Compartir oficina, una práctica que se extiende entre los profesionales

Se conoce como “co-working” y ha proliferado en Mendoza en el último tiempo. Dicen que cuida el bolsillo y estimula la creatividad.

Compartir oficina, una práctica que se extiende entre los profesionales

Un contador revisa sus balances mientras que a su lado un arquitecto acomoda sus lápices y planos de edificios. A pocos metros, una psicóloga atiende a un paciente mientras una diseñadora vuelve del patio compartido con nuevas ideas para trabajar. Es una oficina compartida, un concepto que no es nuevo pero que empieza a echar raíces en la provincia.

“Se trata de compartir el espacio, ser independientes y al mismo tiempo compartir trabajos”, lo describe Alejandro Maraso, uno de los creadores de Hábitat Creativo, ubicado en el Callejón Lemos (Ciudad). Además, este lugar busca ser un espacio cultural y ha contado con exposiciones de fotos y músicos invitados.

El antecedente más fuerte que tuvo Mendoza en este aspecto fue la Urban Station, un edificio ubicado en calle Espejo que ofrecía alquilar una oficina por horas. Algunos dicen que era confundido con un cibercafé, otros que era problemático por el tráfico y otros que la sociedad no estaba lista: lo cierto es que no prosperó.

Maraso vivió la experiencia en carne propia al vivir en Francia, cuando conoció una casa donde trabajaban cuatro empresas. Similares propuestas vio en otras partes de Europa y en 2010 comenzó con el proyecto en el Gran Mendoza.

“Mendoza es un lugar difícil, es complicado”, comenta tras recordar varias dificultades que tuvieron al querer replicarlo. La gente rotaba de forma rápida y finalmente el año pasado se consolidó un grupo de 10 personas que hasta hoy trabajan allí.

La dinámica puede variar según el lugar donde se consulte, pero básicamente el sistema es así: uno paga por un espacio físico, por lo general un escritorio, que puede estar en una habitación privada o no. Dentro del local cada uno hace su trabajo pero a la vez se generan proyectos en conjunto o consultas. En algunos casos también se realizan cursos entre ellos y comentan en pocos minutos cómo avanzan sus trabajos.

Entre otros aspectos positivos destacan el menor costo de alquiler y el conseguir clientes gracias a los contactos. En cuanto a los aspectos negativos, el lugar no es enteramente personal (a algunos molesta que toquen las cosas propias), es fácil distraerse del propio trabajo y si la empresa de uno crece conviene buscar un lugar con mayor espacio.

Fernando Ferri, contador, también mudó su oficina a un escritorio de Hábitat Creativo. “El tema de vincularse con otra gente me parece muy bueno. Siempre te llegan consultas y salen clientes porque estás con gente que lo necesita. El estar con otras carreras te genera más trabajo”, afirma tras dejar su escritorio personal ubicado junto al de un arquitecto.

Otra de las historias es la de Alicia Correa y su amiga Suad Lorena Chaban, que conocieron la idea por internet y armaron su propio espacio, NLEEM, en Godoy Cruz. Contactaron con varios emprendedores hasta que a fines de 2015 concretaron con un grupo.

Hoy son 9 personas (nunca en simultáneo) más los clientes de cada profesional. Correa espera que la propuesta crezca con más actividades entre ellos: “La idea a futuro es generar más interacción entre los partícipes. Por ejemplo, fue viernes casual y tomamos algo”.

Sus hacedores de estos espacios coinciden en que el principal interés no pasa por lo económico si no por los intercambios y el trabajo en grupo. “No sacamos un mango”, bromea Maraso mientras cuenta que los costos son para pagar el alquiler de la casa y los servicios. Lo único que pide es que sean personas a las que les guste interactuar con otras. La invitación queda abierta.

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