No es sólo un café, sus mesas, sillas, mostrador y constante devenir de mozos y clientes forman parte de la historia del Centro mendocino. Tiempo atrás, allí se reunían los "burreros" ya que justo enfrente (en San Martín y Don Bosco) se encontraba- hace varios años- una delegación del Jockey Club donde se recibían apuestas para las carreras foráneas. Así los aficionados a las carreras de caballos llegaban después del mediodía para leer la revista donde se detallaban las carreras y se discutía sobre el tema.
Hoy el local que tiene más de 50 años luce cerrado, cubierto con papel de diario y hasta con un candado en la puerta. Ante este panorama no son pocos los transeúntes que se preguntan por el destino del mismo que aún conserva el cartel de siempre, pero que no da más detalles de su estado actual.
Lo que sucede, según comentó el propietario del inmueble, es que el café cambiará de dueños y permanecerá por lo menos cinco días sin atender al público. Pasado este tiempo reabrirá sus puertas conservando su clásico nombre.
"Mi esposa y yo somos dueños del local desde el año 2000 por una herencia de mi mujer pero nosotros no atendemos, sino que lo alquilamos", comenzó a relatar David Bernal quien no dejó de nombrar a su mujer Silvia López. El hombre comentó que por aproximadamente unos 30 años los inquilinos y responsables del local comercial fueron miembros de la familia Merino.
"Decidieron cerrarlo pero ya tenemos nuevos inquilinos", narró el hombre. Todavía es poco lo que sabe de ellos, pero asegura que son gente joven y de familia. "Le van a dar una lavada de cara al lugar", deslizó.
Único de su época
El edificio que se encuentra en esa esquina fue construido por José López Vilches en el año 1933, según recordó Bernal. "Era el abuelo de mi esposa y en primer lugar instaló en ese lugar un almacén mayorista", detalló. Con el tiempo cambió de rubro y ese sitio comenzó a funcionar como café. Se hizo famoso por la calidad del café que ofrecía y por ser el lugar de reunión de los apostadores de las carreras de caballos.
"En la esquina de enfrente se hacían las apuestas, así que una vez que finalizaban el trámite las personas se cruzaban a tomar algo", señaló el propietario. Además, según da cuenta una nota de este diario del año 2006, allí también ocupaban las mesas personas que preferían no ser vistas apostando y le daban el dinero para que otro, como el conocido lustrador de zapatos "Charol", jugara por ellos.
"Hasta el año 98 el café fue un boom, estaba abierto hasta las 23 y siempre lleno", remarcó Bernal. Una vez que cerró la agencia de apuestas el local se fue convirtiendo en un lugar de reunión de los empleados bancarios que trabajan en la zona. Rodeado por negocios de ropa, un minimarket, farmacia, prestadoras de salud y playas de estacionamiento, La Fusta se destaca por ser el único local que sobrevivió a los cambios de los últimos años. "No queda ningún otro negocio de la época", resaltó el hombre.
Dueños y empleados de los comercios aledaños al café fueron testigos directos del cierre del negocio. "Por lo que tengo entendido tomaron esa decisión por una cuestión económica", expuso Rodolfo Rodríguez propietarios del minimarket que queda justo enfrente.
"Es que los gastos en la mayoría de los comercios son muy altos, hay mucha presión fiscal y lamentablemente no pudo esperar hasta el próximo gobierno para ver si traía otros aires", deslizó compungido. Según comentó el comerciante tenían muy buena relación con sus dueños. "Siempre solíamos pedirles café", rememoró.
Por su parte, Esteban López, empleado de una playa de estacionamiento de las inmediaciones, comentó que solía tomar café en esa esquina. "Me gustaba el ambiente del lugar, era como volver a la Mendoza de hace varios años", destacó. Si bien el hombre lamentó el cierre del local espera que reabra pronto.
Escenario de un robo histórico
En el archivo de este diario el café La Fusta no es solamente recordado por ser un sitio concurrido por los aficionados de las apuestas, sino que su nombre aparece en las crónicas del asalto al blindado del Banco Regional en mayo de 2008.
"En el atraco al blindado -para muchos el germen de un buen guión para una película- actuaron, entre otros, un falso paralítico que llegó hasta la escena del crimen ayudado por una niña y que portaba una nueve milímetros bajo la frazada que le tapaba las piernas en perfecto estado; un falso guitarrista que actuó de apoyo desde la vereda de una heladería en la que tomaba un submarino.
Mientras que en la panchería Pancho V, que queda a metros del Banco Regional, había al menos tres comedores de panchos que de pronto demostraron más interés en el dinero del blindado que en los panes con salchichas. Y en el bar La Fusta, un bebedor de café, también falso, se puso un pasamontañas, sacó un arma larga del bolso que llevaba y a los tiros sirvió para la retirada de sus colegas", dice la nota de ese momento.