2 de febrero de 2025 - 02:35

El cornejismo ante el riesgo de parecerse a lo que le dio origen

El alejamiento del funcionario provincial que manejó con exceso de alcohol, se debió a que Cornejo no puede permitir que aparezcan en su entorno episodios polémicos como los que también padecieron -abundantemente- Celso Jaque o Francisco Pérez.

Si una luz de alerta se encendió en los despachos oficiales con la polémica desatada esta semana en torno del ahora renunciado titular del Ente de Movilidad Pública (EMOP), Jorge Teves, fue cierto deja vu de los pasos en falsos del peronismo en el gobierno (2007-2015) que el ahora mandatario supo entonces aprovechar para construirse como alternativa.

En su época de opositor, Alfredo Cornejo tuvo entre otras habilidades, la de presentarse como un administrador eficiente, tratando de mostrar a Godoy Cruz como un modelo de gestión prolija y valorada por sus vecinos. Así, se corría del desorden provincial del crecimiento del empleo público y sus paritarias “impagables”, para remarcar que esa conducta fiscal tendría duros efectos futuros para Mendoza, como efectivamente ocurrió.

Pero al margen, el liderazgo implacable de Cornejo también apuntó a la elaboración de un estilo sobrio, austero, rayano con la parquedad, lejos de algunas excentricidades que supieron prevalecer en la gestión pública, pero especialmente denuncias o escándalos ya sea de corrupción o cualquier índole (el caso Mattar o el descontrol en Irrigación, por ejemplo). De esta manera, creía sintonizar con esa concepción a la que después ya en el gobierno terminó dándole forma de un supuesto “estilo mendocino”.

En defensa propia

Es por ello que desde lo simbólico, la toma de conocimiento público de un funcionario suyo de antigua confianza mezclado en un incidente con el uso de un vehículo oficial en plena madrugada y alcoholemia positiva que -además- con el correr de las horas no sólo generó la lógica reacción de la oposición sino también dimensión nacional, activó aquel aletargado músculo que hizo posible al cornejismo para darle un cierre definitivo al asunto, a fin de no generar más daño político que el que causó al oficialismo. Volvió aquel viejo impulso que entonces buscaba el poder; sólo que esta vez no para atacar, sino para ponerse a la defensiva. Tal vez, todo un signo de los tiempos.

Y si ya en la campaña de 2023 había generado incomodidad en el relato oficial las estocadas propias y ajenas que describieron cierta parálisis provincial, o como aseguraba Luis Petri, que a Mendoza había que “darle play” para caracterizar el estancamiento de la última década; o la no inocente comparación que hacía Omar De Marchi con el crecimiento de las provincias vecinas, ahora Cornejo no podía permitir que aparecieran en su entorno episodios polémicos como los que también padecieron -abundantemente- Celso Jaque o Francisco Pérez, aunque fuera una mera falta contravencional. El instinto suele ser lo último que se pierde.

Más allá del líder

Al margen, lo sucedido también da cuenta del particular momento que enfrenta el cornejismo que como todo proceso con tan marcadas características personalistas, no fue capaz tanto en 2019 como de cara a 2027 de asegurar una continuidad exclusivamente propia. Y lo que podría ser aún peor, con expresiones públicas de desgaste que también suelen ser señales del cumplimiento de los ciclos o el cambio de época.

Y si bien Cornejo a lo largo de su trayectoria ha sabido adaptarse a las diferentes olas que han dominado la escena política nacional sin perder protagonismo, ni mucho menos capacidad de representación de esos fenómenos sin quedar estrictamente vinculados a ellos en su ocaso, ahora busca interpretar al mileísmo; pero esa plasticidad no es suficiente al momento del armado del tablero local donde la variable dominante sigue siendo él.

Así, Rodolfo Suárez fue el emergente de un acuerdo con Cornejo y durante esa gestión quedó en claro en innumerables oportunidades que la referencia de las decisiones continuaban en la opinión del proyect manager del radicalismo.

El futuro tiene mucho de la historia reciente respecto de la posibilidad de recrear un pacto similar con otro capitalino, Ulpiano Suárez; o de jugar todas las fichas a la opción de quien ya lo enfrentó, y por ende lo volvería a hacer: el ahora ministro de Defensa de la Nación, y ferviente neolibertario Petri. Ninguno de los dos será un cornejista. En todo caso, otro síntoma de este largo e inédito proceso histórico que lo ha tenido a Cornejo como referencia insoslayable.

La obra pública, el antídoto

El episodio que deriva este análisis en breve será anécdota y más pronto que tarde, seguramente, también olvido. La agenda provincial de este año que recién arranca estará marcada por una explosión de la obra pública que no sólo contrasta radicalmente con los prejuicios y las taras de la Nación (que no sólo abandonó lo poco que había en marcha sino que ahora se debate en cómo incorporar al sector privado) para deshacerse de su obligación de generar y mantener la infraestructura por la que se circula, se comercia y distribuye la producción de la economía argentina.

En la asunción de ese rol central, que es eminentemente político, se respaldará Cornejo producto de la asignación de los recursos extraordinarios del resarcimiento de los efectos de la Promoción Industrial, inicialmente pensados para la construcción de Portezuelo del Viento, y ahora para desparramar obras de diversa índole en todo el territorio. Más de mil millones de dólares que tendrán el efecto adicional de demostrar que en la última década, de la cual Cornejo ha sido el fiel de la balanza, Mendoza no está ni quieta ni estancada.

Esta semana, ya se asignaron los primeros cinco proyectos por 47 millones de dólares: la ruta provincial 153 (Las Catitas-Ñancuñán) en dos tramos; la ampliación y refuncionalización del establecimiento depurador de General Alvear; la colectora cloacal Máxima Tirasso de Guaymallén y 35 kilómetros de la ruta 171 (Monte Comán-Real del Padre).

Ese es el foco de acción que el cornejismo pretende además convertir en legado, y que desde la óptica de su alma mater no puede soportar el entorpecimiento de deslices que alimenten a los opositores o que en la espuma de la discusión pública, ofrezcan flancos tan débiles para una defensa -que pese al paso del tiempo- volvió a demostrar que aún le quedan reflejos.

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