La muerte de Genaro Fortunato la madrugada del 9 de septiembre del año pasado conmocionó la provincia y al país.
Las primeras informaciones hablaban de un joven de 25 años que había muerto atropellado en San Rafael, un muerto más que se sumaba a las estadísticas de accidentes viales de Mendoza. Pero con el correr de las horas, se fueron filtrando detalles que le daban ribetes cinematográficos al hecho.
Primero no se trataba de un joven más, sino de Genaro Fortunato, una promesa del rugby local (cuyo hermano mayor ocupa un lugar en la selección argentina de rugby 7). Segundo, el conductor del auto no era un tercero sino la novia de la víctima.
A partir de ese momento, se tejieron cientos de historias e hipótesis. Que la pareja había discutido por un mensaje de la exnovia de Genaro, que estaban alcoholizados, que en realidad él había discutido con otro joven en el local bailable y ella se había enojado, entre otras.
La verdad de los hechos está siendo revelada poco a poco con el correr de los protagonistas y testigos de esa noche por el banquillo frente a los jueves en tribunales de San Rafael.
Por el momento, lo que se sabe es que Genaro era un chico activo, deportista y simpático. Practicaba rugby desde los cinco años en el club Belgrano. Cuando tenía 20 conoció a Agostina Quiroga Arana, una jugadora de hockey del mismo club tres años menor que él.
Salieron durante cinco años. "Eran novios de toda la vida", los describió la mamá de Agostina en una entrevista con Los Andes. Eran amigos, compañeros y compartían la pasión por el deporte. Ambas familias conocían y aceptaban la relación.
Pero el noviazgo que había empezado casi en la adolescencia terminó el año pasado. En mayo Agostina se quedó embarazada de Genaro pero eso no fue un impedimento para seguir separados. Los Fortunatos estaban al tanto de la llegada de una nieta y hablaban por teléfono con la chica de vez en cuando para saber si necesitaba algo y para saber cómo iba el embarazo. El último contacto antes de la muerte del Genaro había sido en agosto.
Más allá de las complicaciones de una separación tras una largo noviazgo, Agostina y Genaro tenían una buena relación. Francesca nació en febrero.
Aproximadamente en junio apareció Julieta Silva en la vida de Genaro. Ella era una mujer de 30 años separada con dos hijos (uno de 5 y otro de 10) que jugaba hockey en el club Banco Mendoza en un equipo de adultas. También acababa de terminar la relación con el padre de sus hijos que por unos meses siguió viviendo en la casa de la calle Tres de Febrero.
Según sus allegados, Julieta era una persona resuelta, decidida e independiente. Cuando era adolescente su familia se fue a vivir al sur y ella se quedó en San Rafael. Ser madre antes de los 20 la obligó a madurar y ser responsable. Era una excelente mamá, los llevaba a la escuela y a otras actividades excurriculares. Siempre estaba atenta con los niños. En general, se manejaba sola, iba al club y salía a bailar con sus amigas. Muy pocas personas sabían que era separada. Además, tenía un local de ropa (Verde limón) en pleno centro. Se vestía a la moda, iba al gimnasio y se cuidaba para mantener su cuerpo y se arreglaba como una adolescente.
Fue justamente, el deporte lo que unió a Julieta y a Genaro. Se conocieron en los encuentros entre clubes y además, frecuentaban el mismo círculo. Con muy pocos testigos nació el amor entre ellos. Salían a bailar y a comer. Algunas amigas de ella lo conocían y muy pocos amigos de él sabían del romance. La familia de Genaro nunca la vio antes del accidente. Sus encuentros eran en la noche. Según declaró Julieta ayer, lo pasaba a buscar en su auto por la casa de la madre o de algún amigo para estar juntos. Además, aclaró que una sola noche el joven cinco años menor se quedó en su casa. "Se quedó a dormir en el sillón", aclaró la mujer entre lágrimas.
Y aunque la relación duró tres meses, Silva se limitó a decir al momento de describirlo: "Era alegre, simpático y algo impulsivo, no puedo decir más no lo conocí demasiado".
La noche del 9 de septiembre, Julieta y Genaro salieron a cenar, pasaron por la casa de Daniela -una amiga de Silva- y después fueron a bailar a “La Mona”. Habían bebido alcohol y llovía. Las cámaras de seguridad captaron el momento en el que abandonaron el local bailable pero no el momento de la muerte que se reconstruirá a partir de los testimonios y las pericias que se expongan durante el juicio en el que la joven madre puede enfrentar una condena de hasta 25 años de prisión.