Goyaaé –(transcrito como Goyathlay y cuyo significado es “el que bosteza”), a quien los mexicanos le habían dado el nombre de Gerónimo, murió el 17 de febrero de 1909 a causa de una neumonía que contrajo a orillas del río Lawton, en Oklahoma. Estaba tan borracho que se cayó de su caballo, no pudo levantarse y pasó toda la noche tendido sobre el agua helada. Ese fue el final de Gerónimo, el último jefe apache o apachú –término que significa «enemigo» en lengua zuñi–, el último de una etnia de guerreros, cuyo nombre se convirtió en sinónimo de coraje y resistencia.
A diferencia de otros aborígenes que luchaban por su tierra, él lo hacía para vengar la muerte de su madre, su esposa y sus hijos, asesinados por el ejército mexicano en un pueblo llamado Janos, Chihuahua, hacia 1851. Hasta entonces, había vivido pacíficamente como un chamán, un hombre que sabía de hierbas curativas. De no haber sido por su ánimo de venganza, habría sido un indio manso, como lo eran sus congéneres los apaches bedonkohe, o como lo fue él mismo en su vejez, cuando se exhibía en las ferias, donde juntaba dinero vendiendo flechas con sus iniciales y posando para fotos autografiadas. Con estas ganancias compraba el alcohol para emborracharse hasta caer en cualquier rincón.
Su historia, o mejor dicho su leyenda, comenzó, como hemos dicho, en 1851, cuando juró vengarse y se unió a Cochise, jefe de los chiricahuas para hostigar a los cristianos. Juntos atacaron varias ciudades dejando su rastro de sangre y destrucción. Perseguidos por los ejércitos mexicano y norteamericano, Cochise y Gerónimo se rindieron en 1871, y su pueblo fue confinado a distintas reservas en Nuevo México y Arizona. Esta paz duró hasta 1877, cuando los apaches fueron trasladados a San Carlos, un lugar desértico. Gerónimo trató de evadirse de este cautiverio, pero fue atrapado y trasladado con los suyos a esta reserva después de haber pasado 4 meses en una prisión militar, donde fue maltratado hasta que las autoridades pensaron que lo habían sometido. Se equivocaron.
En 1881, corrió el rumor entre los indios que las fuerzas norteamericanas planeaban sancionar a los más revoltosos. Al frente de 70 guerreros, Gerónimo abandonó la reserva y se escondió en la Sierra Madre, desde donde hacían incursiones a distintas poblaciones, sembrando el terror por donde pasaban.
El general Crook, a quien los apaches llamaban “Lobo Gris”, lo persiguió durante años, hasta que Gerónimo volvió a la reserva, imponiendo condiciones ventajosas para su capitulación que fueron aceptadas por Crook. Pero Gerónimo no se entregó porque el ejército mexicano lo perseguía.
El gobierno de los Estados Unidos no estaba dispuesto a permitir que un indígena se saliese con la suya y reemplazó a Crook por coronel Nelson Miles, quien comandó a 5000 soldados para detener a Gerónimo y a una veintena de seguidores que se habían fugado de la reserva y continuaron sembrando el terror entre los colonos. Tardaron meses en hallarlo y al final se rindió. El día que se presentó ante las fuerzas norteamericanas estaba, una vez más, borracho.
Después de pasar un tiempo en una reserva de Florida, el jefe indio se afincó en Fort Sill, Oklahoma, donde se convirtió al cristianismo, aunque nunca renunció a sus creencias ancestrales. Allí dictó su biografía en español (hablaba bien castellano, no así inglés) y, a lo largo de los siguientes 23 años, se presentó en distintas exposiciones, como la Universal de San Luis en 1904, y participó en el desfile presidencial encabezado por Theodore Roosevelt.
Después de su muerte poco gloriosa, fue enterrado en Fort Sill, donde, a lo largo de la Primera Guerra Mundial, sirvió Prescott Bush, padre y abuelo de los presidentes del mismo apellido. Bush pertenecía a una sociedad secreta de la Universidad de Yale conocida como Skull and Bones, o La Hermandad de la Muerte. Desde entonces, se corren rumores que en esa universidad se guarda la cabeza de Pancho Villa (el único jefe de una banda mexicana que atacó una ciudad de los Estados Unidos) y los restos de Gerónimo, el guerrero que más bajas había infligido al ejército norteamericano en su propio territorio.
A lo largo de los años se han sucedido los reclamos de los descendientes de Gerónimo para que sus restos fuesen devueltos, aunque su tumba nunca estuvo marcada.
El reclamo continúa aunque las autoridades sostienen que solo se trata de un mito.
Gerónimo se convirtió en sinónimo de resistencia, valentía y defensa de la tierra, aunque haya terminado sus días como un cautivo servil que ahogaba sus penas en alcohol.
* El autor es médico y escritor.