Por lo que se jugaba, por ese segundo tiempo en el que fue a buscar la ventaja, por las situaciones erradas, porque no pudo salir del cero y porque tiene que definir su pasaje dentro de una semana en un reducto muy difícil como el de Árbol Verde de San Juan, Murialdo lamenta el empate.
Después de semejante goleada y demostración de fútbol (10 a 0 ante Sergi Sport) la semana pasada, no estaba en sus planes un resultado tan mezquino, más allá de ser consciente de que el Verdolaga sanjuanino venía precedido de antecedentes mucho más significativos.
Sorprendido por el planteo rival (presión alta, orden defensivo y buen trato de balón en el medio), Murialdo no encontró los caminos para inquietar al arquero Alcaraz en un primer tiempo deslucido, feo, sin situaciones, para el olvido.
Lejos de imponer su ritmo (el trío ofensivo Bailo, Riquero y Reyes estuvo maniatado por la marca sanjuanina), los primeros cuarenta y cinco minutos se jugaron más en campo de Murialdo que de Árbol Verde, que aún sin tener situaciones claras de gol, supo llevar el encuentro al terreno que más le convenía: lejos de su arco.
En definitiva, el Canario regaló un tiempo. Por eso, luego del tirón de orejas de Leonardo Gallardo en el entretiempo, salió con todo al complemento. Y antes del minuto, Patito Riquero aprovechó un centro de Ezequiel Fernández y le hizo ensuciar la ropa a Alcaraz por primera vez en la tarde de Villa Nueva.
Fue un anticipo de lo que se vendría. Porque el Canario ajustó las marcas, se adelantó en el campo de juego y hasta llegó al gol de Riquero que el juez riocuartense Claudio Pavón (de flojo partido) anuló a instancias de su coterráneo asistente, Jonathan Legman.
Sin la claridad de otros juegos, Murialdo fue. Y más por empuje que por juego aceitado (ya con Vera en cancha), generó otras cuatro situaciones que no capitalizó. Ahora, a todo o nada en San Juan.