Todo era algarabía hasta que Suraci -justamente Suraci- arruinó todo. El Tanque, que tantas alegrías le dio al Globo, ayer le aguó la fiesta. A ocho minutos del final y cuando nada hacía suponer que Argentino podía llegar al descuento, la desgracia cayó en Las Heras.
Impecable pelota puesta por Torres para que Alaniz entre por derecha al área y, ante la extraña pasividad de su marca, Rodrigo tuvo tiempo de dominar el balón, levantar la cabeza y ponerla en la frente de Suraci, quien por su pasado exitoso en Las Heras no iba a festejar el gol. Juntaba las palmas de las manos por sobre su cabeza y pedía disculpas.
Y eso que ese tanto significaba mucho para una Academia a la que no le salió casi nada. Y la sacó barata. El primer tiempo que había jugado Huracán había sido bueno y el 1-0 con el que se había ido al descanso era exiguo. Martín, al minuto del complemento, ponía el 2-0 y la distancia en el marcador era más acorde con lo sucedido dentro del campo de juego.
No sólo era bueno, o correcto, lo del equipo conducido por Marcelo Vázquez sino que lo de la Academia era poco menos que discreto. El equipo de Sebastián Cloquell no daba pie con bola y sólo le quedará como saldo positivo ese gol agónico y el buen trabajo que hicieron los centrales para despejar todo lo que cayó por arriba al área. Y cayó mucho.
Porque Dávila se encargó de que así fuera. Un arbitraje parcial y localista derivó en un sin fin de faltas inexistentes en las cercanías del área visitante que fueron bien neutralizadas por Giusepponi, Poblete y Torres, en la mayoría de las ocasiones. Huracán ganó pero le quedó sabor agridulce en la boca y el festejo atragantado por haber dejado la serie abierta.
