12 de febrero de 2025 - 00:00

La homofobia, de moda

El autor entiende que la homofobia de algunos políticos del oficialismo es una conducta –en tiempos antropomórficos- de reciente aparición en la historia de la humanidad.

Hemos escuchado decir que la homofobia pertenece a un pasado lejano de discriminación. A poco de andar, entre conocimientos científicos, antropológicos y religiosos, podemos asegurar que la homofobia en realidad, pertenece a la modernidad de las sociedades humanas. La idea del Iluminismo de que avanzamos hacia un progreso indefinido, debe entenderse como un sinfín de idas y venidas, con pasos hacia atrás y pasos hacia adelante.

La conducta homosexual se observa en muchas especies animales. Estos comportamientos incluyen relaciones sexuales, formación de parejas, cuidado de crías y otras conductas sociales entre individuos del mismo sexo. Hay ejemplos bien documentados. Delfines nariz de botella participan en actividades homosexuales tanto machos como hembras. Monos chimpancés bonobos tienen un comportamiento altamente sexual, con una variedad de interacciones homosexuales; las hembras por ejemplo, frotan sus genitales para fortalecer lazos sociales. Pingüinos, gansos, elefantes e incluso felinos mayores, han mostrado conductas homosexuales, formando parejas del mismo sexo y cuidando las crías. No hay duda, existe gran diversidad de comportamientos homosexuales en el reino animal. Esto sin contar que hay especies partenogenéticas, donde las hembras se reproducen entre ellas.

Pero alguien pedirá: “hablemos de humanos”. Sí, hablemos de humanos. Las comunidades primitivas de homosapiens, cazadores y recolectores de hace tan solo doce mil años ©, antes de la revolución agrícola, antes de las comunidades sedentarias, tenían un sistema de organización social en el que la actividad sexual era de absoluta libertad. Cuando hablamos de cazador-recolector, no imaginemos un ser con rasgos de simio cubierto con piel de oso y garrote en mano. Imaginemos a pequeños grupos nómadas idénticos a nosotros, pero con rasgos más atléticos y con una estética corporal similar a la del ser humano actual. La libertad sexual en estos grupos, incluía conductas homosexuales, tanto en hombres como en mujeres. El deseo no era objeto de represión. Sí se reprimía en cambio, al individuo que no prestaba colaboración en la crianza de los niños o aquel que no cumplía con las obligaciones de caza y recolección.

La revolución agrícola no fue un hecho violento, sino un cambio lento de hábitos, consistente en encerrar animales de cría y sembrar granos durante miles de años. Así nacieron las aldeas, compuestas por un número mayor de individuos. Así llegaron las pestes y las enfermedades y por supuesto los conflictos sociales. Nacieron grandes plexos normativos y por supuesto, jueces y autoridades. Se inventaron los mitos para mantener vigente las esperanzas y con los mitos, llegaron las religiones, los sacerdotes y los dioses. Téngase muy en cuenta: todo sucedió ayer nomás.

A pesar de aquellas primitivas religiones, que concebían múltiples divinidades de manera casi democrática, las primeras civilizaciones lograron un grado de progreso tan importante que 3.500 años a.e.c. inventaban la escritura, 1.800 años a.e.c., hicieron el Código de Hammurabi y 800 a.e.c. Homero escribía La Ilíada. En toda la antigüedad clásica (hablamos del antiguo Egipto, y los imperios Persa, Griego y Romano) jamás la homosexualidad fue una conducta que la sociedad valorara negativamente. El mundo antiguo no condenaba la homosexualidad, el mundo antiguo en realidad no condenaba ninguna conducta sexual. La única cultura de entonces que la consideraba una falta moral fue el judaísmo: “…Si alguien se acuesta con un hombre como si se acostara con una mujer, se condenará a muerte a los dos…”, dice El Levítico, escrito en el siglo V a.e.c. Pero el pueblo judío no exportó su idea de dios único precisamente porque consideraba que por ser el pueblo elegido de dios, no tenía por qué andar compartiéndolo con otros pueblos. No influyó directamente en otras culturas y mantuvo la homofobia solo para sus fieles miembros.

Tuvo que aparecer el cristianismo –una secta judía- para universalizar la homofobia. Pablo de Tarso, un judío converso de la nueva secta, en una epístola a los romanos escribe: “ …los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos deseos los unos por los otros… serán castigados eternamente…” . Con la llegada del cristianismo al mundo clásico, (Roma lo adopta en el siglo IV e.c. como religión del Estado) comienza una encarnizada gesta evangélica: los obispos de la iglesia y sus seguidores creyeron que aquel único dios misericordioso y su único hijo, Jesucristo, debían ser conocidos y adorados por todo el mundo, razón por la cual debían acabar a palos, espada y hoguera, con el abominable mundo clásico. Así desaparecieron antiguos textos que exhibían el avance científico de la humanidad, se sepultaron obras de arte, descuartizaron a Hipatya de Alejandría a manos de seguidores del obispo San Cirilo, y entre tantas atrocidades, se persiguió a los homosexuales, por mandato bíblico y evangélico. Unos pocos siglos después, con la aparición del Islam, la homofobia se perfeccionó. Y acá estamos.

Tal vez las tres grandes religiones monoteístas abrahámicas hayan sido en parte, las responsables de esta moderna conducta homofóbica, conducta que, en tiempos antropomórficos, es apenas reciente. Todo esto me hace pensar que ser homofóbico en la actualidad es desconocer la naturaleza y es negar la larga historia de la humanidad.

El autor es escribano público.

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