Trump y una idea negativa para todos

Con la misma serenidad con que habla de “recuperar en Canal de Panamá”, de comprar Groenlandia y de “convertir a Canadá en el estado 51 de la Unión”, el presidente norteamericano anunció lo que sólo puede interpretarse como limpieza étnica y apropiación de Gaza.

El plan para dejar Gaza en manos de Trump, erradicar a la población nativa y repoblar esas tierras con gente de distintas partes del mundo, encontró la única reacción global posible ante semejante anuncio: una ola de repudios y cuestionamientos.

No podía ser de otro modo. Con la misma serenidad con que habla de “recuperar en Canal de Panamá”, de comprar Groenlandia y de “convertir a Canadá en el estado 51 de la Unión”, el presidente norteamericano anunció lo que sólo puede interpretarse como limpieza étnica y apropiación de Gaza.

Ante la estupefacción de los periodistas de la Casa Blanca, como si estuviera pensando en voz alta o charlando con Netanyahu, mientras cenan buenos platos y exquisitos vinos, pronunció la frase que sólo puede ser entendida como un eufemismo burdo de limpieza étnica: “reubicación permanente de la población”.

Como aval a semejante idea, Trump dijo que “a todas las personas con las que hablé les pareció una idea maravillosa”. Parecía una broma de mal gusto. En rigor, además de una tragedia más para el pueblo gazatí, la deportación de masa tendrá consecuencias negativas para Israel. Por un lado, fortalecerá las denuncias de genocidio que se multiplican en el mundo, y por otro lado alejará al reino saudí del Pacto de Abraham, o sea del reconocimiento árabe que resulta crucial para la integración de los israelíes en Oriente Medio.

Que los estados árabes pasen de enemigos a aliados es el objetivo estratégico más relevante de Israel. Expulsar a los palestinos de Gaza, como en el año 70 de esta era hizo el emperador romano Tito con los judíos, detonaría niveles de inestabilidad regional que facilitarían el rearme de Hamas y Hezbollá, además del surgimiento de nuevos grupos jihadistas.

De ejecutarse el plan, las denuncias de genocidio que se procesan en el Tribunal Penal Internacional (TPI) añadirán un argumento contundente. Los genocidios son normalmente acompañados por limpiezas étnicas. A excepción de actos de exterminio como los ataques nucleares y los bombardeos masivos, siempre que hay deportación en masa, hay también genocidio.

También pone a los Estados Unidos a contramano de la posición contraria a las limpiezas étnicas que tiene desde hace más de un siglo. En la década del 90, la flota norteamericana atacó Belgrado desde el Adriático y demolió lo que quedaba de Yugoslavia, para frenar la limpieza étnica que Milosevic perpetraba contra los albaneses de Kosovo. Del mismo modo actuó contra las milicias serbo-bosnias que lideraban Radován Karadzic y el general Mladic por la limpieza étnica de la población musulmana en Bosnia Herzegovina.

Poco después de ser anunciado en plan, Marco Rubio dijo que la “reubicación” del pueblo no sería “permanente” sino “temporal” y la justificó como necesaria hasta que fuera limpiada de explosivos sin detonar y reconstruida. Pero también aquí la historia choca contra las palabras.

Para reconstruir Berlín tras la Segunda Guerra Mundial ¿reubicaron en otras tierras a quienes sobrevivieron entre los escombros? ¿Fue sacada de la devastada Dresde su población, retornándola cuando ya estaba reconstruida?

Ni de Hiroshima y Nagasaki sacaron a los sobrevivientes durante la reconstrucción. Ergo, tramar un plan de evacuación “temporal” con el pretexto de la reconstrucción, suena a patraña para justificar una limpieza étnica.

Resulta evidente que Hamás debe ser erradicado de Gaza porque sólo ha ocasionado desgracias a los palestinos desde que, en el 2007, asumió el control de la franja costera tras asesinar y expulsar a la dirigencia de Al Fatah y la ANP. El sanguinario pogromo perpetrado en los kibutzim del sur de Israel, detonó esta guerra tan catastrófica para civiles palestinos. Hamas tiene como estrategia el martirio de ese pueblo, y el gobierno israelí se prestó esa estrategia lanzando lluvias de misiles y bombas sobre las áreas densamente pobladas, donde los jihadistas se esconden entre los civiles para que sean masacrados.

El final de esta guerra sólo es aceptable si ni Hamás ni Israel quedan imperando sobre Gaza. También está claro que Gaza debe ser reconstruida, pero que la forma sea quedando en manos de Estados Unidos suena a contraproducente provocación a los países árabes, que son cruciales para cambiar definitivamente la vida en los territorios palestinos en beneficio de sus habitantes, y para que termine el terrorismo anti-israelí.

La lógica geopolítica indica que, para evitar un rompimiento en la relación de Israel y Estados Unidos con los países de la Península Arábiga, clave fundamental para estabilizar Medio Oriente, son las monarquías petroleras árabes las que deben hacerse cargo de la seguridad, la reconstrucción y la erradicación de Hamas . Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahrein y Kuwait pueden convertir Gaza en una Dubai sobre el Mediterráneo, dejando el gobierno en manos de la ANP.

No lo harán si se aplica el plan de Trump.

* El autor es politólogo y periodista.

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