Cómo bajar la inflación con un discurso - Por Rodolfo Cavagnaro

El Presidente y sus funcionarios anuncian que bajarán la inflación, pero toman decisiones que no permiten asegurar que eso se produzca.

Cómo bajar la inflación con un discurso - Por Rodolfo Cavagnaro
Cómo bajar la inflación con un discurso - Por Rodolfo Cavagnaro

La decisión del gobierno de subir las metas de inflación fue, simplemente, un acto de sinceridad ya que el mismo gobierno había calculado un 15,7% en el Presupuesto 2018, que acaba de sancionar el Congreso. Esta pauta no era compatible con las metas fijadas en 2016, que habían sido desbordadas por el cambio de metas fiscales.

El gobierno, sabiendo que la inflación 2017 cerrará cerca del 24%, casi un 50% más arriba que lo fijado en las pautas originales, se enfrentaba a un desafío de credibilidad.

No obstante, el cierre del año mostró un gobierno gastando en forma acelerada, a tal punto que se conoció un aumento del gasto de $11.000 millones, que acrecentó el gasto en unos $ 7.500 millones.

No sirvió de nada que la recaudación haya crecido un 29% en el año, unos 5 puntos en términos reales. Simplemente, se gastaron todo, incluido el crecimiento de una recaudación que contó con impuestos como el IVA y Ganancias que, de alguna manera, reflejaron el crecimiento que podría estar cerca del 3%.

Un discurso muy lejano

En un reciente acto, después de terminar sus vacaciones, el presidente Macri dijo que "no nos podemos seguir endeudando porque comprometemos el futuro de las próximas generaciones". Es una definición para aplaudir, si esa fuera una decisión del gobierno a partir de este año, pero sabemos que no será así. El plan financiero prevé tomar deuda nueva por otros 30.000 millones de dólares y el déficit será de 3,2% del PBI.

Se parece mucho al discurso del kirchnerismo, cuando decían que "estaban desendeudando", y en realidad se gastaban reservas del Banco Central para pagar deuda externa pero emitían bonos que obligaban a comprar a organismos públicos para financiar su locura de gastos. La deuda intra Estado, más la asumida en el mercado interno, fue superior a la deuda cancelada en el exterior.

Los ministros también aseguran que se bajará la inflación pero el programa fiscal prevé gastos que no son compatibles con una disminución de la inflación, con el agregado que comienzan a tener efecto rebajas impositivas sancionadas por el Congreso que, con seguridad, disminuirán ingresos que deberían ser compensados con un crecimiento de la economía.

Los argentinos están cansados de discursos (o relatos) que no tienen sustento. El voluntarismo nunca fue buen consejero sino que generó serios problemas. El problema de los relatos es que son militados por adeptos incondicionales que salen a atacar a los que osan criticar o pensar distinto y volvemos a un juego poco recomendable.

Esta confusión suele ser aprovechada por oportunistas y especuladores para sacar tajadas jugosas, en detrimento de los sectores más humildes y de asalariados y jubilados.

Pero está faltando lo fundamental: para bajar el gasto y la inflación se debe comenzar por los gastos de la política que, aunque no mueven mucho la aguja en el total, se trata de un acto moral porque los políticos se fijan salarios muy altos y hay que eliminar cargos porque su sola presencia genera violencia en una sociedad que sabe que hay que hacer ajustes pero que los esfuerzos no son compartidos.

Por ahora se espera el desarrollo de los acontecimientos. El martes 9 el directorio del Banco Central deberá fijar la nueva tasa de política financiera, que será la referencia a aplicar en la futura licitación de Lebac. Esta tasa debería disminuir lentamente para ponerse en sintonía con las nuevas metas fijadas y la reacción podría ser una caída de las tasas que los bancos pagan en plazos fijos y de las que cobran en sus créditos.

También hay que esperar la reacción del mercado del dólar. Desde que se hizo el anuncio, el valor de la moneda norteamericana tuvo varios altibajos.

Había tenido una recuperación a raíz de la suba de las tasas en EEUU pero se aceleró con la modificación de las metas y llegó a valores cercanos a los $ 20. Pero luego se desinfló y llegó bajar bastante aunque parece haber encontrado un piso en un valor cercano a los $ 18,50.

Es probable que veamos mucha volatilidad por la acción de los especuladores o los que apuestan a una mayor dolarización de sus carteras de inversión.

No obstante no se vislumbra un panorama de mucha complejidad. En el primer semestre se produce el mayor volumen de liquidación de exportaciones de las cosechas de granos, por lo que si algo va a sobrar son dólares.

Además, van a ingresar unos 25.000 millones adicionales por la emisión de títulos de deuda que hará el Estado más otros 5.000 millones que saldrían a capturar empresas privadas para financiar proyectos de inversión.

Es posible, no obstante, que el dólar tenga un movimiento más activo que el año pasado, aunque será difícil que supere las expectativas de crecimiento de la inflación, que para el mercado están entre 19 y 20%. Además, el Banco Central, que aún no ha intervenido, tiene 56.000 millones de dólares de reservas como para frenar cualquier intento especulativo.

Distorsiones y privilegios que subsisten

Un tema preocupante es que se sostengan regímenes de privilegio que protegen a sectores industriales, escudados bajo el paraguas del Mercosur. El caso típico es el de la industria automotriz y debe haber sido el que tenía en mente el presidente Macri cuando, en una reciente reunión, llamó a revisar el funcionamiento del grupo por ser extremadamente proteccionista.

Las automotrices cerraron un gran acuerdo cuando consiguieron que los gobiernos aprobaran el Régimen automotriz del Mercosur. En base al mismo, los fabricantes pueden especializarse en fabricar determinados modelos en un país y otros en otro, mientras realizan intercambio entre países sin pagar aranceles, pero están protegidos de la competencia exterior con un arancel externo del 35% para vehículos que ingresen fuera del acuerdo.

Este acuerdo exigía simetrías, es decir, equivalencias en el intercambio entre los países, algo que nunca sucedió porque los fabricantes decidieron producir en Brasil los vehículos pequeños y más económicos y en Argentina los más grandes. Dado que Brasil ha tenido problemas económicos, la demanda de autos más grandes estuvo limitada y por lo tanto el equilibrio nunca se dio.

El año 2017 finalizó con un desequilibrio comercial récord ya que Argentina tuvo un déficit comercial con el socio de 8.000 millones de dólares, entre los cuales el sector automotriz aportó una parte muy importante. El sector tuvo ventas en Argentina de 900.000 vehículos, de los cuales solo 200.000 se fabricaron en nuestro país y el resto se importó.

De los diez autos más vendidos en 2017 siete se fabricaron en Brasil. Mientras tanto, la producción nacional no superó las 400.000 unidades.

El nivel de desequilibrio es muy grande y no se justifica, ya que mantenerlo implica que los consumidores pagan por un auto mucho más que si se impusiera un régimen más abierto. Esto implica una absurda transferencia de recursos de toda la economía en favor de esta asociación de multinacionales protegidas por los gobiernos.

Esta suerte de cártel industrial reaccionó como tal ante la eliminación de impuestos internos a los autos de gama media y baja. Ellos rebajaron los precios de los niveles medios pero no tocaron los niveles bajos para asegurarse rentabilidad, siendo el segmento de mayor volumen de ventas. Estos regímenes distorsivos deben eliminarse y abrir más la economía para beneficiar a los consumidores.

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