Pasaron casi tres semanas de la erupción del Volcán de Fuego en Guatemala y llegaron más noticias que taparon la enorme tragedia, que no acabó con la gran erupción. Hay cientos de personas cuyos familiares no aparecen, casas y objetos convertidos en estatuas grises, como una moderna Pompeya, casi un millón de desplazados que no tiene dónde ir, destrucción sobre pobreza, niños que respiran aire enrarecido, aludes, temblores.
Mientras el mundo olvida, Claudio Alberoni tiene muy presente que pasarán años antes de que la gente se recupere. Y lejos de lanzar proclamas en redes sociales o juntar ropa que ya no es útil para los damnificados, quiso vivir todo en primera persona.
Nacido en La Central, Rivadavia, hace 45 años, reside desde hace casi dos décadas en Florida con su mujer Myriam.
Decidió usar sus vacaciones para ir a colaborar con lo que fuera, pero in situ, viendo lo que realmente se necesitaba: manos y piernas para ayudar, serenidad para consolar. "Empecé a recolectar plata entre vecinos y amigos", cuenta a Los Andes este hombre que hoy se dedica a la construcción.
Con lo que consiguió se tomó un avión y llegó solo. Sin grupo, sin ONG, sin respaldos gubernamentales. Lo que vio lo dejó tan conmovido que quiere volver.
“Es más trágico de lo que se ve en las noticias. Hay niños durmiendo directamente en el piso, sin colchones. Bebés que no tienen leche. Hay gente que con sus propios autos ayuda a trasladar cosas y a llevar comida y donaciones, pero no tiene para el combustible. Y hay un Gobierno corrupto que entorpece la llegada de donativos”, afirma.
Organismos con el Banco Mundial y la OEA prometieron ayuda para reconstruir los poblados que quedaron destrozados, pero Claudio dice que los damnificados necesitan cosas concretas, y rápido. Colchones, comida, transporte, gotas para los ojos, cremas antibióticas, áloe vera.
Las constantes lluvias entorpecen la búsqueda de más cadáveres, el Volcán de Fuego sigue en constante actividad y aumenta el peligro por los fuertes lahares, flujos de lodo y escombros que se generan cuando los depósitos volcánicos entran en contacto con el agua. Mareas que caen por las laderas con velocidades de hasta 100 kilómetros por hora y que pueden bajar como ríos ardientes hasta meses después de una erupción.
Las brigadas de socorristas logran entrar a la zona cero de la tragedia, pero solo durante unas horas, ya que las intensas precipitaciones obligan a las autoridades a evacuar el área por el descenso de lahares.
Él estaba allí, arriesgando su vida y poniendo un poco de optimismo en medio de tanto infierno.
Se alojó al pie del volcán, donde la situación es crítica. Pagó de su bolsillo, y con los donativos de sus amigos, un hotel que quedó en pie. Antes de partir, pidió a toda la comunidad que le diera cosas que son realmente necesarias.
“Si alguien me puede colaborar con algo de esto se lo agradecería”, posteó.
Una vez en suelo guatemalteco se puso manos a la obra y trabajó codo a codo con las familias afectadas: ayudó a cuidar bebés, intentó conseguir colchones para los chicos, entregó las cremas antibióticas y las gotas de ojos, imprescindibles para soportar la contaminación y los vapores de un volcán que no ha cesado su actividad. "Estoy muy conmovido. Es tremendo", aseguró a Los Andes.
La situación no mejora en Guatemala y hacer lo que hace Claudio es un riesgo enorme.
Después de la tragedia del 3 de junio, las autoridades aún no declaran la zona afectada como inhabitable y como camposanto, medida que implica suspender definitivamente la búsqueda de los desaparecidos y declararlos fallecidos.
Unas 3.617 personas continúan en albergues improvisados en escuelas y salones comunales.
El presidente Jimmy Morales dijo que la recuperación de la zona costará unos 80 millones de dólares, mientras el ministro de Finanzas, Julio Héctor Estrada, anunció que en noviembre el país solicitará al Banco Mundial un préstamo de catástrofes.
Mientras todo eso llega, burocracia de por medio, gente como Claudio pone su grano de arena para que los que quedan puedan, al menos, seguir adelante con lo que les quedó y sobreponerse a una pesadilla que nunca olvidarán.
Donación del Vaticano
El papa Francisco enviará una primera donación de 100.000 dólares para ayudar a los damnificados.
El Dicasterio (ministerio) para el Servicio del Desarrolló Humano Integral del Vaticano comunicó que la ayuda quiere "ser una inmediata expresión del sentimiento de espiritual cercanía del papa" ante esta catástrofe. Esta cantidad "será repartida en colaboración con la nunciatura apostólica entre la diócesis más afectadas que la destinarán a las asistencia a las personas damnificadas por la erupción", añadió este dicasterio vaticano.