Cómo se forman los precios

Las diferencias que existen entre los diversos comercios y los incrementos que sufren los productos del campo en los negocios, obligan a revisar la cadena de valor en los distintos sectores.

Cómo se forman los precios

Es recurrente el debate, y más cuando la inflación nos acompaña durante años, sobre cómo se forman los precios.

La discusión comenzó fuerte durante la época del kirchnerismo, cuando acusaban a supermercados de fijar los precios, pero no hicieron nada para que el proceso no continuara, sólo implementar el programa Precios Cuidados para mantener controlados los valores de productos básicos que hoy continúa para que el impacto de las subas sea más leve en los sectores medios bajos y bajos.

Pero nada hicieron con las empresas que elaboran la mayoría de los productos y que al concentrarse cada vez más (un caso concreto es el de Arcor) logran imponer los precios sin problemas.

A la hora de analizar el precio final de un producto que paga el consumidor se debe analizar cada eslabón que compone la cadena de valor de ese bien hallado en un proceso económico.

El problema también se instaló por otro factor no menor, el aluvión de mendocinos que viajan a Chile a comprar ropa y el debate se instala más a pocos días de que se pueda volver a comprar ropa en el exterior a precios mucho más bajos que los de los comercios locales.

Pero el informe no solo alcanza lo textil, también se analizan otros productos sensibles al bolsillo de los mendocinos.

Distorsiones

En la temporada 2015/2016, la diferencia entre el precio minorista y el precio percibido por los productores de los principales productos agrícolas de Mendoza fue de 8,5 veces en promedio.

Frente a las distorsiones de precios, es que el presidente de Economías Regionales de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CA ME), Raúl Robín, mencionó que el Estado nacional debería mirar lo que sucede en los dos extremos de la cadena.

Por un lado señaló que debería buscar herramientas para que los productores manejen márgenes de rentabilidad. Una de las políticas sería la formación de precios a los productores a través de acuerdos entre vendedores y compradores.

“Esto sólo se puede hacer a través de un estudio de costos que productores deberían presentar y por medio de eso generar una lista de precios que garanticen un mínimo de rentabilidad al productor”, señaló el directivo.

Además, consideró el directivo de CAME que en la mayoría de los productos industriales el problema es la concentración, que en definitiva son los formadores de precios, como pasa con el sector vitivinícola.

En otro extremo, encontramos a las grandes superficies que remarcan los precios. En base a esto, el presidente de Economías Regionales de la CAME dijo que también el gobierno debería controlar. “Los mecanismos utilizados hasta el momento, como poner precios de referencias a través de Precios Cuidados, o Precios Claros, no surten buenos resultados”, remarcó.

Pero las disparidades de precios en la Argentina superan esos factores, “detectándose problemas estructurales y comportamientos especulativos que explican por qué lo que paga el consumidor multiplica, en tantas veces, al valor del producto en el campo.

Desde los altos costos de fletes y logísticos, la elevada carga fiscal, abusos de muchos intermediarios y hasta especulaciones en la oferta se evidencian en el eslabón comercial.

Estos generan abultados márgenes que explican la evolución irracional que muchas veces tienen los precios”, puntualizó Robín.

La ropa

Por qué un pantalón puede valer en algunos sitios 2.000 pesos y en otros apenas 600 pesos, o una remera de algodón en el shopping a 500 pesos y en el microcentro de Mendoza 250 pesos. Además en la provincia el precio es mucho más caro que en Buenos Aires.

La diferencia y los valores que manejan actualmente los locales comerciales nacen ante el interrogante que muchos consumidores se hacen; y es, “¡cómo puede ser que un pedazo de tela cueste $ 1.000!”.

Este comentario, además, se ha hecho evidente en los últimos meses teniendo en cuenta la pérdida del poder de compra de los mendocinos, que ante los incrementos de precios muchos optan por ir a Chile a adquirir todo tipo de prendas para la familia.

En base a un informe elaborado de Fundación ProTejer, se pudo llegar a dar cuentas que en definitiva la ganancia de las marcas no es tal. El análisis de la composición del precio final que abona un consumidor por una prenda de marca comercializada en un shopping o calle comercial muestra que más de la mitad del precio, alrededor de un 55% en promedio, está relacionado con gastos que abona el consumidor y que no remuneran a ningún eslabón de la cadena de valor textil e indumentaria.

Este porcentaje equivalente al 55% del precio final de una ropa de marca y se destina al pago de impuestos, al de gastos inmobiliarios por alquileres en calles comerciales y/o shoppings, y los gastos financieros relacionados al uso de tarjetas de crédito y débito y promociones bancarias afrontadas por las empresas de indumentaria.

