La soledad de la siesta mendocina tiene mayor impacto en estos días de aislamiento social obligatorio. Las hojas amarillas que el otoño desprendió de los arboles decoran las avenidas, apenas circuladas por algunos automóviles y bicicletas. Poco movimiento hay en los comercios.
El mendocino -el que puede- duerme la siesta. No hay pandemia de coronavirus que interrumpa esta costumbre arraigada en la forma de ser del tejido social. Poco importa que los negocios cierren a las 18. Puede más la "modorra" provinciana que viene después del almuerzo.
Desde finales de marzo, el gobierno encabezado por Rodolfo Suárez estableció que desde el 30 de marzo se ampliaría el horario para los comercios mendocinos: sería de lunes a lunes y de 8 a 18 (y no hasta las 14, como se estableció en un principio), sólo con algunas excepciones.
Pero, quienes están detrás del mostrador aseguran que poco importa. Pasado el mediodía, es poca la afluencia de compradores. A simple vista puede verse, negocios abiertos, veredas y calles vacías.
Según indicó Adolfo Brennan, vicepresidente de la Federación Económica de Mendoza, todos los comercios han tenido una baja importante en sus ventas.
"En general los comercios esenciales han tenido bajas superiores al 50% de caída en sus ventas. La gente está comprando estrictamente lo necesario", indicó.
Además, aseguró que los que poseen delivery no llegan al 20% de las ventas y en otros rubros, como alimentos, higiene personal y medicamentos ha sido variable de acuerdo a la ubicación pero según Brennan están a 50%. "Todos están con mayores costos operativos debido a los protocolos sanitarios", dijo el empresario.
Después de las 14 “se muere todo”
Consultados al respecto, los comerciantes del micro centro indicaron que después de las 14 "se muere todo". Es decir, que ya no hay afluencia de peatones que desean comprar algo. "Estoy vendiendo 7% de lo que vendía antes de la cuarentena. Yo me quedo con el kiosco abierto hasta un rato antes de las 18, pero la verdad es que desde las 14 no pasa nadie", dijo Silvia, señalando la soledad de la Peatonal.
Por otra parte, la mujer aseguró que para ahorrar ha tenido que apagar las heladeras de las gaseosas y sólo mantiene prendidas la de sanguches, yogures y helados. "Es un consumo importante, no sé cómo voy a hacer para pagar el alquiler", dijo Silvia.
Gabriela, en un minimarket de calle Las Heras, aseguró que será muy difícil pagar el alquiler porque las ventas han sido nulas. "Los dueños no lo quieren entender y el alquiler sale una fortuna. Abrir vale la pena, porque vendés algo, pero todo esto nos ha matado", aseguró.
Farmacias, cajeros automáticos, chocolaterías son algunos de los espacios que lucen abiertos, pero vacíos. También son varios los taxistas apostados en las clásicas esquinas "tacheras" que tampoco tienen trabajo. "A partir de las 14 no pasa nada. No influye en nada que esté abierto hasta las 18, porque todos cierran antes", indicó Gustavo desde su taxi.
Jessica, en una librería, señaló que abren porque de vez en cuando alguien entra al local, pero que pasado el mediodía la afluencia se reduce a cero. "Abrimos hasta las 18 pero prácticamente no hay movimiento", agregó.
Afuera del centro
En Dorrego, el Unimev o Villa Nueva, el panorama es similar al del centro, con la salvedad de que al haber concentración de almacenes u otros rubros suelen verse más personas. De todas formas, la afluencia durante la mañana es notablemente superior a la de la siesta.
Como en el kilómetro 0, las calles Jorge A. Calle, Lamadrid, Urquiza o Dorrego, los que tienen más actividad son los comercios de cobro de impuestos, ya que suelen verse largas colas, aun después del mediodía.
"Pero después no viene nadie. Está todo muerto. Uno abre para que los clientes de siempre puedan comprar, pero no pasa nada. Yo he bajado mis ventas en un 50% por lo menos y encima todo empeoró a fin de mes", dijo Gabriel en una verdulería de calle Dorrego.
Noelia, quien tiene una veterinaria en el centro de Luján de Cuyo, dijo que todo ha sido "raro", pero que con el tiempo la gente se ha ido adaptando. "Al principio la gente se agolpaba por las mañanas, compraba por mayor y bolsas grandes de alimento. Pero ahora se trabaja mucho a la mañana y bastante a la siesta hasta las 18 y después cerramos todo", explicó la médica.
Continuando dijo que no tienen más urgencias que antes y que siguen trabajando igual. "Se trabaja mucho con turnos, pero es difícil que se acostumbren a pedirte", menciono la especialista.