Finales del siglo XVIII se habían comenzado a difundir los ideales de la Revolución francesa de 1789, en la cual una asamblea popular finalizó con siglos de monarquía con la destitución y ejecuciones del rey de Francia Luis XVI y su esposa María Antonieta y la supresión de los privilegios de los nobles. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuyos principios eran Liberté, égalité, fraternité («libertad, igualdad, fraternidad»), tuvo una gran repercusión entre los jóvenes de la burguesía criolla.
En Gran Bretaña, mientras tanto, se inicia la revolución industrial, y para satisfacer ampliamente las necesidades de su propia población necesitaba nuevos mercados a los cuales vender su creciente producción de carbón, acero, telas y ropa. Gran Bretaña ambicionaba que el comercio de las colonias españolas en América dejara de estar monopolizado por su metrópoli. Para lograr este fin intentó conquistarlas –intentona fallida en el Río de la Plata mediante las dos Invasiones Inglesas, de 1806 y 1807– o bien promovió su emancipación.
En Europa se desarrollaban las Guerras Napoleónicas, que enfrentaron al Imperio Napoleónico francés contra Gran Bretaña y España, entre otros países. Francia tuvo una gran ventaja inicial y forzó la renuncia de Carlos IV de España y su hijo Fernando VII. Es derrocada la Junta Suprema de España.
En Sudamérica, la noticia llegó paralelamente al espíritu político de los burgueses criollos que aprovecharon el momento para reclamar la conducción política impulsado por el control del comercio exterior, el cual era monopolio de España e impedía comercializar con otras potencias.
Inglaterra vio la oportunidad de nuevas conquistas y encaminó hacia el Río de La Plata. Allí se encontraron con tropas argentinas, sin ayuda de España, que logró vencer en dos oportunidades con tropas criollas que luego tendrían gran peso político como la del Regimiento de Patricios liderado por Cornelio Saavedra. Esto levantó aún más los ánimos independentistas.
Los partidarios de la autonomía se llamaban a sí mismos Patriotas, mientras que los partidarios de la realeza española eran realistas.
La Semana de Mayo es la semana que transcurrió en Buenos Aires, entre el 18 y el 25 de mayo de 1810, que se inició con la confirmación de la caída de la Junta Suprema Central y desembocó en la destitución del virrey Cisneros y la asunción de la Primera Junta.
El lunes 14 de mayo llegó al puerto de Buenos Aires la goleta de guerra británica HMS Mistletoe, procedente de Gibraltar, con periódicos del mes de enero que anunciaban la disolución de la Junta Suprema Central al ser tomada la ciudad de Sevilla por los franceses, que ya dominaban casi toda la Península, señalando que algunos diputados se habían refugiado en la isla de León, en Cádiz.
La Junta era uno de los últimos bastiones del poder de la corona española, y había caído ante el imperio napoleónico, que ya había alejado con anterioridad al rey Fernando VII mediante las Abdicaciones de Bayona.
El día 17 se conocieron en Buenos Aires noticias coincidentes llegadas a Montevideo el día 13 en la fragata británica HMS John Paris, agregándose que los diputados de la Junta habían sido rechazados estableciéndose una Junta en Cádiz. Se había constituido un Consejo de Regencia de España e Indias, pero ninguno de los dos barcos transmitió esa noticia. Cisneros intentó ocultar las noticias estableciendo una rigurosa vigilancia en torno a las naves de guerra británicas e incautando todos los periódicos que desembarcaron de los barcos, pero uno de ellos llegó a manos de Manuel Belgrano y de Juan José Castelli.
Estos se encargaron de difundir la noticia, que ponía en entredicho la legitimidad del virrey, nombrado por la Junta caída.
También se puso al tanto de las noticias a Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios, que en ocasiones anteriores había desaconsejado tomar medidas contra el virrey.
Saavedra consideraba que, desde un punto de vista estratégico, el momento ideal para actuar sería cuando las fuerzas napoleónicas lograran una ventaja decisiva en la guerra contra España.
