Comunidad educativa es toda agrupación de personas cohesionadas por un interés común que es la educación. En el caso de la Comunidad Escolar, se trata de un subsistema integrado por docentes, padres, alumnos, administrativos y celadores. Según sus competencias, todos ellos contribuyen y participan en la buena marcha de los establecimientos educativos. Se trata de un subsistema complejo, inserto en un marco social y cultural.
La comunidad educativa escolar está constituida por tres pilares: los padres, los educadores y los alumnos. Resulta importante resaltar que el núcleo de esta trilogía son los alumnos.
Mucho se teoriza sobre el significado de diversos paradigmas en el sistema educativo, pero muy poco se han evaluado las tranferencias de estos modelos a los escenarios concretos de un país federal. Hace ya mucho tiempo que estamos refiriéndonos a la “crisis” o “tragedia educativa”, situación que se ratifica si convalidamos los magros resultados de las diversas evaluaciones de alumnos de todos los niveles, la deserción y desgranamiento escolar.
A partir del análisis de las actuaciones de sus integrantes, no solo desde el punto de vista del debe ser; sino también, desde experiencias y observaciones, puedo exponer lo siguiente:
Padres: ¿Se interesan y se comprometen con la educación de sus hijos? Me temo que pocos.
La sociedad ha cambiado y los roles también. Vivimos en la época en que abundan las familias ensambladas, monoparenterales, padres separados, homoparenterales, etc., con diversos roles y que dedican poco tiempo a sus hijos. Permiten que los momentos de interés, de diálogo, sean reemplazados por los distintos objetos que nos venden las tecnologías. ¿Cuantas veces concurren a las escuelas o colegios para interesarse por lo que ocurre en ellas? Generalmente, son pocos y siempre los mismos.
Docentes: No hay papel más importante en una sociedad que el de enseñar, porque esta actividad supone formar en conocimiento y valores a los alumnos. La tarea más significativa es la que el docente cumple en el aula, allí se pone en evidencia sus conocimientos, capacidad y compromiso.
Pero, a veces, la burocracia estatal, los obliga a pasar mucho tiempo en capacitaciones que se supone ya deberían tener.
Entonces, las quejas se multiplican: los sueldos, el estado de algunos edificios, la pobreza, la desnutrición, la inclusión educativa, la educación sexual, la violencia escolar, el miedo, la inseguridad.
El tema de la vocación es sustituido por el de empleo más rápido, aunque saben desde su ingreso que nunca ha sido el mejor remunerado. Sin embargo, ya no hablamos de maestros o profesores, sino de “trabajadores de la educación”.
Claro que para defenderlos tienen poderosos sindicatos que velan por ellos protestando con reiteradas huelgas, marchas, más con motivaciones políticas que en defensa de los legítimos derechos de los educadores. Respeto el derecho a huelga, siempre y cuando no conculque el derecho a la educación.
Alumnos: Desde temprana edad deben formarse como ciudadanos para sostener los valores de una convivencia democrática: honestidad, solidaridad, curiosidad, creatividad, conocimiento. Utilizar la tecnología, no para ser los “teletontos”, según el “homo videns” (G. Sartori, 1998) sino para aprender a usarlos como herramientas de información y saberes. Pero… la realidad nos muestra otros escenarios: una sociedad del espectáculo, la deconstrucción de los pantalones rotos, de los tatuajes, la libertad de las relaciones sexuales, la bebida y las drogas.
Concluyo entonces, que no podemos hablar de comunidad escolar coherente en una sociedad compleja y disruptiva con crisis de valores, de consensos, de diálogo.