar votos esclavos.

En oportunidad de redactar este trabajo no se han producido los comicios generales en el país y sí las PASO en Mendoza, Santa Fe, Ciudad de Buenos Aires y las definitivas en Salta y Neuquén. La diferencia entre Cambia Mendoza (Cornejo) y FpV (Bermejo) es de sólo 5 puntos a favor de Cornejo, 45% a 40% en números redondos.

En la ciudad de Buenos Aires el kirchnerismo resultó tercero muy distante del vencedor del PRO. Era increíble verlo festejar un segundo lugar que nunca fue, con la soberbia típica de Recalde y los funcionarios de Cristina. En Neuquén salió segundo y en Salta ganó la gobernación. En Santa Fe ganó el PRO pero en una elección discutida por la falta de escrutinio de 250 mil votos.

Esto nos indica que el kirchnerismo sigue vigente con un considerable caudal electoral y que la oposición continúa sin entender la realidad. Quizá se responda que sólo se trata de las PASO y que en las generales la oposición hará valer su fuerza superadora. Pienso que esto es sólo un espejismo.

Los “partiditos” que han presentado tantas boletas señalan con claridad que la oposición está desunida. No la aglutina un verdadero pacto programático sino una necesidad meramente electoral. En paráfrasis al maestro Jorge Luis Borges en su poema “Para las seis cuerdas” sobre su Buenos Aires que quiso tanto: “No nos une el amor sino el espanto”.

El pacto electoral de De la Rúa terminó en un fracaso frustrante en 2001 y... es inútil, no aprendemos. Ese porcentaje duro y al parecer irrompible del kirchnerismo, sensible minoría dentro del país, sigue aferrado al populismo que impone su ritmo y condiciones.

En el supuesto de que la oposición sea gobierno nacional, al carecer de un pacto programático y sólido puede replicar, y Dios no lo quiera, el desastre de De la Rúa en 2001, lo que nos retrocederá en la historia nuevamente.

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