Buena parte de la historia violenta de Colombia se cerró hace 25 años en el tejado de una casa de un barrio de clase media de Medellín. Allí, tendido de medio lado terminó Pablo Escobar.
Los policías que lo abatieron aquel 2 de diciembre de 1993 se tomaron fotos con enormes sonrisas cerca del cuerpo de quien fuera el principal narcotraficante del mundo.
Varios hicieron con los dedos la "V" de la victoria y en el país se vivió entonces por varios días un ambiente de fiesta.
Pero en una parte de Medellín, principalmente en los barrios marginales en los que "El Patrón" demostraba por qué era llamado con ese apodo, lo lloraron. Su sepelio fue multitudinario y con muestras de dolor de quienes lo admiraban. La muerte de Pablo Emilio Escobar Gaviria, considerado sin vacilar por los organismos de seguridad como "el enemigo público número uno de Colombia", puso punto final a una ola de ataques terroristas ejecutados por el cartel de Medellín desde comienzos de los '80.
Escobar, que nació el 1 de diciembre de 1949 en Rionegro, un municipio próximo a Medellín, empezó su vida delictiva en los '60 como contrabandista y en los '80 incursionó en el mundo del narcotráfico, que a la postre se convirtió en un delito que financió parte del conflicto armado colombiano.
Con un espíritu empresarial, Escobar vio una oportunidad de ganar dinero enviando cocaína a Estados Unidos y para eso buscó contactos para comprar la materia prima, la pasta de coca, en Bolivia y Perú. Pero el crecimiento de sus ganancias tenía que ser justificado de alguna forma y entonces buscó poder político, para lo cual se incorporó al Partido Liberal, a nombre del cual alcanzó a ocupar un escaño en la Cámara de Representantes.
Dueño de un discurso antiimperialista y hasta con cierto tinte izquierdista, aunque su banda financió a grupos paramilitares ultraderechistas, Escobar fue desenmascarado en el Congreso por el entonces ministro de Justicia, Rodrigo Lara, que enarbolaba la lucha contra la corrupción. Escobar salió del Congreso y pasó a la clandestinidad como jefe del cartel de Medellín.
Su primer desafío al Estado fue en abril de 1984, cuando el ministro Lara fue acribillado en Bogotá. Para Colombia fue el inicio de una época marcada por el terrorismo.
Uno de los magnicidios que más conmoción produjo fue el de Luis Carlos Galán, en agosto de 1989, cuando era el favorito para ganar las elecciones presidenciales de 1990.
Escobar se entregó durante el Gobierno de César Gaviria (1990-1994) tras el ofrecimiento de beneficios judiciales, como el de no ser extraditado a Estados Unidos.
Pero se fugó en 1992.
Escobar cayó por un error que cometió aquel 2 de diciembre de 1993, cuando una charla telefónica con su hijo le proporcionó a las autoridades su ubicación exacta.
El poder corruptor sigue vivo
El poder corruptor del narcotráfico sigue haciendo daño a las instituciones colombianas pese a que ya no hay grandes carteles de las drogas como el que lideró Pablo Escobar, afirma el periodista Fernando Cano Busquets.
Cano es una de las miles de víctimas de Escobar: su padre, Guillermo Cano, director de El Espectador, fue asesinado a tiros la noche del 17 de diciembre de 1986 por sicarios del cartel de Medellín, mafia que en 1989 destruyó las instalaciones del rotativo con un camión bomba.
Colombia, entre las heridas y la memoria
Los últimos años fueron prolíficos en materia de películas, series de TV y documentales sobre la vida de Pablo Escobar.
Los productos audiovisuales y editoriales se multiplican en el mundo reabriendo una herida que Colombia trata de cerrar para dejar atrás una de sus épocas más oscuras.
En Medellín, algunos vecinos hacen tours para conocer más acerca de la vida de un capo que parece haberse convertido en un ícono pop.
Su incómoda presencia, frecuente en las conversaciones, no supone para el sociólogo Fabián Sanabria, profesor de la Universidad Nacional, un estigma para Colombia, puesto que "forma parte de la realidad y de los procesos históricos de las naciones".
Para Sanabria, que cursó su doctorado en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París, no es muy distinto a la carga que tienen otros países con Hitler, Mussolini, Franco, Stalin o Tito.
"No creo que sea un estigma, forma parte de la realidad histórica de este país, forma parte de sus tinieblas, de su oscuridad y hubo un contexto histórico muy preciso para que el narcotráfico se incubara en Colombia", sostiene.
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Las teorías sobre la bala que terminó con su vida
Cuando el grupo de elite policial y militar llamado Bloque de Búsqueda lo encerró en una casa de Medellín, el hombre más buscado del país trató de huir por el tejado.
El entonces mayor de la Policía Hugo Aguilar fue quien le hizo un disparo certero que le atravesó el corazón. Aguilar, ahora coronel retirado y quien años después fue condenado por nexos con grupos paramilitares, dice que alcanzó al capo con un disparo por la espalda. Un teniente, según el relato, le hizo otro tiro que le salió por el oído.