Compras on line o en Chile, el “nuevo Miami”

El sistema denominado “puerta a puerta”, sumado al turismo de compras en el vecino Chile, es un fenómeno que se justifica en que aun pagando impuestos y/o costos de envío, las diferencias de precio pueden llegar a ser siderales.Es dable preguntarse a qué

Compras on line o en Chile, el “nuevo Miami”

Desde hace ya mucho tiempo para los mendocinos, y bastante menos para los porteños, Santiago de Chile se ha convertido en el “nuevo Miami” para comprar a precios más baratos que en nuestro país. Este fenómeno se ha visto reforzado con la habilitación del sistema de compras on line, denominado “puerta a puerta” que permite adquirir un producto en un país extranjero y, pagando los gastos de envío e impuesto, recibirlo en casa a un precio que puede ser muy inferior al que se paga aquí, suponiendo además que tal producto se encuentre en el mercado local.

Este fenómeno tiene múltiples aspectos de interés para su análisis y significado tanto económicos como sociales y culturales. Un primer aspecto que resalta enseguida es la reacción de los empresarios de la “industria nacional” de Tierra del Fuego, por caso, sobre los daños que provocan las compras en el exterior. Una posición similar y argumentos parecidos esgrimen sectores comerciales, que presuntamente dejan de vender lo que los consumidores “compran afuera”.

En diversas notas, nuestro diario ha mostrado la notable diferencia de precios en productos electrónicos, indumentaria, calzados, respecto de Chile. Lo mismo ha hecho luego de la habilitación del “puerta a puerta”, comparando precios con productos comprados en EEUU, China y otros países. Para los rubros que hemos mencionado, aun pagando gastos de envío e impuesto, las diferencias pueden ser siderales. Hay productos que apenas cuestan poco más del 20% del precio local.

Cabe preguntar entonces por qué ocurren estas enormes disparidades de precios y cuáles son los efectos sobre el bienestar de los consumidores argentinos. Desde luego el tema de fondo es, por un lado, la existencia de una economía abierta al comercio internacional como la de Chile, con libre importación y un muy bajo arancel, que en promedio es de alrededor del 4%.

Por otro, una economía semicerrada como la nuestra, con altos aranceles de importación, incluidas prohibiciones, a lo que debe sumarse una carga tributaria muy superior a la de nuestros vecinos. Los mecanismos de “protección de la industria nacional” generan actividades ineficientes, justamente en los rubros mencionados de electrónica, indumentaria, calzado. Ni hablar del tema automóviles, industria declarada “sagrada” hace décadas, que obliga a los argentinos a pagar el automóvil y la “indulgencia” para comprarlo.

Hace demasiado tiempo que la economía, y la experiencia, muestran que las economías abiertas producen mayor bienestar que una cerrada. Pero además, mientras mayores son las restricciones que se imponen a la importación de bienes, más posibilidades hay de que aparezca el “gran negocio del contrabando”.

Esta verdadera “industria nacional” ha costado la separación del cargo al director de Aduanas, que investigaba y denunció un fraude que podría ascender a la extraordinaria suma de 14.000 millones de dólares. El mal del contrabando nos persigue desde la época colonial; contrabandear ha sido siempre un gran negocio. La enormes diferencias de precios que hemos mencionado han sido y siguen siendo un estímulo para los viajes de compras al exterior, sea Miami y ahora Santiago, convertida en la meca del turismo de compra de los argentinos.

Por cierto traer las valijas llenas de productos comprados muy baratos es una actividad lícita; no es contrabando aunque sí un pariente no muy lejano. Curiosamente además, en el caso de Chile, tiene una ventaja el viaje por vía área en que la franquicia para traer bienes se duplica. Difícil entender esta diferencia, aunque es fácil advertir que tanto los viajes de compras como las compras on line tienen un claro sesgo hacia los sectores con mayor capacidad de compra y mayores conocimientos del comercio por internet.

Hay dos reflexiones finales sobre un asunto cuyos aspectos generan discusiones interminables. Uno es que sería saludable que industriales y comerciantes que expresan sus quejas por la compras en el exterior explicaran, con números en la mano, por qué existen tan notables diferencias de precios. La otra es recordar que en un país que exporta bastante más de lo que importa, el atraso del tipo de cambio es inevitable.

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