Enfant productivo
Cuando en 2009, con una historia escrita a los 17 años, Xavier Dolan se dio a conocer a los 19 como actor y director en "Yo maté a mi madre", el mundo del cine independiente fue unánime en sus alabanzas para este nuevo "enfant terrible" (¿no se puede ser "enfant autre chose"? ¿"Enfant brillant"? ¿"Enfant punk?).
Xavier, cuya carrera en el cine -como actor- ya se había iniciado dos años antes en la buenísima "Martyrs" (2007), mostró en su primer film una madurez y certeza inusitada en su retrato de la clase media producto del bienestar y la falta de pasión primermundista.
En "Yo maté a mi madre" (foto) Xavier se dirigía a sí mismo y ponía el foco de la historia en su personaje protagonista Hubert, un adolescente homosexual de 16 años que -¿oh sorpresa?- se la pasaba peleando con su madre a la que amaba y odiaba y amaba y odiaba; en una escena clave de la película cuando la profesora le pide a Hubert que haga una entrevista a su madre sobre su actividad laboral/profesional el muchacho, en un arranque sincericida de wannabismo, declaraba que su madre había muerto.
Ese gesto de provocación era un pequeño homenaje al pequeño Antoine Donel, protagonista de la genial opera prima de Françoise Truffaut (que encabezaría el movimiento de la Nouvelle Vague) quien también, 50 años atrás, había inventado la muerte de su madre para zafar de un problema en el colegio. Ambos terminarían institucionalizados, porque un matricidio, aunque sea falso, trae consecuencias.
Xavier Dolan había debutado más que auspiciosamente en el mundo del cine con aquella película de tintes autobiográficos que lo situó en el mapa del cine a nivel mundial y lo hizo asiduo visitante de Cannes y preferido de los críticos.
Acaso imbuido por la época y como marca de su generación Xavier nunca se durmió en los laureles y desde entonces hasta hoy escribió y dirigió (y a veces actuó, montó y se encargó del vestuario) cinco películas de calidad; logró como pocos construir un estilo, una estética, una forma de contar Canadá, las relaciones, las familias, las sexualidades, y la locura con un lenguaje profundo y a la vez estéticamente claro.
A su natural sensibilidad se sumaron una variedad de recursos técnicos que fueron construyendo su marca personal: desde el encuadre, que se define por el estado de ánimo de los personajes, hasta la importancia de la banda de sonido, los planos, la luz, todo parece artificioso pero eso dura un segundo, para ceder luego a un flow narrativo que de a poco se fue especializando en vínculos disfuncionales, en historias con ambiente y trama reducida y actores que lo dejan todo en la cancha.
Su segunda película se llamó "Los amores imaginarios" (2010) y puso en el centro de la trama a dos amigos (Francis y Marie) que se enamoran del mismo adonis, el perfecto Nicolas. La menos violenta de sus películas, la que pone más énfasis en la estética y menos en el drama de la existencia. Y además la que más lindo termina, al menos para sus protagonistas. Con su segundo éxito entre manos, pasó de enfant terrible a enfant divo.
Luego vino "Lawrence, anyway" (Lawrence, de todos modos) (2012), ambientada a finales de los 80 y principios de los 90, cuenta la historia de una mujer transgénero (Lawrence) y su amor por otra mujer no trans (Fred). La película no entró en la competencia en Cannes, compitió en Un certain regard y, según dicen, esto hizo enojar a Dolan, que no presentaría su próximo film en Cannes a modo de protesta.
Así su cuarta película (dirigida a la edad de 24 años) "Tom á la fermé" (2013) (Tom en la granja) se conoció primero en el festival de Venecia y volvía a marcar su terreno mezclando varias obsesiones que se ven en sus realizaciones anteriores: el amor desaforado, los triángulos, la violencia y la homofobia.
Finalmente el año pasado Dolan estrenó la última de sus obras, "Mommy", una especie de remake de su primera película, donde las relaciones tormentosas entre el hijo adolescente Steve y la madre Diane "Die" Depres son todo el argumento.
Desde el comienzo queda muy en claro que pocas diferencias hay entre la madre que Anne Dorval interpretó en la primera película de Dolan y esta madre que interpreta en la quinta y por ahora última película del realizador canadiense, lo que quizás cambia es la forma de retratar ese horror materno. Desaforada, ruidosa y excesiva, “Mommy” es 75% gritos.
El origen del conflicto en la relación madre hijo ya no está puesto en la homosexualidad del hijo sino que Steve padece un síndrome conocido como "trastorno por déficit de atención con hiperactividad", si bien oscila entre la euforia y la depresión, la ternura y la violencia, todo lo hace gritando y sobreactuando (el personaje, no el actor).
En el cine de Xavier el hijo problemático parece encontrar refugio en un tercero que media entre los dos (en "Yo mate a mi madre" era una maestra del colegio, en "Mommy" es una vecina), todo lo que las madres no pueden hacer o entender las otras mujeres, con más comprensión y objetividad, si pueden.
¿Qué lleva a un director/actor/escritor/montajista/vestuarista consagrado a hacer una remake de su primer filme? "Yo maté a mi madre" narra una crisis juvenil y es un filme autobiográfico. Mommy, en cambio, es un conflicto existencial y no tiene nada que ver con mi vida", defiende Dolan. Argumento que quizás le sirva a él, pero no a quien no quiere conocer sobre su vida o saber de donde viene su inspiración.
La película dura más de dos horas.