El Presidente de Brasil, desde antes de las elecciones nacionales en Argentina, tuvo fuertes críticas hacia el actual presidente electo, Alberto Fernández, basado en posturas ideológicas distantes entre ambos. Una visita de Fernández a Brasil para visitar al ex presidente Lula Da Silva en prisión, hubiera sido la gota que colmara la poca paciencia del mandatario del país socio.
Hubo muchos desplantes, entre los cuales intervinieron los hijos de ambos mandatarios mandándose mensajes por las redes sociales que no contribuían a mejorar el clima.
No obstante, detrás de los ruidos políticos, ambas cancillerías, por diplomáticos expertos, se encargaban de tranquilizar los ánimos, mientras los primeros análisis prevén que, aunque sin afecto mutuo, los mandatarios deberán seguir avanzando en los proyectos del Mercosur.
Hasta ahora, la relación ha sido muy provechosa para ambos países, sobre todo para Brasil. Los brasileños tienen localizadas 70% de sus exportaciones industriales en Argentina, mientras nuestro país vende gran cantidad de productos primarios y algunos agroindustriales. Para Mendoza, es el principal destino de frutas, ajo, aceitunas y aceite de oliva y muy importante para vinos.
La pelea entre ambos mandatarios viene de la mano de las proyecciones del Mercosur. Mientras Bolsonaro quiere concretar el acuerdo con la Unión Europea, Fernández es reticente. Pero en ambos países hay sectores industriales, históricamente protegidos, que no quieren saber nada con competir y otros que buscan mantener mercados cautivos, como las automotrices.
Más allá de algunas diferencias políticas notorias entre ambos, como la visión sobre Venezuela, aparecen algunas otras que sí pueden complicar el futuro del Mercosur.
La propuesta de Bolsonaro para reducir el arancel externo común del bloque y todos los demás aranceles, preocupa a los grupos industriales que siguen pidiendo protección y la tiene en muchos sectores políticos. En el caso de Brasil, además, las Fuerzas Armadas, que sostienen un importante poder político, siguen considerando una prioridad la asociación con Argentina.
El mandatario brasileño había asegurado públicamente que no asistiría a la asunción del mandato de Fernández, pero luego cambió su posición y se confirmó que, aunque no venga el presidente, una delegación asistirá, lo que muestra que la diplomacia está jugando un rol muy importante para no tensar más las relaciones.
De todos modos, el Mercosur deberá redefinir sus agendas. Bolsonaro quiere mayor libertad para negociar en nombre de su país con otros mercados, algo en lo que coincidían con Macri, pero no se sabe bien la postura de Fernández. Flexibilizar significaría cambiar una fórmula especial que tiene el Mercosur, que es la de ser una Unión Aduanera Imperfecta. Esto hace que sólo se pueden negociar tratados en bloque, que deben ser autorizados por los respectivos Parlamentos.
El Mercosur poco puede hacer para un crecimiento mayor, sobre todo por la inestabilidad crónica de la Argentina. Después de la crisis argentina de 2002, la devaluación llevó el valor del peso de $ 1 a $ 4, mientras el real estaba en 3 reales por dólar. Hoy el peso vale $ 65 por dólar y el real, 4 reales por dólar. Esta inestabilidad de Argentina es la que hace que el resto de los socios busque salir de la atadura que les significa una sociedad tan rígida como la nuestra, aunque los países más chicos opten por caminos más diplomáticos.
No obstante, es dable esperar que los intereses del comercio sigan primando aunque se deban hacer algunos ajustes de rutas que puedan convenir a todos los miembros.
Es esperable que los tironeos políticos se mantengan, por la personalidad de Bolsonaro y por la postura firme de Fernández, pero es de esperar que los cuerpos diplomáticos de ambos países sepan encauzar la relación ya que ambos son mandatarios de socios y están en juego muchos intereses económicos muy importantes para ambos Estados.