El volumen de construcción pública y privada experimentaba un considerable desarrollo en Mendoza hacia 1978. A mediados de ese año, la ciudad fue una de las sedes del Mundial de Fútbol realizado en la Argentina y vio la concreción de importantes obras asociadas a esta competencia internacional.
El estadio mundialista, el centro de prensa (actual Centro de Congresos y Exposiciones) y los hoteles Aconcagua y Huentala destacaban entre las numerosas edificaciones que se concluyeron ese año. A esta lista de novedades arquitectónicas se sumó el Centro Comercial Caracol, que fue inaugurado en setiembre del ´78.
Para el desarrollo de este emprendimiento comercial, un grupo de inversores chilenos se asoció con la familia González Videla, propietaria de la tradicional bodega Panquehua. Los socios mendocinos aportaron el terreno situado en Av. San Martín 1245, en el que se ubicaba la antigua residencia familiar. La casona de adobe de tres patios, construida allí luego del terremoto de 1861, fue demolida para dar paso a una actividad más lucrativa como ocurrió con otras tantas viviendas ubicadas en esa calle a lo largo del siglo XX. El esquema de “caracol” o rampa fue especialmente efectivo en este sentido, ya que permitió multiplicar en vertical la superficie destinada al comercio. Esta idea había sido implementada poco tiempo antes por los socios trasandinos en la construcción de una galería comercial en Providencia, Santiago de Chile, así como en el Caracol Carrusel de Viña del Mar, inaugurado en abril de 1978.
Mientras que en la Argentina este tipo arquitectónico no tuvo mayor difusión, en Chile, por el contrario, fue muy popular. El primer ejemplo lo constituyó el Caracol Los Leones, inaugurado hacia 1974 en la capital chilena. Entre mediados de los 70 y principios de los 80 se construyeron más de una decena de “caracoles comerciales” desde Antofagasta hasta Punta Arenas, aunque la mayor cantidad se concentró en Santiago. En otras ciudades latinoamericanas también se realizaron, contemporáneamente, paseos comerciales con estas características, tal el caso de Quito y Lima (Miraflores).
La concepción espacial de estos “caracoles” estuvo inspirada, sin dudas, en el museo Guggenheim de Nueva York, proyectado por el arquitecto norteamericano Frank Lloyd Wright en 1943 e inaugurado en 1959. Allí, una rampa helicoidal de varios niveles es la protagonista y organizadora del espacio, convirtiendo a ese edificio en una de las obras más emblemáticas de la arquitectura moderna. Ya el propio Wright había aplicado esta idea para un uso comercial en 1949 en el local de la tienda V.C. Morris en San Francisco, si bien a escala mucho más reducida.
El arquitecto Rafael Reina fue el encargado del proyecto y la dirección técnica de la galería Caracol de Mendoza. Teniendo en cuenta los distintos antecedentes, diseñó una rampa en espiral con una suave pendiente que hilvana un total de 86 locales en torno a un hall central ajardinado de múltiple altura. Ese espacio, en cuya base se ubicó originalmente una confitería, está cubierto por una estructura de hormigón armado calculada, al igual que los voladizos helicoidales que componen la rampa, por los ingenieros Goldberg, Morales y Nadal. Se destacan en la cubierta tres grandes lucernarios que bañan de luz natural toda la galería. La construcción estuvo a cargo de la Constructora Sudamericana SA, sociedad fundada en la Argentina en 1970 por emigrados chilenos, la que delegó gran parte de los trabajos en la empresa José Castellino. La obra fue llevada a cabo en tan sólo ocho meses, trabajando día y noche. Contaba además con otros adelantos modernos para garantizar la comodidad de los paseantes como un sistema de aire acondicionado total y pisos de goma.
Por otra parte, al igual que en el modelo neoyorkino, un ascensor permitía subir cómodamente hasta el último nivel, facilitando un descansado retorno descendente hacia la vereda. Pero, en este caso, se trató de un ascensor panorámico de cristal que se asoma en la fachada del edificio, permitiendo así variadas vistas de la principal arteria del centro de la ciudad. Fue el primero de este tipo en la Argentina. Las curvas vidriadas predominan en el frente de la galería, haciendo de la transparencia y el dinamismo sus principales características, en combinación con algunos elementos ciegos de ladrillo visto. Esta conjunción se repite en el interior de la obra, un centro de compras pensado para ser recorrido placenteramente, a lo largo de un paseo con continuidad espacial y plástica.
Nota: Un especial agradecimiento para el arquitecto Rafael Reina por el material proporcionado para este artículo. También a la arquitecta Patricia Cavanagh por los datos aportados.