Club de París, el ruido y las nueces

El acuerdo con el Club de París puede ayudar a la atracción de inversiones hacia el país e incluso fortalecer nuestra muy debilitada seguridad jurídica, pero las condiciones de pago son mucho más onerosas de las que podrían haber sido de haber actuado con

Club de París, el ruido y las nueces

El trabajoso y tardío acuerdo para el pago de la deuda con el denominado Club de París, hace necesario realizar algunas consideraciones sobre este asunto.

Por cierto, el Club de París no es un club. Se trata de una organización informal que abarca a 19 países de Europa y de otros continentes que son acreedores permanentes de países deudores. El grupo es coordinado por funcionarios franceses y se reúne en París, de ahí su nombre. Para el caso argentino participaron: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Holanda, Israel, Italia, Japón, Reino Unido, Suecia y Suiza. Este listado muestra que no se trata de un club cualquiera.

El nacimiento de esta organización informal está directamente relacionado con la Argentina, ya que la primera vez que se reunieron países acreedores en la capital francesa fue para negociar un préstamo importante para la época cuya finalidad era refinanciar con ellos una deuda que teníamos impaga. Muchos países tomadores de crédito han renegociado deudas y nuestro país lo ha hecho en varias oportunidades. Si bien el grupo no es un banco ni un organismo de crédito, como el Banco Mundial por ejemplo, presta dinero a países con problemas financieros.

El Club, a pesar de ser un grupo informal, tiene varios principios que guían sus decisiones. Éstas se toman de acuerdo a la situación del país deudor; son tomadas por consenso entre los países acreedores. Es condición tratar sólo con países que necesiten reestructurar deudas e implementen reformas para resolver problemas de pago.

En la práctica significa que debe haber un préstamo o programa de reprogramación previamente aprobado por el Fondo Monetario Internacional. Se aplica también un principio de solidaridad: los acreedores están en los términos del arreglo. Los acreedores deben ser tratados en igualdad de condiciones. Ningún país deudor puede dar un tratamiento desfavorable a otro acreedor con el cual se ha llegado a un consenso en el Club de París.

En este contexto, y después de haber declarado reiteradamente que no aceptaría ninguna condición, el Gobierno ha anunciado un acuerdo en el que las condiciones aceptadas son varias y onerosas. La deuda quedó consolidada y reconocida en 9.700 millones de dólares y el acuerdo prevé cancelarla en cinco años, plazo que evita la auditoría del FMI. La forma de pago implica unos 1.100 millones entre este año y el que viene. El próximo gobierno deberá hacerse cargo de los más de 8.000 millones restantes. Curiosa forma que está adoptando el desendeudamiento al final del gobierno kirchnerista.

El ex ministro de Economía Ricardo López Murphy, en declaraciones radiales, ha señalado condiciones desfavorables importantes, producto de no haber aceptado la auditoría del FMI, que las resume en una expresión: “Nos costó muy caro”. Señala la inexistencia del período de gracia para el pago, cuando en las refinanciaciones de 1987 y 1992 se obtuvieron seis años de gracia. En las negociaciones de esas dos fechas no se pagaron intereses punitorios; esta vez vamos a pagar  U$S  2.700 millones de intereses punitorios por no recurrir a la institución de la cual somos miembros.

El ex ministro formula otra observación muy interesante que denomina grado de correspondencia, que en concreto significa que en las negociaciones de deuda con el Club se piden largos períodos de gracia para luego ser usados como vara en las negociaciones con los privados. La forma de pago acordada puede ser negativa para otras negociaciones.

Finalmente se pregunta si es bueno tener acuerdo o no, y se responde que cree que es bueno, a pesar de todo lo mal estructurado. Son varios los economistas que opinan en el mismo sentido, con más o menos optimismo sobre los efectos que pueda tener sobre el posible ingreso de capitales en el futuro inmediato. También desde diversos sectores empresarios se han hecho declaraciones favorables, aunque tampoco hay demasiado optimismo sobre el acceso a los mercados de capitales mientras persista la desconfianza en el país.

Finalmente una severa crítica la realiza Idesa, que ha titulado su informe: “El arreglo con el Club de París no es una buen noticia”. Considera que la euforia “es arrebatada”. Su cuestionamiento: que es una carga que se transfiere al próximo gobierno, acompañada de una muy grave situación fiscal.

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