En el pasado se recomendaba que los recién nacidos durmieran boca abajo, mientras ahora se indica que se los debe colocar con la carita hacia arriba. También hay especialistas que defienden la alimentación a demanda, es decir, cuando el pequeño pide, versus otros que sugieren que se los amamante cada tres horas y se los despierte durante la noche si es necesario.
Así ha surgido también una corriente que promueve el apego con el bebé. Esto es, tenerlos en brazos, en contacto con la piel lo más posible, responder de inmediato cuando llora y hasta compartir la cama con ellos.
“Viva el colecho”, escribió Carolina “Pampita” Ardohain en Twitter el miércoles al compartir una foto en la que se la puede ver durmiendo con sus tres hijos, Benicio, Bautista y Beltrán. La modelo se sumó así a una lista de famosas -como Paula Chaves, Carla Conte y Griselda Siciliani- que también se muestran a favor de compartir la cama con sus pequeños y extender la lactancia materna hasta los 3 años o más.
Rodolfo Cáceres, jefe del área de Pediatría del Hospital Universitario, reconoció que la opinión sobre el tema en la comunidad profesional está dividida.
El especialista consideró que el colecho no entraña problemas en el desarrollo del niño y que depende de la decisión de los padres, pero que existen ciertos riesgos y el principal es que los progenitores lo aplasten. Esto en particular, indicó, durante las primeras semanas de vida del bebé, ya que la madre está agotada y puede encimarse sin darse cuenta.
El pediatra comentó que él aconseja que el pequeño pase a otra habitación mientras sea lactante, en cuanto los padres adquieran seguridad de que al niño no le va a ocurrir nada. Es que el compartir la misma cama, plantean los defensores del colecho, permite justamente estar atentos a cualquier dificultad que el bebé tenga.
Cáceres manifestó que lo ideal es que quienes opten por esta modalidad hagan que el chico duerma en su propia cama entre los 4 y 6 meses. Esto, porque si el colecho se prolonga en el tiempo, se acostumbra y resulta cada vez más difícil pasarlo a su habitación.
Asimismo, el especialista, quien recomienda la alimentación por demanda, explicó que dormir con la madre después del año a veces influye en este patrón, porque el niño puede llegar a tomar el pecho como chupete.
Adrián Fernández, quien trabaja en el área de internación del Hospital Pediátrico Alexander Fleming, opinó que el colecho es solo una moda aunque quienes la promueven sostienen que los seres humanos lo practicaron desde la antigüedad.
También indicó que es bastante frecuente que los padres comenten en la consulta que compraron un colchón más grande para poder dormir cómodos con los niños y que, ante esto, él les recuerda que son ellos los que tienen que establecer las pautas de crianza y no los hijos.
El pediatra comentó que lo que suele ocurrir es que los papás llevan al pequeño a su pieza pero cuando se despierta dos o tres veces durante la noche -con el cansancio que conlleva tener que buscarlo y llevarlo una y otra vez- terminan optando por dejarlo en la cama matrimonial. De todos modos, aclaró que en sectores de escasos recursos es común que la familia se vea obligada a compartir una misma habitación y entonces el colecho es inevitable.
Fernández señaló que lo aconsejable es que hasta los 4 a 6 meses de vida, el pequeño duerma en una cuna en la pieza de los padres y que luego se lo pase a su propio espacio.
El médico señaló que esto favorece que el niño tenga más independencia y lo prepara para la crisis de separación, que se produce a partir de los 8 meses de vida, cuando comprende que no es uno con su mamá, sino dos. En cuanto al apego, consideró que se genera una relación casi mágica con la madre desde el nacimiento, que se refuerza con la lactancia materna, ya que pasa casi 100% del tiempo al lado de ella.
¿Y la pareja?
El psicólogo Daniel Venturini coincidió en que el hecho de que el niño tenga su propia habitación desde pequeño lo ayudar a ir a desarrollando su autonomía y reduce las posibilidades de que, de adulto, sea una persona emocionalmente dependiente.
Pero también planteó que, en muchos casos, los niños que duermen con los padres funcionan como una barrera “justificada” para la intimidad de la pareja, ya que los ubican en el medio (de un modo real, no figurativo). De ahí que, en su opinión, el niño nunca debe compartir la cama con los papás y luego de unos meses tiene que estar en otra habitación.
El también psicólogo Hugo Lupiáñez consideró que el apego es positivo pero el dormir en la cama de los padres puede ser perjudicial para la madurez e independencia del chico.
Asimismo, señaló que esta práctica retarda el retomar la relación normal de pareja y cuanto más se mantiene en el tiempo, más difícil resulta resolverlo, por lo que puede terminar en una crisis. Y cuando esto ocurre, los progenitores pueden llegar a culpar de un modo inconsciente al niño.
Cada vez que una mamá famosa difunde sus fotos de colecho, surgen en las redes sociales reacciones a favor y en contra. Gisela Tiviroli (25) tiene una hija de 4 años y un embarazo de 14 semanas, y contó que su pequeña ha dormido en un par de ocasiones en la cama matrimonial por razones muy puntuales. Si bien la niña suele acostarse un rato con sus papás, la llevan a su habitación en cuanto se duerme. La joven consideró que el compartir el lecho puede ser perjudicial para la pareja, no sólo porque dificulta tener relaciones sexuales sino porque suele ser el momento en que ambos pueden charlar tranquilos, sin tener que usar códigos porque los hijos escuchan.
En la cama de los padres
El colecho está vinculado al concepto de la crianza con apego. Quienes promueven que los hijos duerman con sus padres sostienen que, en la historia de la humanidad, el que los chicos tengan su propia habitación es un hecho relativamente reciente. Entre sus ventajas, plantean, está -además de que favorece el vínculo con los progenitores y el desarrollo emocional del bebé- que los adultos pueden percibir de inmediato si le pasa algo al chico. Y como la respuesta es más rápida, disminuye la duración de los episodios de llanto.
También manifiestan que favorece la lactancia materna y modifica el ritmo de sueño del bebé, que está menos tiempo en la fase profunda, con lo que se reduce el riesgo de muerte súbita. Incluso señalan que mejora la presión sanguínea y el ritmo cardíaco del pequeño. De todos modos, advierten que el colchón tiene que ser firme y se debe ubicar al niño hacia adentro de la cama, para que no se caiga, y evitar el colecho cuando los adultos están muy cansados o han consumido alcohol.