Los chefs son los nuevos rock stars. Les piden fotos en la calle, se van de gira, son perseguidos por los paparazzi y llenan auditorios con fanáticos eufóricos. Pero alcanzar ese status no es gratis: con la fama y el oro, viene el escándalo.
Adulterio, consumo de drogas y estafas son algunas de las polémicas que protagonizan las estrellas internacionales de la cocina, desde Nigella Lawson hasta Anthony Bourdain, pasando por Martha Stewart y Gordon Ramsay. ¿Cómo llegaron de los programas de TV y los libros de cocina a las portadas de las principales revistas de chimentos?
NIGELLA LAWSON:
especias en la cocina, drogas en la CorteUno de los episodios más shockeantes del último año lo protagonizó Nigella Lawson, la amable y sensual chef inglesa de 54 años que escribe sobre gastronomía desde 1985 y cocina para las cámaras desde 2005 (en la Argentina la vemos por Fox Life).
El diario británico Sunday People publicó, en julio, una nota titulada “Artichocked” (juego de palabras con “artichoke”, alcaucil, y “chocked”, ahorcada) en la que se muestran tremendas fotos de Nigella en un restaurante siendo asfixiada por las manos de su ahora ex marido, el publicista Charles Saatchi. Al poco tiempo, anunció su separación. Pero eso no fue todo. A fines de 2013, la cocinera tuvo que ir a la Corte de Justicia: junto con Saatchi, había demandado a dos ex asistentes por gastar sin su permiso más de 800.000 euros con sus tarjetas de crédito.
Durante el juicio, las acusadas afirmaron haber visto a Nigella consumiendo drogas “compulsivamente”. A la hora de testificar, la chef tuvo que reconocerlo: había tomado cocaína, pero solo un par de veces, en momentos de estrés y para soportar la violencia doméstica.
También confirmó haber fumado marihuana frente a sus hijos, pero dice estar limpia de drogas desde su divorcio. “La idea de que soy una drogadicta es absolutamente ridícula”, aseguró. ¿Y el juicio? Las asistentes fueron declaradas inocentes.
PAULA DEEN:
manteca y lengua suelta. La reina de los dramas bizarros, al menos de los últimos tiempos, es Paula Deen. En la Argentina no la conocemos demasiado porque nunca se transmitió su programa en el cable; aún así, es probable que los amantes de los shows culinarios la reconozcan si la ven en una foto. Deen es una mezcla entre las conductoras de "Rico y Abundante" y Maru Botana: platos calóricos en pantalla y miles de billetes en el banco, fruto de decenas de contratos publicitarios.
El declive de Deen –que está en la tele de Estados Unidos hace más de una década–, empezó a principios de 2012, cuando confesó que tenía diabetes tipo 2, después de años de llenar sus recetas de azúcar y manteca.
¿Qué la llevó a sincerarse? Un contrato firmado con Novo Nordisk, una empresa farmacéutica especialista en medicación para la diabetes. Medio país se puso en su contra y ella se excusó: “Soy lo que soy. Crecí en el sur y así me enseñó a cocinar mi abuela”. Un año más tarde, la acusación de una ex empleada, Lisa Jackson, la puso otra vez en el centro del rechazo popular.
Jackson la denunció por discriminación, argumentando que Deen solía hacer comentarios racistas en sus restaurantes de Georgia. En su declaración, Deen admitió que “por supuesto” había usado la N-word (“nigga”, la palabra más despectiva con la cual referirse a un afroamericano en Estados Unidos) en el pasado y que, incluso, una vez pensó en organizar un casamiento bajo la temática “plantación de algodón”, en el que mozos de tez oscura vestidos de esclavos sirvieran a los invitados.
Intentó levantarse después de semejante tropezón pidiendo disculpas por YouTube, pero no hubo caso: la echaron del Food Network (la señal de televisión para la que trabajaba), la dejó su editorial y ocho de sus sponsors, de la talla de Walmart, le dieron la espalda. Al cierre de esta edición, Deen parece estar renaciendo de las cenizas: consiguió una inversión de entre 75 y 100 millones de dólares para su nueva compañía, Paula Deen Ventures. Aún así, nadie podrá olvidar las horas de sketches y monólogos en donde se la ridiculizó durante meses.
