Científico, experimenta con energías limpias

Nació en Alvear, tiene 31 años, es docente e investigador de la Universidad Nacional de San Luis. Trabaja en la producción de baterías a partir del hidrógeno y el oxígeno.

Científico, experimenta con energías limpias
Científico, experimenta con energías limpias

La charla con Sebastián Larrégola se inicia casi de un modo “freudiano”: pide paciencia, bucea en su memoria, busca su primer recuerdo relacionado con la ciencia. Pasan unos minutos y entonces sus palabras nos invitan a recorrer su infancia: “Habré tenido unos 7 u 8 años, creo que fue en el trabajo que tenía mi viejo, él es ingeniero agrónomo y se desempeñaba en una agroquímica. Recuerdo que tenían un microscopio para analizar algunas frutas y eso me llamaba mucho la atención. Cada vez que iba trataba de usarlo, siempre fui bastante curioso.

La finca en Alvear también fue para mí una puerta a la naturaleza", afirma Sebastián, quien hoy todavía conserva ese espíritu.
Nació en General Alvear, tiene 31 años, es investigador y docente en el grupo de Química Inorgánica del Instituto de Investigaciones en Tecnología Química (Intequi) de la Universidad Nacional de San Luis. Realizó sus estudios secundarios en la Escuela de Agricultura, en Alvear: "siempre me sentí más cómodo con las ciencias exactas, aunque no era un alumno muy aplicado en la secundaria, más bien diría que era del montón".

De su llegada a San Luis rememora que cursó un año del ciclo básico común de Bioquímica y “noté que la química me entusiasmaba mucho. Decidí cambiarme de carrera y empezar a cursar la licenciatura en Química. Vivir solo me ayudó a madurar y de hecho me convertí en un estudiante aplicado, cosa que nunca había sido”.

La idea del científico encerrado en su torre de marfil, aislado del mundo, cuya forma paródica actual es Sheldon Cooper (protagonista de la serie “The Big Bang Theory”), sigue siendo hoy una constante en la sociedad. Sebastián antes de convertirse en un científico también cargaba con ese preconcepto, pero la realidad le mostró otro costado de la profesión.

“La verdad es que al científico siempre lo idealicé y lo posicioné en un lugar de privilegio. Lo pensé como una persona que tenía que aportar cosas importantes a la sociedad, para mí era una persona que con suerte se podía tomar una cerveza una vez al mes. He interactuado con muchos científicos en mi vida y me encontré con que rara vez se toman sólo una cerveza al mes”, señala.

La vida cotidiana de Sebastián se reparte entre el laboratorio y las clases. “Entro al laboratorio a las 8 de la mañana y estoy con tareas de investigación hasta las 13. Después me muevo hacia la cátedra en donde soy jefe de trabajos prácticos y ahí me dedico principalmente a tareas docentes”, comenta el joven doctor en química.

El miércoles 23 de noviembre de 2011 no fue un día más, ni para Sebastián, ni para su familia. Era el momento de la defensa de su tesis doctoral. Hoy lo recuerda como un día cargado de nervios pero también de cierto alivio ya que “habían sido cuatro años de mucho estudio, por lo que me sentía muy seguro. Pensé más que nada en mi familia y en el tiempo invertido. Los viajes, la gente que conocí porque parte de mi tesis doctoral la realicé en el Instituto de Ciencia de Materiales de Madrid. Mi codirector viajó desde España para ver la defensa, fue un día especial terminar con tanto trabajo”.

Al poco tiempo recibió una mención especial en el premio Hans Schumacher que otorga la asociación Argentina de Fisicoquímica a la mejor tesis doctoral.

“En mi caso me dieron una mención especial, lo cual es muy importante. Creo que habían 23 o 24 tesis inscriptas”. Luego vino la posibilidad de hacer un posdoctorado en la Universidad de Texas, Austin, Estados Unidos. Allí se dedicó principalmente al estudio de diversos fenómenos electrónicos en materiales obtenidos a muy altas presiones. Estuvo en un grupo muy interesante bajo la dirección de los profesores Jianshi Zhou y John Goodenough, quien es el inventor de las baterías de litio recargables que usamos en las computadoras y celulares.

Hoy Sebastián trabaja en el funcionamiento de pilas de combustible que, mediante la producción de agua a partir de hidrógeno y oxígeno, generan energía, por ejemplo para poner en marcha un motor. En este caso, los residuos de estos motores serían prácticamente inocuos; o sea, no contaminarían el medio ambiente. “No estoy seguro qué haré en 10 años. Si sé que me gustaría poder aportar algo importante a la sociedad”, concluyó.

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