Con la economía no se puede jugar

“Ahora, cuesta abajo en mi rodada, las ilusiones pasadas ya no las puedo arrancar”, del tango “Cuesta Abajo” de Gardel y Le Pera, año 1934. “Arrancar” (lunfardo) es empezar, hacer algo en forma inesperada, iniciar la marcha. Estos versos y el significado

Con la economía no se puede jugar

La economía de nuestro país se desliza por una pendiente cada vez más pronunciada y a mayor velocidad. Hasta los datos oficiales, siempre manipulados, muestran lo que ocurre con el nivel de actividad, la desocupación, los tipos de cambio, las reservas del Banco Central, la inflación y tantos otros.

A lo largo y ancho del país se suceden suspensiones en las empresas, cierres, empresas que solicitan procedimientos de crisis, como ocurre con la mayor industria de nuestra provincia.

La situación es la consecuencia lógica de la política económica (o la ausencia es ella) que el kirchnerismo viene aplicando desde hace ya once años.

Se trata de un asunto absolutamente interno, sólo desde la necedad se puede afirmar que lo que ocurre aquí es consecuencia de problemas en el mundo.

Por el contrario, pocas veces como en los últimos años la situación internacional ha sido más favorable a la Argentina; lamentablemente la hemos desaprovechado y ahora comienza a ser no tan favorable.

Por otro lado, estamos en un contexto político marcadamente electoral, aunque falta más de un año para la elección presidencial.

Se debe agregar que los desajustes económicos y la falta de respuestas válidas incentivan una situación de agitación social reflejada en una huelga general pero también en protestas de empresarios y productores agropecuarios.

Vista a la distancia de una década larga, la mentada política del modelo de crecimiento con inclusión social y otros calificativos pomposos, resulta no ser más que una precaria y rudimentaria sucesión de medidas, cuyo eje ha sido un descomunal incremento del gasto público y de la intervención del Estado en la economía.

El kirchnerismo ha sido el beneficiario de las brutales medidas adoptadas a partir del fin del gobierno de la Alianza, en particular la derogación del régimen de convertibilidad monetaria, gran devaluación, la pesificación asimétrica (licuación de las deudas en dólares), del no pago de los intereses de la deuda pública a consecuencia del default.

Son los efectos de estas medidas los que construyeron los famosos pilares del modelo en el gobierno de Néstor Kirchner.

La devaluación que llevó el tipo de cambio del 1 a 1 a más de 3 por 1, sin un traslado inmediato a los precios, estimuló extraordinariamente las exportaciones, en especial de un sector agroindustrial modernizado y altamente competitivo, por las inversiones de la década anterior. Los granos sobresalen, pero también economías regionales como la vitivinicultura.

Debe recordarse también que en 2003 se inicia un fuerte cambio en los términos del intercambio a favor de las exportaciones de nuestro país, revirtiendo una situación inversa de varios años.

Obviamente la modificación del tipo de cambio en la magnitud señalada produjo una fuerte retracción de las importaciones, dando lugar a algunos procesos de sustitución de importaciones.

El superávit del comercio exterior se tradujo en un considerable aumento de las reservas del Banco Central. La devaluación y la reactivación económica permitieron un notable aumento de los ingresos fiscales, muy superior al aumento del gasto, de manera que apareciera un importante superávit fiscal.

Estos son los tan alabados, por entonces, superávit gemelos, que junto al tipo de cambio alto, constituyeron la columna vertebral del modelo y permitieron altas tasas de crecimiento durante la presidencia de Kirchner.

Pero a partir de 2007 reapareció la inflación, la intervención del Indec, estatizaciones, un gasto y presión fiscal que terminaron agobiando la economía.

El manejo de la política económica se hizo cada vez más improvisado, falto de elementales criterios técnicos. Se creyó y se sigue creyendo que la política autoritaria puede hacerle hacer a la economía lo que el gobierno quiere. Pero la economía tiene leyes que más tarde o temprano se desquitan de la soberbia política.

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