Clases de circo para la inclusión social en barrios del Oeste

Alumnos de hasta 14 años se acercan a técnicas circenses. Mañana harán una demostración de lo que ensayaron con sus maestros de malabares.

Clases de circo para la inclusión social en barrios del Oeste

Entre risas y gritos, los chicos están parándose sobre una tabla apoyada en una esfera o realizan saltos acrobáticos. Es un momento de cualquier mañana en el patio del centro educativo Arco Iris, pegado a la zona de El Pozo, el gran basural a cielo abierto que está cerrando el Gobierno, en el Campo Papa, Oeste de Godoy Cruz.

Los pibes que gritan frenéticamente están bajo la tutela de un un grupo de cirqueros. Los espectadores circunstanciales son padres y maestros que toman un descanso para ver a sus alumnos en pleno gasto de energía.

Todo se desenvuelve debajo de una carpa, en el marco del programa de acciones de inclusión social, impulsado por el Ministerio de Cultura y el Espacio Cultural Julio Le Parc. Precisamente, el responsable de ese complejo, Maximiliano Uceda, comenta: "Decidimos trabajar desde el circo por considerarlo un vehículo maravilloso para adquirir habilidades técnicas, desarrollar nociones corporales y generar respeto por el cuerpo".

El "circo social", como también se llama a la actividad, es conducida por jóvenes que hacen de la acrobacia y la interpretación su modo de vida.

El papel de entrenadores en el piso de tierra de la carpa del Arco Iris es asumido por Julián Herrera (36), su pareja Rosana Goudard (52, platense), Martín Montero (36), de la compañía Havaricus y Martín Baigorri (33, del circo Trópico).

Los aprendices son pequeños habitantes de barrios cercanos a El Pozo y pertenecen al ya nombrado Arco Iris, mientras que otros niños llegan del Seos Puentecitos, del barrio Los Cerrillos (al lado del SUPE). Algunos de sus progenitores tienen la dura tarea de trabajar con los residuos.

Ambas instituciones educativas tienen el apoyo de la Fundación Coloba (Colaboración Los Barrancos), que hace mucho por los jóvenes de sectores urbano-marginales del Oeste godoicruceño.

La tarea comienza con un convocante "¿Cómo están ustedes?", que formula uno de los "profes", y que responden unos 40 pibes, con edades comprendidas entre 5 y 14 años, de los 2 sexos.

Julián, acompañándose con un acordeón, introduce al plantel de colegiales en una especie de precalentamiento, de juegos y risas.

Luego los chicos son separados en tandas y comienza el entrenamiento específico: unos se empeñan en hacer malabares bajo las órdenes de uno de los especialistas; otros ensayan el minitramp, que es el salto con piruetas sobre colchonetas ("parecido a las clases de gimnasia", dice un alumnito) y un tercer lote, especialmente niñas, se aplica en la difícil disciplina de la rolabola, que exige hacer equilibrio subiéndose a una tabla que está apoyada sobre un cilindro. En esta etapa de la práctica, Tamara Rivas (11) confiesa con seguridad que "me sale bien el equilibrio, pero me cuesta bailar bachata".

Rosana Goudard, que en la actuación ante el público es "tía Rosita", explica que la enseñanza que se brinda a los escolares es una aproximación a las actividades circenses, "que puede servir de inspiración para engacharse con las técnicas del circo, claro, sin abandonar los estudios. Todo lo que hacen aquí requiere de disciplina, concentración y estado físico, condiciones que les podrán servir para los aprendizajes que harán en el futuro". Rosana lo dice con conocimiento de causa: tanto ella como su compañero, Julián, son docentes de grado.

Una mamá, Cintia Galigniana (23, de Horneros III), observa los desplazamientos en la pista de su hija Carla (7) y su sobrino Rodrigo (7), y también deja su comentario. "Me parece muy lindo lo que hacen. Aquí se entretienen, gritan, saltan, liberan energía y nadie los limita. Además de ser un escape para sus tensiones, estas posibilidades los alejan de la calle y los videojuegos".

Estudiantes como Jennifer Sosa (15) y Sol Tello (14), cursantes de los colegios Ángel Cervera, del B° Suárez, y Victoria Ocampo, del B° Brasil, respectivamente, se sienten atraídas por el arte de las piruetas, pero confiesan que a algunos compañeros les dicen que son grandes "para esas cosas". Los jovencitos, los escolares mayores, tienen horarios vespertinos para hacer estas prácticas y no juntarse con los infantes.

Mañana, todo lo aprendido bajo la tienda del Arco Iris será devuelto con un espectáculo que harán los talleristas y los cursantes, a partir de las 15. Allí se concentrará lo mejor de tanta hormona infantil en movimiento.

Para la ministra de Cultura, Marizul Ibáñez, lo que se hace en el Oeste de Godoy Cruz, y también en el Le Parc, "es un orgullo, una acción de inclusión concreta". Explicó que en el complejo cultural de San José se ha abierto un aula para adultos, junto a la DGE, para que vecinos del asentamiento Ferrocarril Belgrano terminen sus estudios secundarios.

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