Varios padres y abuelos de los niños y adolescentes que asisten al Instituto Antonio Próvolo mencionan ahora, mirando hacia atrás, que los chicos tuvieron un cambio en su modo habitual de actuar.
Pero confiaron en los docentes y directivos cuando les dijeron que se trataba de un problema de conducta. Sin embargo, los especialistas subrayan que estas modificaciones en el comportamiento son una de las señales, no específicas de abuso o maltrato, a las que se debe prestar atención.
Laura Tribiño, de la Red de Madres de Hijos con Discapacidad, explicó que los chicos con una discapacidad que les impide o dificulta comunicarse con palabras se expresan a partir de cambios de conducta.
Estos pueden ser que se vuelvan agresivos; pierdan una habilidad que habían adquirido (como hablar o ir al baño solos); no se dejen tocar o cambiar los pañales; se golpeen a sí mismos o se muerdan. Para ella, lo fundamental es que los padres agudicen la percepción para notar, por ejemplo, si el niño o adolescente no quiere saludar a alguien.
A veces, puede significar que una persona o lugar no le gusta o le genera incomodidad, pero también que algo ha pasado.
Si se sospecha de esta posibilidad, consideró que lo ideal es que lleven al chico al Hospital Notti o al Carlos Pereyra, según la edad, para que los profesionales con experiencia en situaciones complejas puedan diagnosticarlo.
Señaló que no existen especialistas en discapacidad y sexualidad, y que en la franja de los 11 a los 15 años las modificaciones en el comportamiento se suelen atribuir a que está llegando a la adolescencia.
Otra respuesta habitual es concentrarse sólo en la limitación física o psíquica, en lugar de en lo que le puede estar ocurriendo al chico. Esto, pese a que la incidencia del abuso sexual es mucho mayor en los niños con discapacidad que los menores en general.
La mamá indicó que además se observa una tendencia a usar medicación para tranquilizarlos -la risperidona es muy común- como respuesta, con lo que sólo se tapa el problema.
En cuanto a lo ocurrido en el instituto para niños sordos e hipoacúsicos, planteó que el Estado debe controlar este tipo de instituciones, como también los hogares y centros de rehabilitación, y verificar además que hayan profesionales idóneos a cargo, en lugar de auxiliares o estudiantes como suele ocurrir.
El defensor de las Personas con Discapacidad, Juan Carlos González, señaló que los padres suelen confiar en lo que les dicen los docentes, como que el niño es agresivo o que lo lastimó otro compañero.
En particular, cuando se trata de una institución supuestamente confiable.En cuando a los indicadores de un posible abuso, González comentó que se usan los mismos para un chico con discapacidad que para uno sin, a menos que haya un retraso madurativo.
Silvina Mollo, directora del Programa Provincial de Maltrato Infantil, coincidió en que la mamá o papá debe prestar atención a los cambios de conducta de sus hijos, ya que como cada niño es particular las reacciones son diferentes.
También resaltó que esta modificación del comportamiento habitual es un indicador inespecífico. Es decir, puede o no referirse a un abuso sexual o maltrato -físico o emocional-, pero subrayó que no por eso debe pasarse por alto, sino por el contrario acudir a un profesional (psicólogo especializado en niños).
Explicó que existen indicadores específicos, como el relato -ya sea con palabras, gestos o juegos- o las conductas sexualizadas no acordes a su edad.
Planteó que 99% de los chicos que manifiestan haber sido abusados efectivamente lo fueron, por lo que hay que tomarlo como una certeza. Comentó que los niños contarán lo que les ocurrió en la medida en que sientan que el adulto les va a creer y los va a cuidar.