La continuidad del proyecto era una de las preocupaciones de la familia, pero esto desapareció al ver cómo se involucró la comunidad tupungatina.
Un joven donó su mula amansada, otro una montura, varios ofrecieron bolsas de cemento, un constructor dispuso jornadas laborales para levantar el quincho, una arquitecta elaboró el proyecto paisajístico y funcional de todo el lugar, obreros de la Municipalidad armaron el picadero y limpiaron el lugar, etc.
"Esto nos muestra que hacía falta algo así. La gente busca ayudar cuando reconoce que no hay otras intenciones o fines económicos detrás. Llego cansada a mi casa, pero te reconforta recibir llamados de gente ofreciendo su dinero o su tiempo", comentó Eugenia.
Pero el entusiasmo no sólo es local. Conmovidos con la idea y con el aporte que la sede ya está brindando a los suyos, indios de los pueblos wichis y tobas les enviaron un Cristo tallado.
Y otros vecinos la escultura de la Virgen de Guadalupe, imágenes que serán entronizadas el día de la inauguración, en diciembre, al lado de la placa que recordará por siempre que este lugar de ayuda fue inspirado por Manuel.