Promedia diciembre y los diferentes eventos, fiestas de fin de año, el preludio de Vendimia (falta, pero no tanto) y el movimiento turístico, propician la aparición de los trabajos temporales.
Una opción valiosa para quienes estén sin un empleo estable, que no siempre requiere experiencia, sino estar predispuesto.
“Uno tiene que irse adaptando a los nuevos tiempos, algo que implica ver que hay cada vez más trabajos temporarios que contemplan por un lado la flexibilidad de tiempos, horarios, conocer nuevos mercados, áreas de servicio e involucramiento con otros sectores en los que uno no había trabajado”, sostiene la psicóloga laboral Viviana Imperiale.
Una acción que genera para el sujeto nuevas redes de contacto, ampliar y profundizar conocimientos que no habría adquirido si no hubiera existido esa experiencia laboral.
“Eso sí: para que esto ocurra debe dejarse de lado esa vieja creencia de que los trabajos son de por vida”, argumenta la psicóloga.
- ¿Cómo debería entonces concebirse?
- Sería importante que la persona atesore que la capacidad de trabajo va a ser para toda la vida, pero no el empleo en sí; ya que hoy no se concentra en un solo espacio.
A veces se trata de empleos temporales diferentes, en los que uno va utilizando sus conocimientos, aprovechándolos y abocándolos en distintos sectores.
Los artistas mendocinos, por ejemplo, con las fiestas vendimiales tienen un gran espectro de oportunidades para mostrar lo que han adquirido o aprendido, generando nuevas redes de contactos y vínculos que ayudan a que puedan continuar abriendo opciones laborales, y conociendo nuevos ámbitos.
- ¿Qué aspectos se tienen que tener en cuenta para acceder a este tipo de trabajo?
- Primero la capacidad de organización y planificación para poder optimizar sus tiempos, negociar sus beneficios (ya que no son los mismos que un empleo estable), y aprehender cómo administrar el dinero en las épocas de bonanza, por aquellas de escasez para mantener los niveles de ingreso.
- ¿Se tiene que preparar de determinada manera la persona?
- El tema va más allá de los conocimientos que el sujeto tenga (obvio que es mucho mejor si tiene una buena capacitación) pero también es importante ver por qué uno desea presentarse a determinado trabajo, más allá del dinero, ya que este último no alcanza para cubrir el malestar y las consecuencias que implica trabajar a disgusto.
Eso después se paga con el cuerpo, de una u otra manera. Uno tiene que ver si la experiencia genera un buen monto de energía, un aprendizaje o desafío.
Entonces se tiene la energía y la predisposición “para”. Por ejemplo la persona posee un trabajo de atención al público, y es una actividad que le desagrada profundamente. No va a tener una buena cara, ni generará buenas ventas.
Las empresas, más allá del conocimiento, están valorando mucho la denominada “cultura del trabajo” que es ni más ni menos, que esto que explicamos, vinculado a la predisposición y ganas de trabajar (sin que sea sobreexplotación, que también existe).
- ¿Este tipo de empleo sirve como propulsor para conseguir en algún momento un trabajo estable?
- Totalmente ya que implican capacidad de adaptación a diferentes contextos, situaciones y públicos, demostrando un buen compromiso con la cultura del trabajo y adquiriendo nuevos contactos, que hoy es algo sumamente importante de tener.
También nuevos conocimientos y aprendizajes.
- ¿Qué contras tienen?
- Se necesita mucha capacidad de adaptación, de prever y organizar y distribuir adecuadamente los ingresos, el hecho de no caer en la sobreexplotación. Además no tienen los mismos beneficios de un empleo estable (en seguros, salud, etc.) por eso hay que saber negociar.
Es bueno modificar preconceptos de algunos empleadores, ya que es una época ideal para contratar gente que ha estado desvinculada del mercado laboral por maternidad, inexperiencia (pero con ganas de aprender) o por ser jubilada, pero que desea trabajar mediodía, por ejemplo. Un cambio que implica crecimiento.