Qué le sucede a la gente con la democracia es difícil mensurarlo, como también lo que le pasa con la clase política. Puede servir de respuesta la evolución de la participación electoral en Mendoza. Si vemos la infografía advertimos que del 87,2% de participación que se obtuvo en 1987, el mayor número desde el regreso de la democracia en 1983, caímos al 77% en el 2001. Si bien después se recuperó la asistencia de la gente a votar, en el 2005 se registró el número más bajo, subió de nuevo y en las elecciones del 2015 se quedó en el 79,4%, un poco menos que en las dos anteriores. Estamos a 8 puntos del 87,2% de 1987. ¿Es mucho? ¿Es poco? Es mucho si tenemos en cuenta lo que sucedió durante todo este tiempo en nuestro país. Atravesamos hiperinflaciones, recesiones, devaluaciones, crisis institucional y medidas económicas de las que quieran que dejaron altas tasas de pobreza, inflación y desocupación.
Frente a todo esto y por suerte, casi el 80% de las personas en condiciones de votar, siguen pensando, a pesar de la queja, que la política y la democracia es la forma para resolver los conflictos y solucionar los problemas que tenemos como sociedad y lo demuestra votando.
En una columna publicada esta semana en el diario La Nación, que analiza el voto de la gente de bajos recursos de la provincia de Buenos Aires, Javier Auyero y Sofía Servián, señalan que ha desaparecido la esperanza de la movilidad social ascendente, pero aclaran que para su sorpresa, registraron “cierta esperanza urgente en la política”.
Cuando todo se desmorona, se hace necesario creer en algo y ahí es donde está el peligro, porque más gente está dispuesta a pensar -alentada por demagogos ocasionales- que vendrán cambios que les solucionarán la vida en poco tiempo, pero en realidad nada de eso ocurrirá. El comentario vale para cualquier partido o frente electoral.
No queda otra que avanzar como ciudadanos. Será más que nunca necesario hacerlo si Cristina Fernández vuelve al gobierno debido a que tendrá a su disposición un número de legisladores dispuestos a canalizar sus ideas y caprichos y a imponer el número en el Congreso para concretarlas. La ciudadanía argentina deberá estar alerta y preparada para frenar las ocurrencias disparatadas que por estos días agitan los kirchneristas de paladar negro, como la reforma de la constitución y del sistema judicial. Por más que Alberto Fernández se esfuerce en explicar que nada de esto ocurrirá, hay motivos para estar muy atentos y preocupados.
Será clave entonces el rol que cumplirán las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que trabajan por el respeto de los derechos de los ciudadanos y por el correcto funcionamiento de las instituciones. Todo grupo de personas que considere que es necesario avanzar en la creación de otras organizaciones sociales que lo haga, es un buen momento para asumir estos compromisos. Y ese trabajo deberá ser respaldado por la gente que tendrá que estar más involucrada con lo que suceda en el Congreso Nacional y en el Poder Judicial.
Pero las democracias “minimalistas”, limitadas sólo a que la gente vote, no son las mejores y sabemos que con el voto no alcanza y los problemas comienzan el día después de haber sufragado. Otro argumento que justifica la necesidad de la participación ciudadana luego de los comicios, hacerlo es emancipador, nos permite involucrarnos en las decisiones y dejar de esperar que sólo la política solucione algún problema.