El complot púrpura

El complot púrpura

Cada vez hay más indicios de que desde el kirchnerismo se intentó bloquear la candidatura del cardenal Jorge Bergoglio en el cónclave que lo proclamó Papa, una movida que tuvo como cómplices impensados para la doctrina gobernante a operadores eclesiales del sector más conservador de la Iglesia. La maniobra, negada en forma contundente por el canciller Héctor Timerman, no es nueva.

Fuentes vaticanas confirmaron a esta agencia que en el cónclave de 2005 los cardenales electores “recibieron mails con críticas feroces” contra el purpurado argentino, sobre todo por su actuación en la última dictadura militar.

“Aquella vez, Bergoglio era menos conocido entre sus pares y el paper con la pluma de (Horacio) Verbitsky logró influir en un sector permeable a estos comentarios”, reconoció el informante eclesiástico.

No obstante, Bergoglio sumó muchos votos y disputó el lugar a Joseph Ratzinger, candidato natural para suceder a Juan Pablo II. La votación recién se destrabó, aseguran los vaticanistas, cuando el cardenal argentino pidió que no lo votaran.

La operación volvió a repetirse durante el pre-cónclave de los primeros días de este año, el momento previo en el que todos los miembros del Colegio Cardenalicio y no sólo los 115 electores, tienen contacto con el exterior y tantean con libertad quienes pueden ser los candidatos para la elección.

“En ese contexto, alguien -no sabría identificarlo- filtró un texto criticando a Bergoglio por no haber dado protección y de haber entregado a los mandos militares a dos sacerdotes jesuitas (Jalics y Yorio), cuando él era superior de esa orden religiosa”, detalló la fuente. El informante aseguró que Bergoglio revirtió todo cuestionamiento en su contra con una exposición en las reuniones previas al cónclave sobre los desafíos de la Iglesia que “fue muy aplaudida por el auditorio”, colocándolo otra vez entre los “papables” para suceder a Benedicto XVI.

En ambientes eclesiásticos locales sospechan que la distribución de ese paper requirió de “una alianza impensada" entre operadores kirchneristas y laicos argentinos con mucha llegada en el Vaticano.

El primer presunto implicado fue el embajador argentino ante la Santa Sede, Juan Pablo Cafiero, quien tuvo que salir a rechazar las acusaciones de haber conspirado para obstruir la elección de Bergoglio: “Es absolutamente falso”, se defendió.

En el Vaticano le creen. “No tiene ni el poder ni los contactos para fraguar algo semejante”, dijo un influyente obispo. También dicen “no poder identificar” a quien, vinculado al gobierno kirchnerista, actuó de “nexo” para armar una campaña en la Santa Sede. Sacado Cafiero del medio, algunas fuentes eclesiásticas apuntan como “autor intelectual” a Esteban Caselli, ex embajador ante la Santa Sede de la administración menemista y luego secretario de Culto de la gestión duhaldista. Caselli -quien no es bien visto en el Gobierno- tiene diálogo frecuente con los cardenales Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, y Tarcisio Bertone, número dos del Vaticano durante el pontificado de Benedicto XVI.

El diplomático tendría una vieja enemistad con Bergoglio y apoyó públicamente la candidatura del otro argentino, el cardenal Leonardo Sandri.

En otros tiempos, Caselli no dudó en denostar el desempeño de Bergoglio al frente del gobierno pastoral del arzobispado de Buenos Aires y en numerosas oportunidades envió correos electrónicos a otros obispos para criticarlo.

Uno de esos mensajes, enviado desde su cuenta personal, está fechado el miércoles 22 de agosto de 2012 y es harto elocuente en referencia a Bergoglio. “Cómo falta en este episcopado compromisos (sic) como el que tenía Quarracino, Distéfano, Colino, Ognanovich (sic) y tantos otros que hacían oír sus voces a gritos para que los gobernantes cambiaran el rumbo”, escribió tras la difusión del documento de la Conferencia Episcopal Argentina con críticas al proyecto para reformar el Código Civil.

“Que lastimosa fue la sucesión del Primado, nunca con el nuevo se entendieron los mensajes”, aseveró en clara referencia a quien era por entonces el número uno de la Iglesia argentina.

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