La forma en que han venido aumentando los precios de los combustibles, parece no seguir el curso del gradualismo elegido por el gobierno para lograr la reducción de la inflación.
El precio de los combustibles, naftas, gasoil, gas comprimido, es sumamente importante en nuestro país, donde los bienes y personas deben recorrer grandes distancias, dada la extensión del mismo.
A su vez el gasoil es un insumo básico en la producción agrícola; el precio se traslada a todas las cadenas de alimentos.
Es por ello que los aumentos de los combustibles terminan impactando en toda la economía.
Ha sido siempre así. Es común que los consumidores, al adquirir ciertos productos y protestar por el aumento de precios, reciban la respuesta: "¿Y qué quiere? Subieron los combustibles, sube todo".
Respecto de este tema debemos recordar que los precios de los combustibles regulados anteriormente por el Estado, fueron liberados a partir del 1 de octubre del año pasado.
Así es como éste es el tercer mes seguido en que suben los precios. En seis meses la suba ha sido del 24%. El argumento que se esgrime para explicar los incrementos es la suba del precio internacional del petróleo y la devaluación del peso frente al dólar.
La subas comentadas se dan en un contexto en que la inflación, al menos desde diciembre, se ha acelerado. En dicho mes el índice de precios nacional se ubicó levemente por encima del 3%, con un salto importante respecto a los meses anteriores. Aún sin datos oficiales las estimaciones para enero se ubican en el 2%, o algo más.
La suba de los combustibles va a impactar rápidamente sobre los precios de alimentos y bebidas, donde el costo de transporte tiene una incidencia muy alta.
Por otro lado como es sabido, el precio de combustibles y transporte afecta en forma más acentuada al interior del país, a las economías regionales. Estamos en el inicio de la cosecha de uvas y, en plena cosecha de frutas, los fletes subirán.
Los consumidores del interior siempre son más afectados dado que, curiosamente, los combustibles y el transporte siempre son más baratos en Buenos Aires.
El precio de los combustibles y sus efectos está dejando en evidencia que el problema de la inflación vuelve al primer plano. El gobierno, en los dos primeros años, encaró el tema con una política de metas de inflación, fuertemente decrecientes, establecidas por el Banco Central.
Para ello aplicó instrumentos de política monetaria como altas tasas de interés y de contracción de oferta de moneda. Pero por otro lado la decisión de no reducir el cuantioso déficit fiscal, obligó al Central a emitir para asistir al Tesoro y a su vez comprar, con emisión, una enorme cantidad de dólares del endeudamiento del gobierno.
El resultado fue que si bien la inflación se redujo respecto del pasado (en particular pudo absorber la inflación reprimida dejada por el gobierno anterior), las metas de inflación no se pudieron cumplir.
En diciembre, el gobierno decidió relajar la meta para los dos años que restan de gobierno. El núcleo del problema subsiste: déficit fiscal, emisión monetaria, deuda, inflación. Es nuestro eterno problema.
El economista Ramiro Castiñeira ha hecho la siguiente notable reseña del problema. Desde 1944 hemos tenido inflación de dos dígitos durante 44 años; de tres dígitos durante 15 años y de un solo dígito sólo 13 años.
Con la hiperinflación tuvimos dos (1989 y 90) de cuatro dígitos. Estabilidad solamente durante la vigencia del régimen de la convertibilidad. Durante los años considerados el Estado tuvo déficit fiscal en el 90% del tiempo.
En la medida que la inflación no cedía ha reaparecido la indexación de los contratos, convenios colectivos de trabajo y acuerdos comerciales de diverso tipo. Ahora el propio gobierno nacional acaba de emitir, por la suma de 70.000 millones de pesos, un bono a un año, con una tasa del 22%.
Pero con una cláusula que si la inflación es más alta pagará esta tasa. Argentina sigue siendo un paraíso de negocios financieros.