Comer como cavernícola: la nueva dieta natural

La alimentación “paleo” gana adeptos proponiendo ingerir los productos que la naturaleza ofrece sin proceso alguno. Así, se perdería peso y mejoraría la salud sin esfuerzos inútiles. ¿Podemos volver a la cocina de las cavernas?

Comer como cavernícola: la nueva dieta natural
Comer como cavernícola: la nueva dieta natural

“¿Quieres ir al médico hepatólogo-gastroenterólogo cada 6 meses a hacerte ecografías para ver que tu hígado graso sigue igual y que el azúcar cada vez te sube más en sangre? ¿O preferirías dar un cambio de una vez por todas a una dieta saludable, perder peso, mejorar el control de la glucemia y olvidarte de médicos que ‘te riñen’ por no perder peso?”, pregunta Daniel Hernández, un joven médico español de esa especialidad. Su interpelación no admite demasiadas opciones como respuesta.

Son cada vez más quienes responsabilizan a la industrialización de alimentos por el aumento de enfermedades crónicas: obesidad, hipertensión, diabetes y lípidos en sangre. Será quizás por eso que ganan cada vez más adeptos las dietas que no los contienen. Una de las que están adquiriendo más publicidad es la “paleo” o paleolítica, que propone comer como se hacía en la prehistoria, como un cavernícola. Es esta postura la que sostiene Hernández.

Este método de alimentación es conocido también como dieta del hombre de las cavernas, de la Edad de Piedra o de los cazadores-recolectores. Propone ingerir los productos que la naturaleza ofrece sin proceso alguno; aquellos que estaban disponibles antes de la agricultura que dio por finalizado el período Paleolítico hace unos 10.000 años y que se basaba en plantas silvestres y animales salvajes.

Sus cultores privilegian los vegetales, frutas, nueces, pistachos, almendras y frutos secos en general, raíces y carnes magras; y barren de un plumazo a los hidratos de carbono, que son una especie de “cuco” para las nuevas tendencias. Los paleo no consumen comidas procesadas, granos y legumbres, aceites vegetales industrializados, azúcares ni lácteos.

“Se trata de una aproximación a la dieta que el ser humano ha consumido la mayor parte de su historia. Durante los 2,6 millones de años que llevamos en este planeta como Homo Sapiens, nuestra genética apenas ha variado un 0,5%, mientras que nuestro entorno ha cambiado en mayor medida. La hipótesis de la dieta paleolítica es que el período Neolítico es muy corto en términos evolutivos como para lograr una adaptación completa a grupos alimentarios completamente nuevos en nuestra alimentación”, explica a Los Andes el médico español. Los cereales, lácteos y legumbres sólo pudieron formar una parte importante de la dieta una vez introducida la agricultura.

“Durante el Neolítico fuimos cazadores-recolectores y sólo podíamos alimentarnos con fruta, vegetales, tubérculos, huevos, mariscos, pescado y carne, incluso algunos insectos, aunque generalmente no queramos tenerlo en cuenta. Los estudios de antropología parecen mostrar que con la introducción de la agricultura se produjo una disminución de la esperanza de vida en probable relación con deficiencias nutricionales no existentes previamente", agrega Hernández.

Quienes practican la dieta paleo invitan a perder peso y ganar salud con una dieta diseñada por la naturaleza, por eso sostienen que el hombre está adaptado a ella y que las poblaciones que se alimentan de esta manera no tienen enfermedades propias de esta época.

Calidad de vida

Quienes han optado por este hábito alimentario aseguran que en tan sólo un mes han observado grandes cambios, en particular la notoria reducción de la grasa abdominal, si se quiere una de las partes del cuerpo que más batalla dan cuando se pretende ganar forma.

Así le ocurrió a Andrés Bazán (26), un mendocino que luego de practicar mucho ejercicio no logró los cambios que buscaba en su aspecto físico como tampoco tener más energía. Por eso empezó a indagar sobre otras formas de alimentarse, hasta que dio con un libro que hablaba de la dieta paleo, la adoptó y asegura sentirse muy conforme.

