"Alguna vez le jugué”, dice Ciro pensando en el 27 como un número de recompensa kármica: su cifra de la suerte. “En la quiniela es el peine, pero si le preguntás a un quinielero viejo, seguro te va a tirar un significado que no voy a decir, pero que tiene letras parecidas”.
Un rato de desvarío por la numerología le dicta que 2+7 es igual “a la cantidad de letras de mi apellido”.
Pero no da para discutirle a Ciro que no, que Martínez en realidad tiene ocho. ¿O se refiere a la suma de ‘lospersas’? Como sea, para la cábala, el 27 es coraje y poder y rige sobre las mentes creativas capaces de no dejarse intimidar cuando se les pone entre cejas un proyecto. Tampoco hay tanta ciencia: “Cuando hicimos con Los Piojos las fotos para ‘3er Arco’ cada uno llevaba un número; yo elegí el mío”.
“27” es un disco meteoro en la carrera solista de Ciro. A una semana de su lanzamiento, las disquerías se llenaron de piojosos anhelantes y, en tiempo récord, se convirtió en disco de Oro.
Es corta: Ciro Martínez sí se revitalizó luego de la separación con la banda ultraconvocante con que transitó los ‘90s, sin derrapar o desvanecerse como otros. Cabeza al fin, se quedó con el público piojoso y fiel, ése que recibió como elixir el traspaso a “Espejos” (primer álbum con Los Persas), el mismo que se alimenta ahora de su sangre dulce.
Piensa y dice: “Yo hacía mucho en Los Piojos, el 80, el 90 por ciento... Desde las canciones hasta la decisión de los afiches. Es natural”. No hay tono de soberbia, sino de alivio. Relaja y sigue: “Ahora es todo más aceitado, es mi proyecto solista con banda, cada uno conoce su rol”.
- ¿Sabías que Javier Martínez, el cantante de Manal, dijo que le parecías uno de los mejores músicos que se pueden escuchar hoy en el país?
- No, uh... (Ciro retrocede de golpe a sus 15 años, a la casa de la hermana de una novia que les había dejado la llave para cuidar el departamento, a esa tarde de amor jovencísimo en que ella se encargaba de regar las plantitas y él se echaba a curiosear un casete, el primero que escuchó de Manal).
- ¿Qué tan despabilante fue?
- Tanto como Moris, como Pappo.
- En "27" hay un tema que se llama "Larga vida al rock". ¿Es una proclama o una expresión de deseo?
- Ambas, diría. Ese tema lo hice después de hablar con un amigo que se había enterado de la supuesta enfermedad de un Rolling Stone. Caí en la cuenta de que, de los Beatles, ya se nos fueron dos y de que...
- Y de que estamos viendo envejecer a nuestros rockeros.
- ¡Envejecer ya los vimos! Ahora los estamos despidiendo.
Pero las sombras no ahuyentan al blusero de arrabal: “Y aunque sea como sea/ Aunque la banda se va/ No alcanza una vida entera/ Para todo esto explicar. El Rock no ha sido vencido/ el Rock nunca morirá”.
- Alguien escribió que "27" daba cuenta de la cristalización de un estilo, con lo bueno (madurez vocal e instrumental, aciertos poéticos, pie firme) y lo malo (repetición e insistencia) que eso implica. ¿Desde tu cabeza, cómo se ve?
- Por empezar, creo que este disco suena muy distinto a “Espejos”. Aquí no hubo oportunidad de zapar mucho porque estábamos tocando en todas partes, así que las canciones salieron de cosas que yo venía trabajando. El resto fue afilar y afilar. Volviendo al tema, tampoco pienso que los discos de Los Piojos sean iguales. No creo que mis hits se parezcan demasiado entre sí.
Un poco de historia persa
Se sabe que a la separación de Los Piojos le sucedió el silencio de Ciro y las declaraciones picantes de los ex guitarristas Piti Fernández y Gustavo Kupinsky. Aunque ellos ya se habían subido a sus propios proyectos, Ciro se reinventó como solista, acompañado por el manager Pocho Rocca.
Después de unos meses en sala de ensayos, fueron apareciendo Los Persas: Ciro atrajo al tecladista Chuky de Ipola (ex Los Piojos) y estrechó onda con el guitarrista Juan Gigena Ábalos que tenía en su prontuario a Bandana y a una banda Funk. Otro guitarrista, Juanjo Gaspari, se enganchó a la nueva legión.
El bajo tiene un plus: se trata del brasileño Border Bastos que grabó los famosos discos “Bossa & Stones”. Y finalmente, la batería la tomó Lulo Isod que había integrado Tres Bien Ensamble y Virus.
Así la banda -con nombre de imperio antiguo- entró a grabar su debut “Espejos” y a trazar su conquista sonora sin nostalgias.
Blues, reggae, un malambo, un funky... El disco arrancó con un título que quiso partir la historia piojosa -“Antes y Después”- a fuerza de solos de guitarra y melodías potentes.
Ciro regresó a la armónica en “Servidor”, un funky stone que convocó a un set de vientos.
Hasta acá, la voz que intentaba despegarse de una marca apuntaló esa misión en lo instrumental, pero con “Insisto” llegó a la liberación real en clave de balada.
Y “Espejos” fue el crack: guitarras y batería coqueteando en la vanguardia.
Después, claro, el rockazo de “Banda de Garaje” justo antes de “Vas a bailar”, la sorpresita en la que Ciro invitó a su hija Katja, que lo acompañó en el escenario de su presentación.
“Paso a Paso” fue el reggae en el que el grupo se permitió su justa medida de ‘bajada de línea’, tocando la herida del sistema social al cantar que la inseguridad implica, primero, hablar del hambre cero. Todo, cruzado por las auras de Pappo, Gieco, AC/DC, incluso de Tom Petty.
Si Andrés Ciro Martínez ya había logrado gustarse con ese primer reflejo de sí -y ser lo suficientemente distinto a Los Piojos, pero también lo suficientemente igual como para convertirse en algo nuevo- ahora “27” continúa una línea que partió hace 25 años: la mirada canyengue sobre el rock, el blues y otros géneros.
Aquí, va y viene por esa apropiación rioplatense que Ciro ha hecho del rocker, por los extremos del pop (de “Astros”, más duro, a “La flor en la piedra”, canción), por aires de reggae y hasta por “Murgueros”, un funk de corazón candombe.
“L.V.R.” (larga vida al rock) marca el pulso de una creencia y “Héroes de Malvinas” se articula con la historia nacional como antes lo hizo “Maradó”. Es más: “Tango del diablo”, compuesto con Charly García a cuatro manos en la previa de un festival en Sunchales, vuelve a ponerle las fichas al arrabal.
Nada es casual cuando las ganas de seguir en el escenario pican. Nada: por eso en “Me gusta”, Ciro canta esa certeza que es tan suya como de sus seguidores: “sí, me gusta tu historia de resurrección”.