MARTHA STEWART:
especulación y cárcel. La cocinera estadounidense, referente de millones de amas de casa desde su primera presentación en televisión en 1991, logró construir un imperio entre libros, programas de TV, revistas y marcas de muebles, objetos de decoración, artículos de oficina y accesorios para mascotas, entre otros rubros.
Su carrera empresarial es la que la llevó a su propio gran escándalo, cuando comenzó a ser investigada por la Comisión Nacional de Valores –una agencia independiente del gobierno que regula los mercados financieros de Estados Unidos– por vender las 4000 acciones que poseía de la compañía farmacéutica ImClone, justo un día antes de que éstas cayeran drásticamente.
Como se sospechaba, no fue de puro pálpito. La reina de las amas de casa era íntima amiga del presidente de ImClone, Samuel Waskal, quien le advirtió que la Administración de Drogas y Alimentos iba a rechazar una droga anticancerígena que la empresa estaba a punto de patentar. Por haber ventilado esta información, el empresario fue a prisión y tuvo que pagar 4 millones de dólares. ¿Y Martha? No reveló ni una palabra a los agentes federales.
Como resultado, la condenaron a cinco meses en la cárcel y otros cinco en arresto domiciliario por cargos de conspiración, falso testimonio y obstrucción a la justicia. En una reciente entrevista en el Today Show (clásico programa matutino emitido en EE.UU. desde 1952) pidió ser recordada por sus éxitos profesionales y no por el tiempo que pasó encerrada. También se inscribió, en vivo y en directo, en un sitio de citas online: “Me gustaría desayunar con alguien, ir a la cama con alguien, dormir con alguien”, declaró la chef, divorciada hace más de quince años.
Por suerte, mientras vive la resaca de su etapa oscura, no suma eventos desafortunados. Lo único que salió a la luz fueron los problemas financieros que su empresa, Martha Stewart Living Omnimedia, sufre desde el tiempo de su encarcelamiento. Problemas que todavía están muy lejos de llevarla hacia la ruina económica. La carrera de Martha –quien, este año, sopla 73 velitas– sigue viento en popa.
MARIO BATALI:
en casa de herrero, cuchillo de palo. Batali, el chef de Estados Unidos conocido por ser un experto sobre gastronomía italiana, no es el más premiado, exitoso o rico de esta lista. Pero con restaurantes en Nueva York, Las Vegas, Hong Kong, Los Ángeles y Singapur, y la conducción del talk show The Chew, todo lo que hace tiene alguna repercusión en los medios.
Desde la cantidad de Crocs naranjas que compra –tiene 30 pares iguales y en 2012 encargó 200 más, por temor a que las discontinuaran–, hasta cómo trata a sus empleados, pasando por las afirmaciones polémicas que hace frente a cámara. En 2011, la revista TIME lo invitó a opinar acerca de quién merecía ser nombrado personaje del año. Durante el debate, los invitados dedicaron un tiempo a discutir sobre la influencia que los banqueros tenían en la sociedad y, cuando le tocó hablar a Batali, usó una metáfora poco afortunada: dijo que habían dejado de trabajar para la gente y se estaban llenando los bolsillos de dinero con el mismo éxito que Stalin o Hitler.
Le dieron el pie para disculparse, pero el chef se rehusó a ser políticamente correcto y redobló la apuesta, explicando que los banqueros tenían el mismo poder para cambiar o arruinar la vida a la gente que un dictador.Una denuncia de 2010 le quitó peso a su (supuesta) cruzada anti-capitalista. Mil empleados de sus restaurantes de Manhattan –Babbo, Del Posto, Casa Mono, Bar Jamón, Esca, Lupa y Otto– lo acusaron, junto a su socio Joseph Bastianich, de retener ilegalmente parte de las propinas.
En su defensa, Batali aseguró que habían establecido que un 5% de la venta de vinos iba a ser destinado a cubrir gastos relacionados con la rotura de vajilla. Pero nunca fue posible certificar a dónde fue a parar ese dinero. Para apagar el fuego, el cocinero tuvo que pagar 5.250.000 dólares en 2012.
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