“Tengo menos alergias, ya que antes tenía rinitis crónica; mejor calidad de sueño, aumento en el nivel de energía física y mental, una notoria pérdida de abdomen, más tonificación y masa muscular”, enumera. Aclara que ve mejores resultados y realiza menos ejercicio que antes de julio, cuando comenzó a usarla; pero por otra parte, dice que la dieta al ser hiperproteica y aumentar la energía lleva a hacer ejercicio.

“Bajás de peso sin darte cuenta. Todo tipo de mucosidad se te empieza a diluir al no tomar ningún tipo de lácteo y cuando desayunás carne, huevos, etcétera tenés mucha mas energía que con el desayuno común. Básicamente le das a tu cuerpo los nutrientes que necesita y comenzás a tener energía a la vez que te vas desintoxicando”, destaca Pilar Rodríguez, otra mendocina que comprobó los beneficios de la “paleodieta”.

Es que además de la disminución de las enfermedades crónicas y la grasa también hay que anotar la atenuación de las alergias, un dato no menor en una provincia en la que abundan.

Isa Salazar, una chilena administradora del grupo Movimiento Paleo Latinoamericano, escritora y traductora para la revista Paleo Movement International, explica que pasada la etapa inicial de las primeras dos semanas, cuando se sufre el síndrome de abstinencia al azúcar y a los carbohidratos de mala calidad, la mayoría de las personas siente más energía y ánimo, reducen centímetros alrededor de la cintura sin pasar hambre, duerme y descansa mejor, tiene cambios en la piel y regula los niveles hormonales.

Posturas

Los detractores sostienen que esta dieta no es “la gloria”, ya que actualmente existen otros hábitos, que en el Paleolítico esas enfermedades no aparecían porque los hombres vivían pocos años y ante la necesidad de proveerse alimento pasaban muchas horas caminando y corriendo; de allí su estado saludable.

También critican la proposición de volver al tiempo de las cavernas, pero los “paleo” señalan que no se trata de eso sino de compatibilizar los beneficios de los avances científicos con los de ese estilo de vida más sano y natural.

Algunos nutricionistas consultados aseguran que no hay evidencia científica respecto de su capacidad de bajar el peso corporal. También explicaron que esta dieta se acerca a lo que proponen naturistas y veganos.

Hernández sostiene que es imposible conocer todos los beneficios y condicionantes que puede tener el seguimiento de esta dieta, puesto que no se dispone todavía de grandes ensayos clínicos de larga duración, algo que por otra parte resulta bastante difícil de conseguir en cualquier estudio nutricional. Sin embargo, algunos ensayos clínicos la sitúan como una dieta saciante que permite un buen control de la resistencia insulínica con disminución de la grasa visceral (la que más preocupa a los médicos).

El profesional español mencionó el posible beneficio inmunológico de la eliminación de cereales, un tema controvertido. Los estudios sobre la posible relación entre el gluten, la permeabilidad intestinal y el desarrollo de enfermedades inmunológicas son recientes y todavía no se pueden sacar conclusiones definitivas al respecto, aunque no deben minimizarse. En este sentido dijo que en la práctica ha observado mejoras en el sistema inmunológico entre quienes se alimentan de esta manera, similares a las que presentan los celíacos al reducir el gluten.

En general hay coincidencia en que no hay evidencia científica que pueda comprobar los resultados de manera tajante. Sin embargo, Hernández mencionó que abordajes realizados en poblaciones que conservan prácticas como cazadores-recolectores han permitido verificar que no presentan las enfermedades de las sociedades “modernas”.

Por eso el médico se preguntó: ¿Realmente puede ser el ejercicio una forma de compensar una mala dieta? ¿Podemos pensar únicamente en términos de calorías cuando hablamos de dieta? Obviamente no -responde-, y por eso invita a probarla al menos 30 días y si no resulta, volver a los hábitos anteriores.

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