Si bien hoy día muchas personas eligen leer e-books, no hay casi nadie que no cuente con un estante con libros en su casa. Una biblioteca es siempre un mueble de cierto prestigio: a fin de cuentas, muestra qué se lee. Y allí pueden encontrarse ejemplares muy queridos, algunos viejos y otros incluso antiguos que cumplen a la vez con funciones decorativas.
Sin embargo, los libros exigen ciertos cuidados. La mayor parte del daño que pueden sufrir no se debe al polvo, la luz del sol y los bichos, sino a un mal tratamiento y almacenamiento. Una de las principales reglas es: los libros necesitan espacio.
Consejo 1: Los libros no deben estar muy apretados. Si bien deben poder apoyarse el uno en el otro, debería haber suficientemente espacio entre los ejemplares como para que sea fácil sacarlos del estante. El aire debe poder circular bien entre y detrás de los libros para que no se acumule humedad, lo que ocasiona daños. Por este motivo, también se recomienda que los libros se ordenen hacia el borde delantero del estante, no el posterior.
Consejo 2: No almacenar libros en el sótano. Con los libros, es importante que el aire no sea muy húmedo ni muy frío. Lo ideal es una temperatura ambiente media, como la que suele haber en salones de estar o habitaciones. En cambio, los ambientes húmedos, como los altillos o los sótanos, son veneno para los libros. Si se mojan, aparecen manchas y hongos. Por otra parte, quienes compran libros antiguos que estaban almacenados en altillos debe estar atentos a que no tengan gusanitos, ya que eso podría afectar a toda la biblioteca.
Consejo 3: Calefaccionar en invierno. Durante la época del frío invierno los ambientes en los que hay libros deberían estar calefaccionados para evitar que se forme moho y se aniden allí los piojos de los libros. Se trata de pequeños insectos sin alas, de entre 0,6 a 1,8 milímetros. La recomendación es revisar cada tanto los libros para verificar si tienen insectos. En caso de que sea así, hay que llamar a un especialista, sobre todo si los insectos se encuentran en colecciones valiosas. Si se actúa con impericia y se tratan los libros de manera equivocada, el daño puede terminar siendo mucho peor.
Consejo 4: Quitar el polvo. Los libros que se encuentran en ambientes calefaccionados de forma correcta no necesitan, en principio, grandes cuidados. La mayoría de las veces alcanza con pasar la aspiradora o el plumero regularmente. No hay una medida exacta: lo mejor no es seguir un plan, sino ir viendo cómo se encuentran los libros y quitarles el polvo. Es más probable que los libros se cubran de polvo en ambientes en los que suele estar toda la familia, como el comedor o el salón de estar, que en el cuarto de huéspedes o la oficina.
Si cuando saca un libro del estante se forma una nube de polvo, hay que actuar de inmediato con un plumero, una franela o la aspiradora. En general, en la mayoría de los casos es necesario sacar una vez al año los libros de la biblioteca, quitarles el polvo -preferentemente en el patio, balcón o jardín- y limpiar bien los estantes. Si los libros están guardados en muebles con puertas, están mejor protegidos y se puede hacer esto con menos regularidad.
Un consejo adicional: los ejemplares muy valiosos o muy queridos pueden protegerse aún más si se coloca una hoja de papel entre las dos tapas de modo que quede cubierta la parte superior del libro. De esta forma, el polvo cae sobre el papel y no alcanza el interior del libro. Cuando se limpia a fondo, hay que sacar el papel y reemplazarlo por uno nuevo.
Consejo 5: Atención con el grosor de los estantes. Los libros son pesados y por eso el grosor del estante debe estar bien calculado. El peso de los libros que se encuentran sobre un estante de unos 90 centímetros de largo es, según el formato del libro y la calidad de su papel, de entre 14 y 20 kilos. Las tablas de dos centímetros de grosor no deberían tener más de 90 centímetros de largo. Si son más largas o más finas, se doblan.
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