Casi nadie recuerda aquel Nacional por la producción colectiva de un Gimnasia y Esgrima que en Mendoza era dueño de una marcada hegemonía: había sido campeón en 1980, 81, 82, y también lo sería en 1983.
De hecho, su participación en Primera División de AFA durante ese 1983 se limitó apenas a 6 partidos -el sistema de clasificación había cambiado, y ya se hablaba de profundos cambios en el fútbol argentino-.
El Lobo terminó último en su grupo y se “salvó” económicamente porque tuvo a Boca en su zona. Pero ese ‘83 marca un punto de inflexión en la historia de Gimnasia porque se producen dos hechos ineludibles: la fulgurante aparición de Juan Gilberto Funes y la incipiente construcción de otro magnífico mediocampo compuesto por Quintana-Zolorza-Olguín, conjugándose con Raúl “Mudo” Castellino.
Un año antes se había puesto fin a la era de otro inolvidable tándem integrado por Videla-Herrera-Méndez. La notable actuación del Búfalo Funes vistiendo la casaca de Jorge Newbery de Villa Mercedes en el torneo Regional 1982-83 motivó a los dirigentes de Gimnasia a comprar su pase de manera definitiva tras un millonario desembolso.
Dos años le bastaron para convertirse en uno de los últimos ídolos del Lobo. El Búfalo llegó en ese 1983 y se quedó hasta el año siguiente. En su Provincia había pasado por Huracán, Estudiantes y Jorge Newbery y antes, con tan sólo 17 años, había tenido un breve paso de 4 meses por Sarmiento de Junín, dirigido por Roberto Perfumo. Fue suplente de Ricardo Gareca, con quien se reencontraría más tarde en Vélez para forjar una gran amistad, al igual que con Ruggeri.
Jugó en el Lobo del Parque hasta 1984 tras obtener el Apertura local en el famoso 4-0 sobre Huracán Las Heras. Luego pasó a Millonarios de Colombia y después vistió la camiseta de River, Olympiakos de Grecia, Nantes y Niza de Francia y para el último club que fichó fue para Boca, pero no pudo debutar oficialmente. Debido a una afección cardíaca, falleció el 11 enero de 1992 y su enorme huella se hizo aún más imborrable.