En ese 55% se incluye el pago de los impuestos (IVA, impuesto a las Ganancias, Ingresos Brutos, e impuesto a los Débitos y Créditos Bancarios) equivalen a un 25,5%. Casi un 15% se destina a costos generados por la renta o alquiler de locales en centros comerciales/shoppings o zonas de outlets.

Los gastos asociados a la renta del espacio comercial no sólo asume el alquiler y expensas, sino que incluyen también el fondo de publicidad mensual obligatorio, y otros costos irrecuperables para el locatario como el pago de la llave, un aporte inicial de publicidad, comisión inmobiliaria, entre otros.

Otro 15% corresponde a los gastos asociados con el costo financiero por el uso de tarjetas de crédito o débito, y por las promociones bancarias.

Es que a los costos mensuales por el posnet se debe adicionar el del arancel por el uso de los plásticos, de un 3% y un 1,5% (porcentajes muy superiores a los que se abonan en Europa y Estados Unidos) y finalmente el costo que imponen las entidades por las cuotas; así como también las promociones y descuentos, que en gran parte tienen que pagar las marcas.

El resto del precio final, un 45%, está compuesto por el costo de fabricación del artículo, el diseño y marketing asociado a la prenda, la comercialización y distribución y la rentabilidad de la empresa de indumentaria.

En ese 45%, siempre según datos de la Fundación ProTejer, tenemos los costos de fabricación, que en promedio representan un 20% del precio final de la prenda, se incluyen todos los procesos relacionados a la producción de la cadena textil como el procesamiento de la fibra, la fabricación de hilado, la producción de tejido, el teñido y el acabado de las telas, el corte, la confección, y los gastos asociados a la fabricación.

En el caso de comercialización y distribución, que suman un 15% del precio final, se agrupan los costos relacionados a la fuerza de ventas, administración, distribución y logística para poder realizar la venta de la prenda.

Según remarcó el presidente de Fundación ProTejer, Jorge Sorabilla, la diferencia entre una prenda de marca a una que no lo es, es que “el diseño, desarrollo de producto, publicidad y marketing, tienen un peso importante en el valor de la prenda final”.

Este directivo como el economista a cargo del informe en su momento, y hoy asesor de cámaras textiles, Mariano Kestelboim, coincidieron en que la diferencia de precios entre Buenos Aires y Mendoza tiene que ver a dos factores.

Uno de ellos es el flete, el cual tiene una incidencia importante en la variación de precios de un jean o una remera de marca, pero otro muy importante, “es el tema de que todos los negocios de Mendoza son franquicias, las cuales son muy costosas, y por ende, el emprendedor debe subir los valores para recuperar su inversión”.

Sobre la diferencia de precios que hay entre un jean del shopping y del centro de Mendoza, el economista estimó que la diferencia de precio no tiene que ver con la calidad.

El margen está dado por los costos comerciales y desarrollo de marca. Un local del centro, marca “X” no tiene que pagar altos precios de alquileres, llave en mano, costo de admisión -que en algunos casos es el equivalente a 25 alquileres-, entre otros.

De este modo, es que acentuó el economista Mariano Kestelboim, que quien se apropia de gran parte del precio de la indumentaria en Argentina son los dueños de las grandes superficies comerciales.

La carne

En dónde está la distorsión, si es que la hay, o por qué tal corte es más económico que otro y por qué llega el kilo de asado de novillo a $ 120 el kilo. Victorio Glielmi, que además de abastero, es uno de los dueños del matadero frigorífico María del Carmen y de 6 carnicerías en Mendoza, explicó a Los Andes la cadena de valor y cómo se llega a los precios actuales en la provincia.

En primer lugar, los mendocinos deben conseguir la hacienda yendo a los campos en San Luis, La Pampa o al Sur de Córdoba o asistir a ferias de remate de hacienda donde los gastos son muy altos. También se puede acordar con un comisionista y pagarle el 2% sobre el total de la compra.

Este último caso, es más caro pero de esa manera se evita el viaje. En este punto, encontramos la primera diferencia de precios entre Mendoza y Buenos Aires, ya que en esta última las distancias del campo a los mataderos son más cortas y no deben recorrer los 500 o 1.000 kilómetros que tiene que hacer un mendocino.

De este modo, es que hoy se le está pagando alrededor de $ 35 el kilo de animal vivo con impuestos incluidos. Un novillo, explicó el empresario, tiene un peso aproximado de 380 kilos. Luego, ese animal comprado por el abastero es trasladado a Mendoza en un camión que transporta por lo menos 40 animales y tiene un costo de 13 mil pesos.

