Un ex oficial nazi, conocido como el “contable de Auschwitz”, será juzgado a partir del martes en Alemania, convirtiéndose posiblemente en el último miembro de las SS procesado por los crímenes del nazismo.
Oskar Groening, que cumplirá 94 años el 10 de junio, comparece ante un tribunal de Luneburgo (norte de Alemania) acusado de "complicidad de asesinato".
Se lo acusa de haber ayudado a enviar a las cámaras de gas a cerca de 300.000 judíos húngaros, que habían sido deportados en la primavera de 1944 hacia el campo de concentración y exterminio de Auschwitz, convertido en el símbolo mundial del Holocausto.
Setenta años después de la liberación del campo de exterminio, al final de la II Guerra Mundial, este juicio es el último previsto a un ex oficial nazi. Hay en curso una decena de investigaciones abiertas en Alemania pero es difícil que se concreten dada la edad o la mala salud de los sospechosos.
Groening, que ingresó en las Waffen SS en 1941 y fue transferido a la administración de Auschwitz en 1942, jura no haber dado “siquiera una bofetada” a nadie. La acusación no le reprocha de hecho ninguno acto violento directo pero lo considera un “eslabón” de la maquinaria de exterminación en el campo.
Se lo acusa de haber contabilizado las divisas y el dinero robados a los presos y de haberlos enviado a Berlín. También de haber participado en la “selección” que se hacía a la entrada del campo entre los que eran aptos al trabajo y los que iban a morir inmediatamente.
Groening se ha disculpado, en entrevistas a la prensa, por haber trabajado en Auschwitz pero insiste en que es inocente de los asesinatos cometidos en el campo.
El caso Demjanjuk
El proceso Groening, que durará al menos hasta fines de julio y atrae a medios del mundo entero, ilustra la creciente severidad de la justicia alemana frente a los últimos nazis.
El precedente más destacado se produjo en 2011, con la condena a cinco años por “complicidad” en 27.900 asesinatos de John Demjanjuk, ex guardián del campo de Sobibor. Fue una condena basada en su mera función en el campo, sin pruebas de actos criminales precisos.
Esta sentencia, pronunciada en Munich (sur), reactivó medio centenar de juicios contra guardianes que hasta entonces no habían sido inquietados por la justicia. El propio Groening, que había sido testigo en tres procesos, había sido beneficiado de un sobreseimiento en 1985.
Su tardío encausamiento confirma la ruptura con la línea imperante en los tribunales alemanes durante décadas. Los jueces exigían hasta entonces la participación directa en un crimen y solamente condenaban por “asesinato” a los acusados que había matado personalmente o con una especial crueldad. Los demás eran juzgados por “complicidad”.
En 1966, el jefe del departamento administrativo de Auschwitz, que proporcionó el Zyklon B utilizado en las cámaras de gas, había sido por ejemplo condenado a ocho años de prisión. En cambio un kapo (vigilante de los prisioneros del campo) que había matado a golpes a un deportado fue condenado el año siguientes a cadena perpetua.
Si la justicia hubiera sido aplicada siempre con los criterios actuales “decenas de miles de ciudadanos alemanes” habrían debido comparecer ante la justicia, calculaba el universitario Cornelius Nestler en el proceso Demjanjuk.
Sólo 6.656 condenas han sido pronunciadas desde 1945, basándose en delitos que van desde la falsa denuncia hasta el asesinato, con un 91% de penas inferiores a cinco años de prisión, según el historiador Andreas Sander.
Cerca de 1,1 millón de personas, de las cuales un millón de judíos de Europa, perecieron entre 1940 y 1945 en el campo de Auschwitz-Birkenau.
El pasado 27 de enero, los dirigentes de todo el mundo conmemoraron con los últimos 300 sobrevivientes del campo el 70 aniversario de su liberación por el Ejército Soviético.