Cinco habitantes quieren comprar la isla en la que viven en Escocia

La llegada de magnates extranjeros y el miedo a perder su estilo de vida llevaron a un grupo de residentes de la isla de Ulva a adquirirla.

Cinco habitantes quieren comprar la isla en la que viven en Escocia
Cinco habitantes quieren comprar la isla en la que viven en Escocia

Cuando los helicópteros de ricos extranjeros empezaron a posarse en la isla escocesa de Ulva, cinco de sus seis habitantes decidieron intentar comprarla por miedo a perder su estilo de vida.

Ulva, con sus playas prístinas, sus colinas frondosas y sus costas escarpadas pertenece desde hace décadas a una familia aristocrática que en julio la puso en venta.

Los cinco habitantes se basan en una ley votada el año pasado por el gobierno nacionalista escocés de Nicola Sturgeon que permite suspender la venta de haberes privados y les da tiempo para intentar comprar el territorio.

En esta región la mitad de las tierras pertenecen a 500 personas, muchas de ellas nobles que poseen castillos y dominios rurales inhabitados.

Los habitantes de Ulva disponen de ocho meses para comprarla. El propietario, Jamie Howard, la vende por 4,25 millones de libras (4,79 millones de euros, 5,4 millones de dólares). Los isleños pidieron fondos en internet pero por ahora sólo recaudaron unas 1.000 libras (1.128 euros, 1310 dólares) diarias. Por eso depositan sus esperanzas en el Scottish Land Fund, dotado por el gobierno con 10 millones de libras para financiar precisamente este tipo de operaciones.

"La propiedad en comunidad (de bienes) es el camino a seguir", afirma Emma McKie, de 33 años, que recuerda aún cuando en esta isla de 12 kilómetros cuadrados, en la costa oeste de Escocia, la agricultura prosperaba.

Es "una de las islas privadas más bellas del norte de Europa", se lee en un folleto publicitario. Varios magnates de Rusia y de Oriente Medio han aterrizado en ella para comprobarlo por sí mismos.

Los isleños temen que caiga en manos de un extranjero que los expulse y les impida el acceso.

"Si usted tuviera tanto dinero, ¿por qué habría de dejar la isla accesible al público en vez de guardarla para usted solo?", resume Emma, que regenta la única cafetería de la isla con su cuñada Rebecca Munro.

Con sus vistas a la montaña

Ben More

y la espectacular cascada Eas Fors de la

isla vecina de Mull

,

Ulva

es un paraíso.

Cuando los visitantes desembarcan en ferry desde Mull, su primera parada es la cafetería Boathouse. "La familia de mi marido lleva décadas en Ulva", explica Rebecca Munro, de 30 años. "Hacían fiestas de Navidad y había muchos más niños que iban a la escuela de Ulva, era mucho más dinámico", cuenta con nostalgia.

El Boathouse atrae a unos 5.000 visitantes por año. Pero cerca de allí, las casas de campo están vacías, la iglesia abandonada y el hotel en ruinas.

En su apogeo Ulva contaba con más de 800 habitantes. Su declive comenzó en el siglo XVII, cuando los terratenientes echaron a los agricultores de las Highlands para transformar sus campos en pastizales para ovejas.

Muchos se fueron a Australia. El habitante más célebre de Ulva, Lachlan MacQuarie, fue el último gobernador colonial de Nueva Gales del Sur.

Desde lo alto de una colina que señorea varias casas venidas a menos, John Addy inspecciona la isla. "La productividad ha bajado, la agricultura ha decaído, los edificios están en mal estado", observa el director de la North West Mull Community Woodland Company, que facilita la oferta de compra.

"El objetivo de la compra en comunidad es mejorar todo esto, remodelar los edificios... hacer que la isla sea más productiva y repoblarla", explica.

Su ejemplo: la vecina isla de Eigg, comprada por sus habitantes en 1997. Desde entonces, su población casi se duplicó, la isla cuenta con su propia red de energías renovables, con conexión a internet y con un festival de música.

Sus ocho kilómetros de largo siguen atrayendo a aventureros deseosos de una nueva vida a 30 km de la parte continental de Escocia. "Estoy aquí por la comunidad", explica Nan Fee, de 33 años, que da clases en la escuela desde agosto. "La gente es muy cercana. Nunca había visto nada igual".

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