Una vez en Mendoza, esos animales se trasladan al matadero que los faena. El rendimiento de un animal es del 58% que queda de carne, más cuero y achuras. El costo de la faena es de $ 1.000 por animal, más el canon de Senasa que es de $ 10 por cabeza, flete y comisión antes mencionada.

Una vez faenado, y con el 42% menos de carne, se pasa a las cámaras que al tomar la temperatura adecuada se envía a las carnicerías. El costo, en este segundo eslabón es de $ 69, que al restarle la ganancia de la venta del cuero y las achuras, queda para el abastero o frigorífico a $ 64 con ganancia incluida que es vendido a las carnicerías.

En el tercer eslabón tenemos el carnicero. A éste le llega la media res de carne que tiene que descontarle del 100%, el 30% que corresponde a grasa y huesos. Por ende de 100 kilos que compró le quedan 70. De este modo, es que el comerciante le queda un costo de $ 80 por kilo.

De allí, es que arrancan para colocar los precios de cada uno de los cortes, teniendo en cuenta sus costos fijos, como empleados, alquiler, impuestos, etc. así como la ganancia. Además, se toma en cuenta que de esos 70 kilos, una parte como por ejemplo la molida, el osobuco, cogote y otros se venden más baratos que el costo del kilo -en promedio $ 55- por ende deben buscar la rentabilidad en otros cortes, como el asado de novillo que se vende alrededor de $ 120 o los bifes de cortes de blanda $ 105.

Finalmente, según el Iaraf, dentro del precio final de la carne el 39% corresponde a impuestos. De estos, 9,5% van a IVA, 10,5% a seguridad social, 4,8% a ganancias, entre otros. Por ende, el 61% del precio corresponde a costos y rentabilidad.

El sachet de leche

El precio promedio de la leche en abril se multiplicó por 4,76 veces desde que sale de la vaca hasta que llega al consumidor, según datos aportados por la CAME en base al Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD).

La distorsión que existe en esta cadena de valor ha estado en tela de juicio durante el último tiempo, teniendo en cuenta los altos incrementos, sobre todo después de las inundaciones que se registraron en las cuencas lecheras de Argentina. No obstante, el presidente de Economías Regionales de la CAME, Raúl Robín, señaló cómo llegaron a ese IPOD y cómo es la cadena de uno de los productos más sensibles dentro de la canasta básica alimentaria.

De este modo, contó que en el tambo al productor se le paga el litro de leche cruda a $ 4 el litro. Luego la industria, que le saca la grasa y hace queso, manteca, etc., con la parte que queda la envasa en sachet. De allí, la industria vende ese litro envasado a $ 9; en el que incluye costos de flete, impuestos, empleados, entre otros.

“Para el caso de los supermercados llega a ese valor, mientras que para los almacenes, el proceso es más largo, ya que entra otro eslabón en la cadena que es el distribuidor o mayorista”, explicó Robín.

Sin embargo, continuando el circuito, de esos casi 5 pesos con el que sale de la industria, es el último eslabón y en definitiva el formador de precios el que remarca de manera “abismal” el valor del producto, llegando el litro de sachet de leche a casi 20 pesos en las góndolas.

En el caso de Mendoza, la única fábrica es Yogurlac. Rubén Ferrero, contó que ellos le compran la leche a dos tambos de Mendoza a         $ 5,50 más IVA, a $ 6,60 el litro.

De allí, una vez en fábrica, realizan todos los procedimientos correspondiente, pasteurizando, homogeneizando el producto, la envasan, etc. Allí, sale al tercer eslabón -distribuidor- a un costo de $ 11 el litro. De este valor, el empresario contó que  el pago de sueldos implica unos $ 2,75.

Este costo, reveló Ferrero es muy alto, y es que “actualmente, un trabajador de la industria lechera cobra entre 22.000 y 26.000 pesos por mes, lo que significa para la empresa una erogación de 34.000 pesos por operario. considerando los aportes patronales”.

Luego de esos 11 pesos, la mitad corresponde a materia prima y el resto son costo de envase, procesamiento e impuestos. Según mencionó Ferrero, la industria en la leche no tiene margen de rentabilidad, sino que lo trabajan ya que es el gancho para otros productos que la empresa tiene como por ejemplo yogur, postres, quesos, etc. Y el último eslabón de la cadena, que es el precio que paga el consumidor final es de $ 12,5 el litro.

El vino

El Observatorio de Economías Regionales de Acovi, analizó la brecha de precios del vino blanco común para el año 2016. Del análisis de precios se desprende que hay una brecha en promedio de casi 7 veces (6,78) entre el precio final que paga el consumidor en góndola por el producto listo para consumir -vino blanco común en tetra brik- y el precio de traslado (precio recibido por la bodega elaboradora y trasladista que vende vino al eslabón fraccionador).

