Denise tenía que pasar por la carnicería A.R. Tym's. Era viernes y quería ver qué comprar para cocinar el fin de semana para su familia. Soltó por unos momentos la mano de su hijo James de 2 años, que estaba parado junto a ella, y se concentró en el vendedor que la atendía del otro lado del mostrador.
Ese 12 de febrero de 1993 hacía bastante frío, el termómetro marcaba 7 grados y estaba nublado, pero dentro del Centro Comercial New Strand, de Bootle, un suburbio a unos 7 kilómetros de la ciudad de Liverpool, en Gran Bretaña, estaba muy agradable. James, además, iba abrigado con una gruesa campera.
Mientras Denise elegía el corte, sacaba el dinero de su billetera y pagaba, las agujas del reloj corrieron tres precisos y preciosos minutos (de 15.37 a 15.40). Cuando Denise volvió a bajar su vista para buscar la mano de James ya no lo encontró. Miró a su alrededor y tampoco lo vio. Entró en pánico.
¿Qué madre no ha pasado alguna vez por ese segundo de miedo que estruja el estómago y termina con la angustia disuelta en un abrazo consolador? En un shopping, en una plaza, en un local concurrido, en la playa…
Pero esa no sería para nada la historia de Denise y James. En esos escasos minutos de esa fatídica tarde, se estaba consumando el caso que horrorizaría a Gran Bretaña, y al mundo, durante décadas. La periodista Carolina Balbiani hizo un repaso de la atroz historia en Infobae.
Cuando Denise se desespera solo han pasado tres minutos. Pregunta a todos por su hijo. Nadie lo ha visto. Se dirige a la gente de seguridad del shopping y ellos piden por James Bulger por los altoparlantes. Nada. Veinte minutos después la policía ya está involucrada en su búsqueda.
Las cámaras del shopping (las imágenes no eran demasiado claras en ese momento, pero técnicos especialistas lograrán mejorarlas más tarde) muestran al pequeño James irse de la mano con dos chicos. A las 15.43 se ve a los tres menores salir del shopping New Strand. Rebobinando las imágenes se observa a dos niños que se acercan a James a las 15.38. A las 15.41 las cámaras los captan caminando tranquilamente por la galería principal.
Cuando los noticieros vespertinos dan la noticia de que un niño pequeño ha desaparecido dentro de un centro comercial, las familias británicas se espantan: sienten que les podría haber pasado a ellos. Pero los padres de James se tranquilizan, ya han visto que los “secuestradores” no son adultos, solo son otros niños.
Denise y Ralph Bulger se convencen de que todo saldrá bien, se trata de una travesura: "Miré a Denise y sonreí. Va a estar todo bien, le dije. Son solo dos pequeños chicos", recuerda Ralph. No podían anticiparse a la maldad que demostrarían esas criaturas.
Después de un viernes y sábado frenéticos para la familia y la policía, llegó el domingo 14 de febrero. Ese día se halló a James Bulger sobre las vías de la estación abandonada Walton & Anfield.
El encargado de comunicarle a Denise la espantosa noticia fue el detective a cargo de la investigación, Albert Kirby, de la policía de Merseyside. Venía de encontrar el cuerpo mutilado cuando se topó con Denise en el estacionamiento del cuartel de policía. Así lo recordó: “Me estaba acercando a Denise, cuando ella se dio cuenta de había pasado lo peor… y gritó de una manera que jamás olvidaré”.
¿Pero quiénes eran esos chicos de las imágenes de CCTV? Fue una mujer que había observado el video en la TV la que aportaría los nombres. Era una maestra que había reconocido en esas figuras borrosas a dos alumnos suyos, muy problemáticos, que justamente el viernes 12 habían faltado a su clase. Dos días después del hallazgo del cuerpo ella se presentó en la estación de policía Marsh Lane, de Bootle, y dijo que Jon Venables y Robert Thompson no habían ido al colegio aquel viernes, que había visto en la manga de Jon el día anterior pintura azul y que los dos secuestradores que todos habían visto en la televisión tenían solamente 10 años.
La policía se dirigió a los domicilios de Venables y de Thompson donde descubrieron sangre y pintura en su ropa y zapatos. Los habían encontrado.
Al ser detenidos, el primero en confesar fue Jon Venables: "Yo lo maté. ¿Qué le dirán a su mamá? ¿Le pueden decir que lo siento?". Se mostraba inquieto y gritaba histéricamente que quería quitarse su ropa porque olía al bebé muerto.
