El agua dulce es potabilizada por aplicación de procedimientos técnicos e industriales que son lentos, caros, frágiles y limitados, por lo que debe ser administrada con racionalidad. El hombre tiene que garantizar el respeto por los ciclos del agua empezando por los océanos, que es por donde comienzan, y de ese modo garantizará la continuidad de su disponibilidad para el uso de los tres reinos de la tierra.
Al comenzar el intercambio de bienes como modo primitivo del comercio, los pueblos fueron haciéndose sedentarios y comenzaron a agruparse en aldeas, luego pueblos, ciudades, países hasta llegar al mundo de hoy, casi siempre alrededor del agua.
Debido a ese proceso, los hábitos fueron cambiando, y al producir e intercambiar productos para vivir fue necesario usar y consumir recursos naturales con mayor intensidad, tales como agua, minerales, tierras y bosques hasta los excesos que hoy son visibles. De allí que fuera necesario establecer reglas para la administración de estos recursos como modo de permitir un uso organizado y sustentable en el tiempo.
En el último siglo el gran crecimiento de la población mundial produjo una fuerte presión sobre dichos recursos naturales y eso generó un crecimiento en el consumo de agua seis veces mayor en solo cincuenta años además de modificaciones importantes en los ecosistemas.
Como sabemos, el agua dulce es muy escasa comparativamente con la cantidad de agua total del mundo: sólo alcanza un 2,5% del total, y lo particular es su distribución absolutamente caprichosa y despareja en la superficie y suelo terrestre.
Por esto tiene un valor económico y también porque para adaptarla al consumo humano y animal debe ser potabilizada y trasladada por ductos o envasada adecuadamente de las variadas formas que actualmente conocemos. Lo cierto es que cada día la distancia es mayor entre la oferta y la demanda de agua, a causa de lo cual su precio se va convirtiendo en factor de irritación especialmente en las familias más humildes.
La cantidad de agua que hoy tenemos es la misma que había hace unos 4.000 millones de años, calculada en unos 1.400 millones de kilómetros cúbicos en total, correspondiendo al agua dulce sólo 35 millones almacenados mayoritariamente dentro de la tierra.
Esta cantidad es suficiente para abastecer a todos los habitantes del mundo pero es imposible llevarla a cada uno debido a las dificultades de su distribución, purificación, gestión, mantenimiento y contaminación, además de su escasez. Este último problema se está convirtiendo en fuente de conflictos que por ahora son regionales, pero que en un futuro no muy lejano podrían ser más significativos.
La importancia del agua en el planeta es tal porque no tiene sustitutos y sin ella no hay vida. La renovación se produce solo por precipitaciones, como la lluvia o la nieve activando así el ciclo hidrológico. Nuestra consigna debería ser uso racional, no contaminar y reciclar.
Sin embargo, cada vez hay más mega ciudades en el mundo en las que todos los días se vacían por lo menos tres veces al día el tanque de descarga de sanitarios además de lo usado para beber, cocinar e higiene donde esta consigna no es fácilmente cumplible.
Factores diversos dificultan una racional administración y control del recurso. A través de la red de irrigación se pierde el 40% por merma o falta de mantenimiento y porque la industria, que es cada vez más demandante, a veces consume más del 20% de la distribución normal. Las grandes ciudades cada vez tienen más dificultades en reaprovisionarse de agua debido a que ésta no restablece el equilibrio natural entre consumo y renovación.
Como fue dicho, muchos problemas del agua están relacionados con su distribución, lo que se busca es que haya más personas en el mundo que la tengan. De ese modo se evitarían enfermedades infecciosas, muertes y conflictos de vecindad. En el año 2000 más de dos mil millones de personas no tenían acceso al agua.
El agua ya está en crisis y la primera franja de la población que la está sufriendo es la de bajos recursos, que no cuenta con aguas tratadas, potabilizadas o desinfectadas; en esas poblaciones, tanto el consumo como la higiene no están asegurados.
La mayoría de los eventos climáticos violentos terminan afectando al agua, y consecuentemente a las poblaciones. Las sequías o inundaciones que podrían producirse a causa del calentamiento global podrían también afectar los hielos continentales y con ello la provisión futura de agua para consumo e irrigación.
La administración del agua deberá ser cada vez más estricta y tecnificada, tal vez sea necesario crear nuevas clasificaciones de propósitos manteniendo el consumo humano siempre como prioridad y dejando regadíos no alimenticios para hacerlo con aguas de menores procesos de purificación.
Habrá que repensar en una administración rigurosa del agua, comenzando por su conservación, luego no contaminarla, distribuirla eficientemente y reciclarla, tareas que no son fáciles pero que pueden ser hechas si tomamos conciencia de lo que ello significa para el mantenimiento de la vida. Todos debemos asumir que si no hacemos esto la propia naturaleza se encargará de buscar soluciones alternativas.