Hace 28 años, cuando Argentina ganó su último mundial, Carlos Bilardo había armado un equipo en su cabeza que distó bastante del que terminó ganándole la final a Alemania.
Lesiones y suspensiones "obligaron" al Narigón a recurrir al banco y los jugadores que entraron terminaron siendo irremplazables, Héctor Enrique, Olarticoechea y Cucciufo, actores de reparto ideales para acompañar a una actuación soberbia de Maradona, único e inigualable.
“Ni el equipo de Sabella (5-3-2), ni el que quiere Messi (4-3-3). Habrá que buscar un mix?” decía el sábado tras el triunfo frente a Irán y ayer apareció la alternativa. Por las distintas circunstancias del juego (lesión del Kun Agüero), Argentina terminó jugando con un esquema que nadie tenía en cuenta 4-4-2 y al final mostró un funcionamiento que todos esperábamos.
Con Ezequiel Lavezzi haciendo las veces de volante por la derecha y dándole orden y sacrificio al equipo y Angel Di María por la izquierda, con los dos cinco bien firmes en el medio, con Messi e Higuaín arriba, el equipo consiguió una solvencia que invita a pensar que se ha encontrado el dibujo.
Claro que con Messi en un romance con la red, todo se hace más fácil. Pero también es cierto que se vio a un Higuaín que estuvo mucho más activo.
En aquel momento, el equipo no enamoraba en el arranque y nos conquistó a todos con el correr de los partidos. A veces los golpes sirven para que el grupo se fortalezca y eso pasa aquella vez y parece que está pasando ahora. “Hablamos mucho de que teníamos que cambiar”, dijo Messi ni bien terminó el partido.
Ojalá el final sea el mismo. Algunas señales se van dando y eso es muy importante. El rival de octavos de final parece ser muy accesible y abre la puerta a que la historia vuelva a repetirse.