Como pocas veces en la historia de la humanidad, la forma del trabajo está cambiando. Nuevas profesiones, diferentes habilidades requeridas, empleos que se pierden, otros que se ganan, migración geográfica, trabajo virtual, y relaciones laborales nuevas que no siempre encuentran el marco adecuado en las legislaciones existentes.
Todo esto ocurre en un mundo que cambia aceleradamente por la inserción de la tecnología en aspectos cotidianos, la hiperconectividad, los nuevos paradigmas económicos, el tsunami de la información y cambios sociales profundos.
Y no estamos hablando de la revolución digital. Ésta ya ocurrió en los últimos años y todos convivimos con ella diariamente. Hablamos de la transformación productiva digital. Ésa donde dejamos el rol de espectadores para convertirnos en productores.
Durante la llamada "Revolución Industrial", las personas no sabían que estaban inmersas en una transformación radical en su faz laboral. Había nuevas circunstancias (ferrocarriles, máquinas de vapor, producción en línea, etc) que harían desaparecer empleos y que requerían otras habilidades inexistentes previamente. De igual manera, hoy no asociamos que los tremendos cambios que trae la tecnología están transformado el mundo laboral.
Inteligencia Artificial, Robótica, Big Data, automatización inteligente, redes neuronales, machine learning y tantas otras cosas que seguramente se seguirán generando en los próximos tiempos, transformarán la forma de nuestros empleos y profesiones. Y requerirán trabajadores y profesionales con conocimientos y habilidades diferentes.
Podemos ver cómo ha evolucionado el empleo en los últimos 30 años en Estados Unidos. Los empleos manuales se estancan o reducen, mientras que los empleos cognitivos se expanden casi exponencialmente. Al igual que los empleos “no rutinarios”.
Y esto nos plantea muchos desafíos como sociedad.
¿Cómo preparamos a los que queden excluidos del proceso?
¿Cómo adecuamos a nuestros jóvenes para los nuevos empleos? Y más aún, ¿están nuestras instituciones educativas preparadas para dicho cambio?
Y nuestra sociedad... ¿está dispuesta a la transformación que eso implica?
Sin ir muy lejos, en nuestro país aparecen nuevas empresas que en menos de una década pasan a ser mas valiosas que muchas de las mas reconocidas existentes. Los mayores empleadores ya no están en las industrias metalúrgicas, o automotrices, sino en los servicios.
Las exportaciones de los Servicios del Conocimiento -SBC- superan prácticamente a todos los rubros exportadores tradicionales, y no paran de crecer.
Las fábricas -como siempre las conocimos- tienen pocos operarios trabajando, y por el contrario florecen grandes oficinas llenas de personas con computadoras, múltiples salas de reunión y esparcimiento, espacios comunes para todos incluyendo los directivos, y hasta menos sillas que empleados trabajando.
Y el propio hogar, que para muchos empieza a ser el lugar de trabajo, dado brinda servicios remotos.
Estas transformaciones están ocurriendo tan cotidianamente que no alcanzamos a darnos cuenta. Ni las implicancias que tiene, personales, sociales y hasta políticas. Como sea, es un proceso del cual no se puede bajar.
Está visto que los países que más crecen son aquellos que desarrollan sus talentos y conocimiento. La tenencia de recursos naturales ya no es el motor del crecimiento, salvo que se utilicen los beneficios de estos últimos para construir conocimiento.
Y esto necesita que como sociedad, en nuestro espacio y tiempo, tomemos conciencia y convirtamos estos desafíos en oportunidades. Y nos preocupemos cómo desarrollamos el mejor conocimiento en nuestros jóvenes para que estén preparados para generar las fuentes de riquezas que serán necesarias en el futuro. O quedarán atados a actividades de bajo valor y menor demanda.
Mendoza tiene las condiciones para poder ser parte de esta nueva economía y generar nuevos empleos que permitan tener un futuro mas próspero. Pero hay que trabajar y mucho por eso.