Durante el año 1790, nuestra provincia fue invadida por la curiosidad de algunos científicos españoles que llegaron a estas tierras con el objetivo de conocer más sobre su geografía, flora, fauna y, en especial, sobre la mineralogía.
Esta expedición científica, que recorrió el mundo de 1789 a 1794, fue relevante para el reino de España. De hecho, cumplió con el objetivo propuesto por su inspirador, el italiano Alessandro Malaspina: acrecentar los conocimientos científicos de aquel tiempo.
Gracias a estos destacados hombres de ciencia, se generó una fuente documental interesante que ha sido consultada en todo el mundo.
Una fabulosa expedición
En 1788, el comandante italiano Alessandro Malaspina (1754- 1809), quien servía a la armada española, propuso una expedición científica y política hacia las colonias americanas y a las islas del Océano Pacífico. Esta propuesta fue avalada por el ministro de marina de España, Antonio Valdés, y el rey Carlos III.
Con el apoyo del monarca, se prepararon dos corbetas: la "Atrevida", al mando del capitán José Bustamante y Guerra, y la "Descubierta", nave insignia de Malaspina. La tripulación estaba compuesta por 102 hombres. Entre los participantes, fueron elegidos el teniente Antonio de Tova Arredondo (1760-1825), los naturistas Felipe Bauzá (1764-1834) y Dionisio Alcalá Galiano (1760-1805); los astrónomos, Juan Gutiérrez de la Concha (1769-1810) y Juan Bermúdez; también se embarcaron pintores-dibujantes tales como el francés Louis Neé (1734- 1803), el italiano Fernando Brambila (1763 -1834); el botánico, médico, antropólogo y músico checo Tadeo Haenke (1761-1817) y el guatemalteco Antonio Pineda (1753-1792) quien fue designado como director del equipo científico de la expedición.
Las dos naves contaban con bibliotecas y laboratorios equipados con instrumentos náuticos, astronómicos, meteorológicos, geodésicos, químicos, físicos y biológicos.
El comandante Malaspina planificó la expedición con gran precisión y su derrotero comprendió la partida desde el puerto de Cádiz, las costas sudamericanas del océano Atlántico, las costas del océano Pacífico hasta Alaska, regresando al sur para navegar rumbo a Filipinas, Australia y Nueva Zelanda y nuevamente circunnavegar el Cabo de Hornos para volver a la península ibérica.
El 30 de julio de 1789, las dos corbetas levaron anclas en el puerto de Cádiz, con rumbo a Islas Canarias. Pasaron 62 días para que llegaran al puerto de Montevideo y luego a Buenos Aires.
Rumbearon luego al cabo de Hornos y continuaron por varios puertos de Chile.
En ese recorrido, estos expedicionarios llegaron a Mendoza, para hacer diferentes trabajos. El naturista Felipe Bauzá, el pintor italiano Fernando Brambila y el botánico Tadeo Haenke fueron los que más tiempo se quedaron en la ciudad.
La expedición concluyó el 21 de setiembre de 1794.
En esta expedición, se encontraban el científico Felipe Bauzá y el pintor Fernando Brambila, quienes retrataron por primera vez varios parajes cordilleranos.
Tadeo y su mala suerte
El botánico Tadeo Haenke había sido contratado desde Austria para participar de esta empresa. Pero, por diversos inconvenientes, el científico llegó tarde y los navíos partieron sin él. Haënke viajó en otro buque llamado “Nuestra Señora del Buen Viaje”. Luego de 97 días de navegación, llegó al Río de la Plata para alcanzar a los expedicionarios. Allí la suerte tampoco lo acompañó: el barco en que venía naufragó frente a Montevideo y el botánico checo sobrevivió de milagro.
En el mes que permaneció en la capital oriental, hizo varias excursiones botánicas, algunas exhaustivas, recolectando cerca de 800 plantas.
El 23 de diciembre de ese año, arribó por fin a Buenos Aires. Otra vez, se encontró con la mala noticia: había llegado tarde para encontrarse con los expedicionarios, porque hacía varios días que los barcos de Malaspina habían virado hacia el sur.
Después de una estadía de dos meses en Buenos Aires, el científico continuó su viaje y atravesó el suelo del virreinato del Río de la Plata. A lo largo de las solitarias pampas, el naturalista prosiguió su labor investigando las sierras de Córdoba y San Luis.
El 17 de marzo de 1790, llegó a Mendoza, donde fue recibido por las autoridades con todos los honores. Cuatro días después, emprendió su viaje para cruzar la cordillera de los Andes.
Se estableció unos días en Uspallata. En esa zona de la cordillera, hizo algunos estudios botánicos, zoológicos y mineralógicos, para luego proseguir hacia Santiago de Chile. Durante este recorrido por nuestra provincia obtuvo datos muy interesantes de nuevas especies. Posteriormente, llegó a la capital del entonces reino de Chile y se encontró con sus camaradas de expedición.
Después de embarcarse con ellos hacia el norte, el comandante Malaspina -impaciente-lo dejó en el Alto Perú (hoy Bolivia). En 1799 partió hacia Europa. Pero regresó a Buenos Aires para quedarse. Después de la Revolución de Mayo, partió hacia Bolivia. Allí murió en 1817.
Pinceles de los Andes
Entre los miembros de esta expedición que llegaron a los Andes, se encontraron el científico Felipe Bauzá y el pintor Fernando Brambila, quienes retrataron por primera vez varios parajes cordilleranos como Puente de Inca, la casucha en el Paramillo de las Cuevas, y otros lugares de la ruta que en ese entonces se llamaba “Camino real”.
En aquella oportunidad, el artista y el profesor, partieron desde Santiago de Chile -lugar en donde estaban hospedados- para realizar el cruce de los Andes y llegar a las cumbres más altas del continente americano.
Guiados por varios arrieros, los curiosos exploradores retrataron con sus lápices y pinceles muchos lugares inhóspitos, tanto del lado chileno como del argentino.
Fueron varios días de arduo trabajo y de caminatas por aquellos caminos peligrosos. Al tiempo, regresaron con bocetos y muestras de especies vegetales y minerales nunca antes clasificadas.
Brambila realizó innumerables y coloridas acuarelas en aquel viaje a nuestra provincia. Había pintado, además, la primera vista general de Buenos Aires, la entonces capital del virreinato del Río de la Plata.