Es decir que el precio final es casi 7 veces la retribución del eslabón elaborador. El precio de traslado se ha tonificado a lo largo del 2016 -enero/abril-, acumulando un incremento de 61%. En cuanto al precio final de 1 litro de vino blanco común en envase tetra brik, acumula una variación de 11% respecto de enero 2016.

Dados estos aumentos, si bien la brecha entre ambos precios se viene achicando (un 31% respecto de enero), no deja de ser importante. De este modo, se analiza, que el precio de vino blanco promedio general a comienzos de 2016 era de $ 1,75, mientras que en abril fue de $ 2,81. Mientras que el precio en góndola del tetra blanco pasó en enero de $ 14 a $ 15,5.

Asimismo, el precio promedio que se le pagó al productor primario por la materia prima, en este caso la uva, fue en promedio de $ 200 el quintal, para uva blanca común. Teniendo en cuenta un factor de reconversión de 1,25 kg de uva por litro de vino.

Es decir que se necesitan 1,25 kg de materia prima procesada para obtener 1 litro de vino, el precio que recibió el productor por 1,25 kg de uva blanca común fue en promedio de $ 2,5 (el precio estimado por productores en función de datos de esta última cosecha, ya que aún no se encuentran publicados los precios  de uva correspondientes a esta vendimia).

En base a esta situación, el presente análisis indica que el productor vitivinícola es el agente económico de menor peso en la cadena de valor. En promedio el precio en góndola es 6 veces mayor a lo que recibe el viñatero por 1,25 kg de uva, que es lo necesario para obtener 1 litro de vino.

Según señalaron desde el observatorio de ACOVI, tanto el eslabón primario como el elaborador, que son fundamentales en la creación y generación de valor en la cadena productiva, son los menos retribuidos, su peso dentro de la cadena es bajo. Visto desde otro enfoque, el precio que recibe el productor representa tan sólo el 16,6% del precio del producto final.

En base a datos para 2014 el precio en góndola superó en 2,3 veces al precio de planchada. A su vez, analizando los costos, el consumidor final paga casi el doble del costo de elaboración y fraccionamiento. Esta brecha se viene ampliando en cada temporada.

Por otro lado, y según un informe presentado por ACOVI en conjunto con MasConsulting en 2015, el 44% del precio de venta final en el mercado interno de bebidas se explica por el sistema tributario, previsional y de seguridad social de los tres niveles de Gobierno (nacional, provincial y municipal).

Dentro de ese porcentaje, los que mayor presión tienen son el IVA que concentra el 17%, seguido de Seguridad Social con el 8% e Ingresos Brutos con el 7%.

Sector frutícola y hortícola

Como anticipamos, durante la temporada 2015/2016, la diferencia entre el precio minorista y el precio percibido por los productores de los principales productos agrícolas de Mendoza fue de 8,5 veces en promedio. En otras palabras -según un informe de Fundación Ideal- lo que paga el consumidor final es 8,5 veces más caro de lo que recibe el productor en el campo.

El dato promedio esconde asimetrías que varían según el producto considerado. En algunos casos, la brecha es muy superior. Por ejemplo, en el caso de la ciruela desecada el precio minorista es 21,4 veces más alto que el precio pagado al productor.

Le siguen el ajo y la manzana para consumo en fresco, por los cuales el consumidor final paga 12,8 y 8,9 veces más de lo que recibe el productor. El resto de los productos considerados exhibe brechas menores al promedio: en el durazno enlatado 6,8 veces; en la pera en fresco 5,8; en el durazno en fresco 3,7 y en la ciruela en fresco 3,3 veces.

Además, Los Andes buscó algunos otros productos de gran consumo, como puede ser la lechuga, el tomate, y en caso de las frutas, banana, manzana y naranja.

De este modo, por ejemplo el kilo de lechuga mantecosa se paga -según CA ME- a $ 11,30, pero lo venden en los mercados cooperativos de Mendoza a $ 25, mientras que algunas verdulerías la ofrecen a $ 40. La papa, por ejemplo, al productor se le paga $ 5,3, en el mercado mayorista está a $ 7,14 y en las verdulerías a $ 15. En el caso del tomate redondo, el productor obtiene $ 16,3 y en las verdulerías a $ 40.

Para el caso de las frutas, las variaciones son similares. La manzana roja pasa de $ 3,1 a $ 7,50 y $ 35 que paga el consumidor en Mendoza. La naranja, tiene una diferencia que pasa de $ 1,6 al productor, mayorista $ 9,41 y minorista $ 17,9.

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