Al conocer las noticias de la caída de la Junta de Sevilla, Saavedra consideró que el momento había llegado. El grupo encabezado por Castelli se inclinaba por la realización de un cabildo abierto, mientras los militares criollos proponían deponer al virrey por la fuerza. Finalmente un cabildo abierto sería.
El 21 de mayo se repartieron cuatrocientos cincuenta invitaciones entre los principales vecinos y autoridades de la capital. La lista de invitados fue elaborada por el Cabildo teniendo en cuenta a los vecinos más prominentes de la ciudad. Sin embargo el encargado de su impresión, Agustín Donado, compañero de French y Beruti, imprimió muchas más de las necesarias y las repartió entre los criollos.
El miércoles 22 de mayo, tras la finalización del Cabildo abierto informó la creación de una Junta de gobierno y la convocatoria a diputados de las provincias, y llamaba a abstenerse de intentar acciones contrarias al orden público.
Esta Junta respondía a la propuesta del obispo Lué y Riega de mantener al virrey en el poder con algunos asociados o adjuntos, a pesar de que en el Cabildo abierto, la misma hubiera sido derrotada en las elecciones. La noticia fue dada a conocer, tanto el pueblo como las milicias volvieron a agitarse, y la plaza fue invadida por una multitud comandada por French y Beruti. La permanencia de Cisneros en el poder, aunque fuera con un cargo diferente al de virrey, fue vista como una burla.
Hubo una discusión en la casa de Rodríguez Peña, lugar en que se reunieron dirigentes civiles y oficiales de los cuerpos, entre ellos: Manuel Belgrano, Eustoquio Díaz Vélez, Domingo French y Feliciano Antonio Chiclana donde se llegó a dudar de la lealtad de Saavedra. Castelli se comprometió a intervenir para que el pueblo fuera consultado nuevamente, y entre Mariano Moreno, Matías Irigoyen y Feliciano Chiclana se calmó a los militares y a la juventud de la plaza. Finalmente decidieron deshacer lo hecho, convocar nuevamente al pueblo y obtener del cabildo una modificación sustancial con una lista de candidatos propios. Cisneros no podía figurar.
Durante la mañana del 25 de mayo, una gran multitud comenzó a reunirse en la plaza de la Victoria, actual plaza de Mayo, liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la anulación de la resolución del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y la formación de otra Junta de gobierno.
El 25, la multitud invadió la sala capitular, reclamando la renuncia del virrey. Para calmar los ánimos, el petitorio fue leído en voz alta. El reglamento que regiría a la Junta fue, a grandes rasgos, el mismo que se había propuesto para la Junta del 24, añadiendo que el Cabildo controlaría la actividad de los vocales y que la Junta nombraría reemplazantes en caso de producirse vacantes. La titulada Junta provisional gubernativa de la capital del Río de la Plata —según consta en la proclama del 26 de mayo de 1810— que la tradición y la historiografía conocen como la Primera Junta.
La Junta era un cuerpo plural que estaba integrada por nueve miembros. Desde el punto de vista de su lugar de nacimiento estaba integrada por representantes de dos continentes: siete de ellos eran americanos o criollos y dos españoles o peninsulares, estos últimos eran Matheu y Larrea. Desde el punto de vista social estaba conformada por representantes de cuatro sectores: cuatro abogados, Belgrano, Castelli, Moreno y Paso; dos militares, Saavedra y Azcuénaga; dos comerciantes, Larrea y Matheu; y un sacerdote, Alberti.
Desde el punto de vista político, los tres partidos revolucionarios estaban representados por tres miembros cada uno: los moderados, Saavedra, Azcuénaga y Alberti; los carlotistas, Castelli, Belgrano y Paso; y los juntistas o alzaguistas, Matheu, Larrea y Moreno.43?
Saavedra, el presidente de la Junta, habló a la muchedumbre reunida bajo la lluvia, y luego se trasladó al Fuerte entre salvas de artillería y toques de campana.
Mientras que la primera acta del Cabildo de Buenos Aires del 25 de mayo, fue remitir una circular a los cabildos del interior, para que las provincias envíen diputados a la capital.