Lo hemos manifestado en reiteradas oportunidades desde estas columnas, pero vale la pena recordarlo: la cercanía de las fiestas de fin de año suele multiplicar el malestar en gran parte de la gente porque se incrementan sus gastos y, además, muchos quieren pensar también en sus vacaciones.
Esa "presión" de las bases suele ser utilizada por la dirigencia sindical para recuperar parte de los espacios políticos que ha perdido y muchas veces los reclamos suelen centrarse en el plano de lo discursivo, a sabiendas de que de inmediato vienen dos meses de tranquilidad -enero y febrero- para volver a reclamar a principios de marzo, cuando a la gente se le incrementan los gastos con motivo de la iniciación del ciclo lectivo.
Es histórico y este año no es la excepción, aunque también habría que señalar que los sindicalistas son conscientes de que, si no actúan, el espacio que dejan libre -por el efecto de vasos comunicantes- es ocupado por otros y en esta oportunidad, políticamente dentro del peronismo, ese "otro" puede convertirse en una "otra", porque inmediatamente después de jurar como senadora nacional, la ex presidenta Cristina Fernández se puso a trabajar de lleno para rechazar la reforma previsional. De allí que no llamara la atención que la CGT haya salido a decir públicamente que acepta que la reforma laboral sea tratada por el Congreso, pero anticipa su rechazo absoluto a la previsional.
Para conocer con mayor profundidad lo que está sucediendo con el sindicalismo nacional, vale la pena señalar lo ocurrido en las dos últimas semanas.
Frustrada reunión con Francisco
La delegación argentina que viajó a Roma para participar de una audiencia con el Papa Francisco era más que importante. Porque estaban representados distintos sectores del sindicalismo, entre los que se encontraban dos de los tres secretarios generales de la CGT (Héctor Daer y Juan Carlos Schmid); el titular de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, Esteban Castro; Pablo Micheli, de la CTA y los dirigentes Omar Viviani, Julio Piumato, Roberto Baradel y Gerardo Martínez, entre otros.
Estaban todos, pero hubo uno que faltó a la cita: el Papa Francisco. Bergoglio se bajó del cierre del encuentro a último momento y dejó a los gremialistas argentinos sin la tan ansiada fotografía. Escribió una carta, la que fue leída ante el plenario de todas partes del mundo. Si bien los dirigentes sindicales prefirieron mantener el silencio, hubo uno, Pablo Micheli que salió a expresar su molestia.
El dirigente de la CTA manifestó que "estoy con una gran desilusión y una bronca que vuelo", para agregar que "los compañeros hicimos un gran esfuerzo, pagamos los pasajes y el hotel" y terminó asegurando que la ausencia del Papa "no nos ayuda en la situación que vivimos los argentinos".
No hubo comunicado oficial sobre la inasistencia del Papa, pero todo lleva a indicar que el Sumo Pontífice no quiso "comprar" un conflicto. Porque muchos buscan "la foto" con el Sumo Pontífice para intentar llevar agua hacia su molino.
A modo de ejemplo y salvando las distancias entre un personaje y otro, podríamos señalar lo que sucedía con el ex titular de la CGT, Saúl Ubaldini. El dirigente de los cerveceros tenía a un amigo personal como fotógrafo particular.
Ese amigo sacaba las fotos, especialmente con los dirigentes del interior y luego se las vendía. Pero muchos de ellos, mostrando la foto, inventaban una historia, indicando que habían estado con Ubaldini y habían tratado determinado tema.
Cuando personalmente le consulté a Ubaldini sobre la situación, respondió que sabía lo que ocurría, aclarando que "por eso me fijo mucho en con quien me saco la foto. Otro tanto sucede con Lorenzo (Miguel)", me indicó.
Una reforma sí, la otra no
El restante tema pasa por establecer la posición adoptada oficialmente por la CGT nacional, frente a la discusión de los proyectos de ley sobre la reforma laboral y la previsional. La central obrera dio el aval para el tratamiento del primero de los temas, pero rechazó de plano la posible modificación de la reforma previsional.
En el primero de los casos, el de la reforma laboral provocó una grieta dentro de la central obrera, en razón de que el camionero Pablo Moyano se sumó a los reclamos de la CTA, de manera tal que de un lado se ubicaron los "dialoguistas", que acordaron cambios con el Gobierno y del otro los "duros".
Uno de los habituales informantes de la CGT dijo "of de récord" que "la posición de respaldo a la reforma es unificada y orgánica. Que Pablo Moyano, por un juego político quiera hacer otra cosa es su problema" y trascendió que la conducción de la central obrera vincula a la posición de Pablo (Moyano) con las internas en camioneros y con el conflicto con el futuro de OCA, que afecta a su padre Hugo.
No descartan tampoco que intenten mantener cierto liderazgo ante las denuncias que están surgiendo respecto de la barra brava del club Independiente, del que Hugo es presidente.
Distinto es el caso de la reforma previsional. Hubo malestar en la central obrera porque no fue consultada por el Gobierno para opinar sobre los cambios y la fórmula prevista para el cálculo trimestral de haberes.
"No vamos a aceptar ningún cálculo que atente contra el poder adquisitivo de las jubilaciones y no entendemos por qué le quieren bajar el sueldo a los jubilados", señaló un sindicalista.
El endurecimiento cegetista responde a dos aspectos: uno en el plano interno, en razón de que el silencio deja espacios abiertos para que los ocupen los más duros, entre quienes se encuentran los camioneros, el bancario mendocino Sergio Palazzo y dirigentes de las dos centrales de trabajadores, entre otros, a quienes se suman los partidos de izquierda, muchos de los cuales están impulsando la ubicación de dirigentes en los planos medios, como delegados de empresas.
El restante planteo pasa por la política, especialmente en el justicialismo. En la atomización por la que atraviesa el partido, el sindicalismo puede ocupar un espacio importante si mantiene la unidad.
Por ese motivo no puede mantener la indiferencia ante iniciativas que generan algún tipo de malestar social, como sucede con la reforma previsional.
Mucho más cuando, ni lerda ni perezosa, la ex presidenta Cristina Fernández se puso a trabajar en el tema inmediatamente después de prestar juramento en el Senado nacional.
Los próximos días pueden resultar fundamentales porque de hecho, el "año político" termina el 22 del actual y vuelve a recomenzar a mediados de febrero del año próximo.