Robert Thompson, en cambio, fue frío. Negó todo con vehemencia, pero se delató dando detalles de lo que llevaba puesto James Bulger esa tarde. Thompson, impasible, preguntó si habían llevado el pequeño al hospital "para revivirlo". La prensa lo bautizó como "el chico que no llora". En ese entonces se convirtió en el pequeño más odiado por la opinión pública de su país.
En el juicio los acusados reconocieron que habían querido secuestrar otro niño para llevarlo a una esquina y empujarlo debajo de los autos. Pero la madre de ese chico apareció demasiado rápido y les había desbaratado el plan.
El 24 de noviembre de 1993, Venables y Thompson fueron declarados culpables. Se habían convertido en los convictos más jóvenes en la historia moderna de Gran Bretaña.
El juez pidió un mínimo de 8 años de cárcel y autorizó que sus nombres fueran revelados. El diario The Sun comenzó una campaña con una petición para aumentar la pena y juntaron 280 mil firmas. La presión tuvo éxito y,en julio 1994, se anunció que los culpables pasarían al menos 15 años en prisión. Pero las apelaciones y las diferentes opiniones de los letrados y la justicia, fue moviendo ese límite. En 1999, la Corte Europea de Derechos Humanos, consideró que el juicio no había sido justo y que el trato a los menores acusados había sido "injusto y degradante". Por supuesto la familia Bulger no estaba de acuerdo con esto, dijeron que eran ellos quienes se sentían degradados y desamparados.
Luego de la sentencia, Robert Thompson fue recluido en el centro de seguridad y cuidados Barton Moss, en Manchester. Jon Venables, en Vardy House, en St Helens, en Merseyside, demasiado cerca de los Bulger. A Jon Venables sus padres lo visitaban periódicamente. La madre de Thompson iba cada tres días. Tuvieron educación y rehabilitación.
Un equipo de psiquiatras, contratado por los abogados de los Bulger, determinó que Thompson encajaba en el perfil de un psicópata: no demostraba ningún remordimiento.
Finalmente, en junio de 2001, poco antes de cumplir los 19 años, fueron liberados y se les proporcionó nuevas identidades. Como ningún país quiso recibirlos, se optó por mudarlos a sitios secretos dentro de Inglaterra -con el mismo tratamiento que se les da a los testigos protegidos-, se les inventó una nueva vida con historias clínicas, pasaportes y seguros. Eso sí: las autoridades les impusieron algunas condiciones. No podían acercarse a la familia Bulger ni a la zona donde vivían (Merseyside) y debían reportarse a los oficiales de la probation. A la prensa se le prohibió divulgar sus nuevas identidades y sus ubicaciones.
Robert Thompson y Jon Venables eran muy amigos y encontraban placer torturando animales. Sus vecinos contaron haberlos visto hacer fechorías como volarle la cabeza a pájaros con un rifle de aire comprimido o atar por la cola a unos conejos a las vías del tren. En el colegio, robaban a sus compañeros. La dupla infantil escalaba en maldad bajo el comando de Thompson.
Thompson, al revés que Venables, se las ingenió para que trascendiera lo menos posible de su vida luego de su liberación. Pareciera que no ha reincidido. O, al menos, muy poco se supo. En el año 2006, conformó una pareja gay estable (quien sabría su verdadera identidad) y se asentó en el noroeste de Inglaterra.
Denise, la madre del niño asesinado, contó que logró ubicar a Thompson en 2004 y no se animó a confrontarlo, asegura que al ver al asesino de su hijo el odio la paralizó: “Mucha gente decente merece la oportunidad de enmendarse. (...) Ellos no son gente decente porque no viven con los mismos parámetros morales que tenemos nosotros” pero, aclaró “yo no los quiero muertos, No soy una persona mala. Sólo quiero que completen una sentencia apropiada en una prisión de adultos (...) No pronuncio sus nombres y trato de no pensar en ellos en ningún momento del día (...) Pero no los perdono. Perdonarlos sería traicionar a James. Nunca los perdonaré. Ni en mi lecho de muerte”.
El caso Bulger sigue dando que hablar. En 2019 llegó a los Oscars. El documental irlandés, de 30 minutos, Detainment, estuvo nominado en la categoría Mejor Corto de acción en vivo. Estaba basado en los interrogatorios reales a los acusados y fue dirigido por Vincent Lambe. Denise se disgustó por no haber sido consultada antes de que se filmara y la organización Change.org inició una campaña para que el corto fuera quitado de los premios Oscar. Pero el director se opuso a retirarla porque dijo que Detainment se interesaba por "entender por qué pasó lo que pasó".